Opinión | CUMBRE DE MADRID

Una OTAN para tiempos convulsos

La cumbre de Madrid tiene la ambición de hacer frente a un mundo que plantea retos complejos en el ámbito de la seguridad

Pedro Sánchez, en su comparecencia junto a Jens Stoltenberg. José Luis Roca

Pedro Sánchez, en su comparecencia junto a Jens Stoltenberg. José Luis Roca

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tiene razón cuando afirma que la cumbre que se celebra en Madrid es histórica. Efectivamente, la cita a la que acuden más de 40 mandatarios tiene la ambición de hacer frente a un mundo nuevo que plantea retos complejos en todos los ámbitos. También en el de la seguridad, marcado por la invasión rusa de un país como Ucrania, que llama a las puertas de la Unión Europea y se vería bien dentro de la OTAN.

La guerra de Ucrania no será la única preocupación de los líderes atlánticos. El reto de China, como potencia emergente que aspira a liderar un nuevo orden internacional, presidirá la elaboración del Nuevo Concepto Estratégico. Sin embargo, Ucrania dominará las urgencias, y en la reunión se deberá decidir cómo responder a Vladímir Putin. Con qué recursos y armas, y con una hoja de ruta que permita abrir escenarios aceptables por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y el líder del Kremlin.

Primera foto de familia de los participantes en la cumbre de la OTAN de Madrid. 

Primera foto de familia de los participantes en la cumbre de la OTAN de Madrid.  / REUTERS / JONATHAN ERNST

La OTAN se reúne en un contexto muy diferente del que presidió la cita de Lisboa. Rusia fue calificada entonces como un potencial "socio estratégico", mientras ahora aparece como la amenaza más activa. La voluntad deliberada de Putin de recuperar la influencia de la antigua Unión Soviética ha sido el principal desencadenante de la guerra. En consecuencia, Madrid tiene ante sí el desafío de cerrar el paso a una política que busca la división y la destrucción de la UE y amenaza nuestro modelo de democracia. Deberá hacerlo ayudando a Ucrania a defender su soberanía mientras la UE y el G-7 abordan las consecuencias económicas y sociales del conflicto en el mundo. Han cambiado los riesgos a los que se enfrenta la OTAN y ha cambiado su percepción entre los europeos.

Hoy, más del 80% de los españoles son partidarios de la Alianza. En parte, hay que atribuirle a Putin este cambio. El mismo que ha llevado a Suecia y Finlandia a pedir el ingreso que ahora podrá materializarse tras retirar Turquía su veto. Sin embargo, la guerra no lo explica todo. Las sociedades europeas ven con creciente temor ser las damnificadas de una colusión entre los intereses de China, Rusia y otros estados autoritarios, aunque eso tampoco debería significar que se impliquen de forma acrítica en la estrategia de EEUU para el área del Pacífico.

El mundo multipolar es una realidad, y conviene adaptarse a él, pero no a costa de la seguridad colectiva y de la renuncia a nuestros valores. De ahí la necesidad de una nueva OTAN capaz de hacer frente a estos tiempos convulsos. Aunque para atajar las amenazas en el este y el sur de Europa, hace falta combinar una nueva arquitectura de seguridad con una política global que aborde los desafíos sociales y climáticos, y la defensa de la democracia y los derechos humanos. La cumbre debe plantear cómo cerrar el paso a la política agresiva de Putin, pero también plantear salidas viables, que no claudicaciones, al conflicto de Ucrania.