Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

AMLO en pausa

Lo lamentable y contradictorio del caso es que pese a la sesgada visión presidencial las relaciones bilaterales entre España y México son sólidas, profundas y estratégicas

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México / Reuters

En más de una oportunidad el general Perón habló de hacer “tronar el escarmiento” contra sus enemigos políticos. Siguiendo el mismo derrotero populista, el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, popularmente conocido como AMLO, sacó de su chistera más mediática duros dardos retóricos para dirigirlos contra España, su gobierno y sus empresas.

No solo trató de “pausar” la relación, un nuevo y arcano concepto diplomático que nadie ha sido capaz de conceptualizar, sino también salieron de su boca otros sapos y culebras más difíciles de tragar. Algunos de los más destacados fueron nos roban, saqueo, arrogancia, falta de humildad. Todos buscando caracterizar unas relaciones definidas lisa y llanamente como promiscuas y basadas en un contubernio, no judeo masónico sino político empresarial.

Lo lamentable y contradictorio del caso es que pese a la sesgada visión presidencial las relaciones bilaterales son sólidas, profundas y estratégicas. Probablemente las más estrechas que tiene España con cualquier país latinoamericano. Unas relaciones tradicionalmente sostenidas en la diplomacia, la política y la economía, pero también en las relaciones personales, familiares y sociales, extensibles a los múltiples ámbitos de la realidad: profesional, científico, cultural, académico o cualquier otro imaginable.

Prueba de ello fue la rápida normalización de las relaciones diplomáticas en 1977, tras la muerte de Francisco Franco y de largas décadas de alejamiento. Desde entonces, con independencia del signo político de cada gobierno y de las diferencias ideológicas existentes, los vínculos bilaterales se fortalecían día a día. Hasta hoy, con teóricamente dos gobiernos “progresistas” (uno de claro signo populista), cuando la armonía se ha quebrado.

Algunos destacados hermeneutas apuntan a que no hay que sacar de contexto estas declaraciones ni darles demasiada trascendencia

Las palabras de AMLO no forman parte de ninguna declaración institucional, no se incluyen en ningún documento oficial ni en ningún discurso solemne. Sus improperios se vertieron en una de sus célebres “mañaneras”, las conferencias de prensa diarias celebradas a primera hora y convertidas en espectáculos mediáticos que buscan condicionar la agenda política mexicana. Por eso, algunos destacados hermeneutas del pensar, decir y hacer de López Obrador apuntan a que no hay que sacar de contexto estas declaraciones ni darles demasiada trascendencia.

Algo difícil, viniendo de quien vienen. Es verdad que durante su campaña electoral el actual presidente apuntó a que la mejor política exterior es la política interior y que muchos de sus actos están pensados para el consumo interno. Esto explica su constante búsqueda de enemigos, tanto dentro como fuera del país, con el propósito de desviar la atención de aquellos problemas que más pueden dañar su imagen o condicionar el logro de sus objetivos.

Aquí entran en escena España y su discurso contra la conquista española y la destrucción del mundo mexicano prehispánico. Con cierta razón, López Obrador cree que así conectará mejor con el sentimiento nacionalista tan presente en la sociedad mexicana, especialmente entre sus votantes, a los que pretende mantener movilizados. ¿Por qué España? Si bien para el nacionalismo mexicano hay otro factor muy potente, como EEUU, el vecino del norte, ese que está tan lejos de Dios, éste es un hueso mucho más duro de roer. Basta ver lo ocurrido con Texas, California, Arizona y otros territorios desgajados de lo que había sido el virreinato de la Nueva España.

De enfrentarse a EEUU, México perdería mucho más de lo que López Obrador cree que ocurriría con España. De ahí su casi total sumisión a Donald Trump y su sacar pecho frente a España. El cálculo costo – beneficio es claro y por eso la presente ofensiva mediática. Ahora bien, el presidente debería tener en cuenta que España es el segundo inversor en México, solo detrás de EEUU, con un stock de 77.000 millones de euros, y la presencia de casi 7.000 empresas, tanto las del IBEX-35, como muchas pequeñas y medianas. Y que esas inversiones crean miles de empleos y destinan millones de pesos a pagar impuestos.

En los últimos años ha crecido el tamaño de la colonia mexicana en España, y la inversión de ese origen se ha convertido en la sexta más importante, después de EEUU y algunos países europeos

Pero hay más. En los últimos años ha crecido el tamaño de la colonia mexicana en España, y la inversión de ese origen se ha convertido en la sexta más importante, después de EEUU y algunos países europeos. Y en España, esa inversión es bienvenida y encima nadie dice México o los mexicanos están robando.

Pese a todo, después del revuelo inicial, AMLO reconoció dos cosas. La primera, importante, que pausa no es ruptura. La segunda, más obvia, que cuando se vaya del gobierno, probablemente la relación bilateral vuelva a la normalidad. Esto es así dada la solidez y la fortaleza de los vínculos existentes, aunque esto no quiere decir que no se pagará un precio por sus exabruptos, que con seguridad ya han provocado más de una herida y frenado (¿pausado?) alguna inversión importante o la relación con alguna empresa. Pero habrá otras áreas que puedan verse afectadas, como la iberoamericana, y sus Cumbres, y ahí también habrá que estar alertas.