Opinión | ECONOMÍA

¿Cómo nos defendemos de los nuevos monopolios?

La ley europea de Mercados Digitales pondrá fin a los abusos y favorecerá la competencia

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Google / UNSPLASH

La información es poder. Pocos lo han entendido mejor que las grandes empresas tecnológicas. Conocer a sus usuarios, recabar información sobre gustos y prioridades, manías y fijaciones, les ha permitido construir auténticos imperios digitales. Los datos son el nuevo oro negro y tener acceso a ellos, saber obtenerlos, procesarlos y utilizarlos, es lo que marca la diferencia. Así es como nacieron y se hicieron gigantes estos nuevos monopolistas del siglo XXI.

Google, Amazon, Facebook y Apple son algunas de las compañías que más éxito han tenido en la economía de datos. Alcanzaron la cima a través del desarrollo y uso de nuevas tecnologías, y de su mano hemos vivido la transformación digital que ha caracterizado las últimas dos décadas. Su producto estrella no ha sido otro que la información que tienen sobre miles de millones de personas en todo el mundo.

Todo cuanto vemos en redes sociales está pensado para que así sea; y generar controversias es parte de la estrategia, porque llama la atención y entretiene

El caso de Facebook es emblemático. Cada vez que damos un “me gusta”, comentamos una noticia o entramos en un enlace, la compañía toma nota y aprende algo sobre nosotros. El algoritmo se encarga de lo demás: crea un perfil psicológico y lo alimenta a través de un contenido personalizado cuyo objetivo único es el de mantener a la persona activa. Todo cuanto vemos en redes sociales está pensado para que así sea; y generar controversias es parte de la estrategia, porque llama la atención y entretiene. Su lado más perverso lo vimos con el escándalo de Cambridge Analytica, cuando se supo que los datos de 50 millones de usuarios se habían usado, sin su consentimiento, para la campaña presidencial de Trump en 2016. Las revelaciones mostraron hasta qué punto Facebook saca tajada de la polarización y el odio, que vende como un producto más de su catálogo.

Apple tampoco está exento de polémica, si bien hace otro uso de la información con la que cuenta. Tanto en Bruselas como en EEUU están investigando si la compañía ha inflado los precios en su exclusiva App Store para aprovecharse de que es el único distribuidor de aplicaciones en los iPhone.

Por su parte, Google y Amazon están siendo investigados por abusar de sus competidores, sirviéndose de los datos que recogen sus plataformas. Ambos estarían favoreciendo sus propios productos frente a los de las empresas que venden sus artículos o servicios en sus famosos mercados online.

Prácticas como estas han motivado que reguladores y legisladores de todo el mundo tomen cartas en el asunto. En la Unión Europea, la Comisión ha sido muy activa tratando de poner coto a los abusos de los gigantes tecnológicos. El arsenal con el que cuenta para ello, sin embargo, se ha visto muy pronto superado por los acontecimientos. Hacía falta una nueva herramienta a medida del desafío al que nos enfrentamos.

Así nació la nueva Ley de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas en inglés) que estamos negociando en el Parlamento europeo. Hemos entendido que muchos de los problemas mencionados se podrían remediar rompiendo el monopolio sobre los datos. Si la información fluyera, estas empresas no podrían imponer sus condiciones sobre los usuarios. Sus abusos de la privacidad tendrían un coste.

Si queremos garantizar que las empresas compiten ofreciendo mejor calidad y precios en beneficio de los consumidores, la norma debe ser la interoperabilidad.

Un ejemplo: ahora mismo, un teléfono de Vodafone puede llamar a uno de Movistar. ¿Por qué no puede un usuario de WhatsApp enviar un mensaje a otro en Telegram? Las aplicaciones de mensajería instantánea actúan cada una por su cuenta, de forma que los usuarios, si deciden cambiar y salirse de una plataforma, se quedan sin la posibilidad de hablar con amigos y familiares. No es de extrañar que muchos traguen ante los abusos de su privacidad cometidos por estas plataformas. No tienen posibilidad de salirse sin pagar un precio que es inasumible para muchos: el de la desconexión.

Sin embargo, los incentivos para que las tecnológicas mejoren sus prácticas serían muy diferentes si supieran que los consumidores tenemos la posibilidad de abandonar sus aplicaciones fácilmente. Lo mismo pasaría con las pymes que usan los servicios de Google, Amazon y Apple para vender sus productos. La interoperabilidad abriría la puerta a la competencia y otorgaría mayores incentivos para la innovación, basada, esta vez, en la calidad de los servicios, y no en contar o no con datos personales.

Los monopolistas del siglo XXI deben correr la misma suerte que sus antecesores del petróleo y las telecomunicaciones: ser regulados. Es un desafío que requiere de una respuesta común europea. Sólo podremos hacer frente a las compañías más poderosas del mundo si actuamos juntos, con el poder que nos da un mercado único de 450 millones de personas. La nueva Ley de Mercados Digitales es esa respuesta: la defensa del interés general poniendo fin a los abusos en la economía digital.