MUNDIAL DE QATAR

El-Hadary, el arquero de los ‘faraones’ que se convirtió en el ‘abuelo’ de los mundiales

El cancerbero egipcio pasó a ser el futbolista de mayor edad en disputar un campeonato del mundo de fútbol al jugar en Rusia 2018 frente a Arabia Saudí a los 45 años de edad

El-Hadary, arquero de Egipto.

El-Hadary, arquero de Egipto. / PHILIPPE DESMAZES

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Siempre se ha dicho que la carrera de un futbolista de élite es corta. Cierto es que en la actualidad los profesionales se cuidan más y su preparación física es cada vez mejor, lo que facilita que se alargue su etapa profesional. Aún así, el fútbol no deja de tener estas particularidades ligadas al calendario vital como parecer que entras como jugador en la tercera edad a partir de los treinta y pocos. Primero empiezan llamándote veterano, y a la mínima te han colgado el sambenito de ‘abuelo’. Eso explica que a Essam El-Hadary se lo considere ‘el abuelo de los mundiales’. Nadie ha disputado un campeonato del mundo con más años que él, que tenía 45 cuando el argentino Héctor Cúper, seleccionador nacional de Egipto por entonces, decidió darle la titularidad ante Arabia Saudí en el tercer partido de su selección en el Mundial disputado en Rusia en 2018.

Pero aquello no fue exactamente un regalo, sino un premio al esfuerzo, al tesón y al sacrificio de los que hizo gala El-Hadary a lo largo de una larga carrera profesional que había comenzado en 1993, cuando debutó profesionalmente con el Damietta, el equipo de su localidad natal.

Su buen desempeño allí llamó la atención de un grande del fútbol egipcio, el Al-Ahly, donde le costaría solo un año hacerse con la titularidad en la portería. En ese club acumuló títulos domésticos a lo largo de doce años: nueve Ligas, cuatro Copas y tres Supercopas. Y recibió la llamada de la selección, con la que también se acostumbró a los triunfos, destacando las tres Copas de África de Naciones consecutivas que alzó el combinado egipcio (2006, 2008 y 2010). Entre medias, su paso al fútbol suizo, no exento de polémica, tras fichar por el FC Sion, pese a las quejas de su club, que argumentaba que el cancerbero incumplía su contrato. La FIFA dio la razón al futbolista y en 2008 se proclamó campeón de la copa Suiza.

Cuando ya parecía que su carrera llegaba a su fin, tras haber pasado por varios clubes más del fútbol egipcio, de Sudán y de Arabia Saudí, fue convocado por Cúper para disputar el Mundial de Rusia 2018. Allí acudía como tercer guardameta, pero su principal papel era actuar como inspirador y motivador de los futbolistas más jóvenes. Sabía que apenas tenía opciones de jugar, pero se preparó a conciencia. Sus compañeros de equipo siempre destacaban la entrega en los entrenamientos de El-Hadary. Era el primero en llegar y el último en marcharse. Se mantenía en forma, controlaba su peso, su alimentación y se daba baños de agua fría, uno de sus secretos para resultar una especie de Dorian Gray futbolístico capaz de romper la maldición del personaje literario.

Con su casi metro noventa de estatura dominaba el juego aéreo y lo complementaba con una perfecta colocación bajo los palos y unos excepcionales reflejos.

En 2018, Egipto acudía a un Mundial tras 28 años de ausencia. Su última participación databa de Italia ‘90. La selección de los ‘faraones’ no tuvo demasiadas opciones en el torneo: cayó derrotada en los primeros partidos frente a Uruguay (1-0) y Rusia (3-1). Entonces, el seleccionador de Egipto decidió darle a El- Hadary la titularidad frente a Arabia Saudí en el tercer encuentro y, de paso, también el billete a la historia del fútbol mundial. A sus 45 años, cuatro meses y nueve días, el meta egipcio se convirtió en el futbolista de mayor edad en participar en un Mundial, superando el récord que ostentaba hasta entonces otro guardameta, el colombiano Faryd Mondragón, que había jugado unos minutos con su selección el campeonato de 2014 con 43 años y 3 días de edad. Aquel día El-Hadary también se convirtió en el primer cancerbero egipcio en detener un penalti en un campeonato del mundo.

El cancerbero africano dijo sentirse entonces el “hombre más feliz el mundo”, pero fue más allá, consciente de lo que representaba su proeza no solo a título individual, sino para el fútbol de su país: “Gracias a dios, este hito es más para Egipto que para mí. Es una hazaña para todos los egipcios”, declaró a la FIFA tras el partido.

Atrás quedaban años de duros sacrificios, de aplomo y decisión para convencer a su padre, un ebanista que le había conminado a estudiar o a seguir su profesión, de que cabía esa tercera vía, la de su vocación, que no era otra que la de ser portero de fútbol. Por eso, durante algún tiempo debió de jugar a escondidas e incluso lavar su propia ropa en el río para evitar que las manchas de arena, polvo y barro en las prendas desvelaran sus partidos jugados en secreto.

A El-Hadary lo apodaban el Buffon de África, porque tenía ese porte de guardameta grande, pero ágil, que se desenvolvía como pocos bajo el travesaño y porque, como el italiano, soportaba el paso de los años y ganaba experiencia manteniendo la sobriedad en el aspecto físico. “La edad es sólo un número”, solía decir, pero le llegó la hora también de la retirada, el número de la despedida, la fecha en la que tantos años después de su debut se quitaba los guantes por última vez. Fue el 26 de marzo de 1996. Dejaba atrás una estela repleta de títulos nacionales e internacionales, 159 partidos con la selección egipcia y un récord en la historia del fútbol difícil de superar. Sí, el de ser el ‘abuelo’ de los mundiales.