Opinión

Del rosa al amarillo

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño / Marta Fernández Jara - Europa Press

En las jornadas del Cercle d´Economia, celebradas en junio en Barcelona, había alegría. Fuera las mascarillas, el PIB iba a rebotar y Pedro Sánchez y Nadia Calviño hablaban y eran aplaudidos. Broche final: Garamendi (CEOE), bendecía los indultos a los políticos catalanes condenados.

Esta semana, asamblea en Pamplona del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), el clima era otro. Su presidente Marc Puig lamentaba que ni Pedro Sánchez ni Nadia Calviño hubieran aceptado su insistente invitación para escuchar a las grandes empresas con centro de decisión en España. Y había preocupación por el posible (y temido) cambio en el régimen fiscal de las sucesiones en las empresas familiares, que fue acordado hace muchos años con Felipe González y que es bastante común en Europa. Y Puig, muy aplaudido, repitió que se opondrían a que las empresas españolas quedaran en inferioridad de condiciones con sus competidoras.

¿Qué ha pasado entre junio y octubre? Primero, que a las buenas expectativas mundiales de junio les ha salido un grano venenoso: el brutal aumento del precio del gas natural, los cuellos de botella en los suministros y la reaparición de la inflación. En España estamos en el 5,5% en octubre. Y aunque los bancos centrales afirman que es coyuntural -Lagarde esta misma semana- quizás es que tienen miedo a tener que subir los tipos de interés y abortar la recuperación. El fantasma de la inflación empozoña todo.

Además, Calviño ha perdido credibilidad. Apostó por un crecimiento del 6,5% del PIB este año y del 7% en el 2022, lo que le ha permitido presentar unos presupuestos simpáticos. Pero las previsiones se están esfumando y aunque el empleo ha ido muy bien este verano -dato importante-, el viernes el INE confirmó que el PIB crecerá menos de lo previsto. Con un 2% en el tercer trimestre y un ritmo anual del 2,7%, es difícil que el crecimiento del 2021 llegue al 4,5% (no sería lo peor), dos puntos menos de lo que decía Calviño. El 7% del 2022 ya parece quimérico. 

No es solo la credibilidad económica la que sufre. La política se degrada. El rifirrafe sobre la ley de vivienda ha mostrado que Podemos es un socio muy incómodo para un presidente que dijo en el reciente congreso de Valencia que el PSOE es la encarnación española de la pragmática socialdemocracia europea. 

La vivienda es fundamental, pero no nuclear. Un poco de populismo en tiempo tiene alguna excusa y Pedro Sánchez prometió derogar la reforma laboral de Rajoy (tampoco Felipe quería la OTAN). Y lo rubricó cuando el pacto del abrazo con Pablo Iglesias tras las segundas elecciones del 2019. Pero un país que pide 140.000 millones a la UE y cuyo abultado déficit público es solo posible por la política de bajos tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) no puede permitirse una normativa laboral contraria al mínimo común denominador europeo. Y la Comisión de Bruselas y el BCE creen que la reforma Rajoy, pese a excesos, fue eficaz porque permitió crear mucho empleo. ¡Puede ser corregida, no desmantelada!

El Gobierno así lo vino a admitir al solicitar los fondos de regeneración europeos. Por eso es absurdo que Sánchez no haya ido corrigiendo el tiro (como hizo Felipe con la OTAN) y haya seguido insistiendo (congreso de Valencia) en la derogación. 

Y cuando ha intentado corregir a la vicepresidenta Yolanda Díaz, que iba a una reforma que daba la razón a los sindicatos y excluía a la CEOE, se ha encontrado con crisis con mayúsculas que, la resuelva como la resuelva a corto, ya ha dañado más su credibilidad. Estaba claro que sin acuerdo con la CEOE -y quitando fuerza a los convenios de empresa- tendría serias dificultades en Bruselas. ¿Por qué pues no preparar el terreno? No se pueden proclamar todos los días -y hasta el final- dos cosas incompatibles: liquidar la reforma Rajoy y pactar en Bruselas que no se quitaría flexibilidad a la economía.

Un ministro -dicen que el que más manda- me dice: “al final, en el último segundo del último minuto, habrá acuerdo con Podemos”. Vale, los acuerdos del último segundo quizás ayuden a sobrevivir. Pero, repetidos, quitan credibilidad. Y en tiempos convulsos (los precios subiendo un 5,5%) la autoridad moral es el principal paraguas del gobernante.