Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

El teatro en medio del océano

Pocos libros consiguen dejarme triste una vez que los termino y me toca despedirme de sus personajes. 'El teatro en medio del océano' es uno de ellos

Archivo - Pies en la playa, verano.

Archivo - Pies en la playa, verano. / COPOMA - Archivo

El verano viene de la mano de lecturas sosegadas los domingos después del almuerzo en la zona más fresca de la casa. Fuera, rara vez se escucha algo. Imagino que toda esa gente a la que normalmente oigo trajinar está en la playa, durmiendo la siesta para pasar mejor el sopor del mes de julio o, como yo, perdida entre la marea de palabras de algún libro como el que tengo en mi regazo. El verano es la época en la que más leo por placer. El resto del año me refugio entre libros de psicología con los que estar actualizada, pero durante el estío la novela policiaca, el thriller y hasta alguna de género romántico van siempre en mi bolso allá a donde voy y mis amistades tienen que aguantar lo intensa que me pongo haciendo recomendaciones literarias sin ton ni son. En este artículo también aprovecho la ocasión para instarles a leer El teatro en medio del océano, de Francisco Juan Quevedo.

El teatro en medio del océano podría ser novela histórica, pero también podría ser novela negra e incluso romántica. Porque este libro, de una forma u otra, lo tiene todo. Narra hechos fidedignos de nuestra isla que sucedieron entre los años 1876 y 1921, como la construcción del teatro Pérez Galdós, anteriormente Tirso de Molina, y el incendio que lo redujo a escombros –entre muchos otros que no les voy a desvelar porque me encantaría que los descubriesen ustedes– así como también desmenuza el entramado social de aquella época con sus luces y sus sombras: desde el contrabando del Puerto de la Luz, la lucha por el poder a cualquier precio –incluso el de la vida– hasta la prostitución, los matrimonios de conveniencia y las relaciones con los alemanes y los ingleses durante la primera guerra mundial. ¿Y el amor? El amor también está presente. El amor correspondido. El amor que todo lo aguanta. El amor que está, pero no puede ser y, como ocurre allí donde hubo amor, el desamor.

Quevedo nos cuenta todo eso y mucho más con un lenguaje de época ameno, socarrón y bien cuidado. Igual que están cuidados al detalle los retratos de sus personajes, para que no le cueste al lector imaginarse la fiereza de la mirada verdimiel de Feliciano Silva, el andar pausado del profesor Nicanor, la determinación de Ernestina o la lujuria que emanaba del coño pelirrojo de Ofelia O’Higgins.

El teatro en medio del océano es de esos textos en los que piensas que vas a encontrar una cosa y, a medida que avanzas, te vas alegrando cada vez más porque supera tus expectativas. Pocos libros consiguen dejarme triste una vez que los termino y me toca despedirme de sus personajes. El teatro en medio del océano es uno de ellos.

TEMAS