Opinión | ANÁLISIS

El Gobierno receta optimismo contra la fatiga del país

El balance de Pedro Sánchez abona la estrategia basada en la idea de que hay una mayoría que quiere certezas, resultados y estabilidad, que valora que haya un Gobierno que gobierne y un presidente en quien confiar

Pedro Sánchez, durante la presentación del informe de rendición de cuentas del Gobierno.

Pedro Sánchez, durante la presentación del informe de rendición de cuentas del Gobierno. / JOSÉ LUIS ROCA

Hay veces que tus amigos te adulan y te dicen que estás mejor que nunca y te cuentan todos esos planes que se supone que vais a hacer juntos y tú, presa de la astenia y la apatía, los maldices en silencio. No tienes ánimo para escucharles. Porque, a veces, aplicado sin medida, el optimismo puede ser contraproducente.

El optimismo es la receta que ha elegido el Gobierno para combatir la fatiga de un país que lleva casi dos años de pandemia y que encaja nevadas, enjambres sísmicos y coladas volcánicas cada vez con menos capacidad para la sorpresa. Curados de espanto, casi todo da lo mismo. A algunos ministros se les tuerce el gesto cuando constatan el poco espacio mediático que ocupan todos esos proyectos estrella que han pactado con Bruselas, que demuestran que de esta crisis se sale “de una forma diferente” y que se pierden como gotas en un aguacero cualquiera. Como si el aluvión de millones europeos fuera algo ordinario, se lamentan algunos. Como si la gestión no importase, como si en el ánimo colectivo solo se quede lo anecdótico, lo escandaloso, lo indignante, lo doloroso.

Pero Pedro Sánchez ha decidido liderar el optimismo. El balance que presentó en su última comparecencia del año abona esa estrategia, basada en la idea de que hay una mayoría que quiere certezas, resultados y estabilidad, que valora que haya un Gobierno que gobierne y un presidente en quien confiar. En éstas está Sánchez.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante su comparecencia en Moncloa.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante su comparecencia en Moncloa. / José Luis Roca

Después de un inicio de legislatura desquiciado por la excepcionalidad y decisiones políticas de alto riesgo, indultos incluidos, el Gobierno ha terminado 2021 abrazado a la paz social que garantizan patronal y sindicatos y apostando por que la lluvia fina de los asuntos que salen de los consejos de ministros termine calando en una mayoría de gente sensata, que valora la serenidad frente a la crispación que proyecta la bancada de la oposición.

Desde el primer día, el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos ha tenido en frente a una derecha muy movilizada contra la coalición y sus alianzas con los independentistas así que el reto que tiene ahora por delante es ilusionar a los suyos y convencerles de que merece la pena ir a votar para preservar los logros del Ejecutivo progresista. Y hay compromisos de carácter ideológico, como la Ley de Eutanasia o la Trans, que son fácilmente evaluables pero lo que vende Pedro Sánchez va mucho más allá: una profunda modernización del tejido productivo y de las relaciones laborales, la digitalización de la economía o la transición ecológica.

Vende el presidente transformaciones de tal envergadura que, para convertirse en algo tangible, superan los dos años que le quedan a la legislatura y enuncia objetivos tan ambiciosos que pueden confundirse con la propaganda, con esas promesas que cuentan los políticos y que no te crees y que no te apetece escuchar mientras lidias con la subida de los precios y tus problemas cotidianos. Porque el optimismo, como cualquier medicamento, hay que dosificarlo en píldoras para que no provoque efectos adversos en el paciente. Sánchez tiene dos elecciones en 2022 para poner a prueba su tratamiento.