A FONDO

El museo del barbero de Picasso en la Sierra de Madrid

El Ayuntamiento de Buitrago del Lozoya acoge en sus bajos una colección con 80 obras que el artista malagueño fue regalando a Eugenio Arias, su peluquero durante 25 años

Interior del Museo Picassso. Colección Eugenio Arias de Buitrago del Lozoya con el cagafierro "Pájaro del progreso". al fondo.

Interior del Museo Picassso. Colección Eugenio Arias de Buitrago del Lozoya con el cagafierro "Pájaro del progreso". al fondo. / ALBA VIGARAY

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

"Arias", así se solía referir a él, mi amigo Arias, "mis obras de arte cuelgan por todas partes, en Nueva York, Londres, París, en todas las capitales del mundo, pero los pueblos se quedan siempre de vacío. ¿No necesitan nada? Los pueblos mantienen con vida a las ciudades". De esa forma, al menos, lo contaba él, quien entonces respondió que legaría a su pueblo todas las obras que a lo largo de los años su interlocutor le había ido regalando. "Me abrazó y me dijo que me ayudaría en ese empeño. Murió, y no pude por menos que cumplir su promesa".

De aquella conversación mantenida a finales de los años sesenta o primeros setenta del siglo XX nació uno de los museos más peculiares de Madrid. El artista era Pablo Picasso, la figura más influyente de la pintura del siglo XX. La persona con que hablaba, Eugenio Arias, su peluquero durante los últimos 25 años de su vida. Y su pueblo, Buitrago del Lozoya, en la Sierra Norte, a unos 70 kilómetros de la capital. El barbero cumplió su promesa. Desde 1985, la pequeña localidad madrileña, 1.967 vecinos, alberga el Museo Picasso. Colección Eugenio Arias, un modesto espacio con casi 80 obras del malagueño y una hermosa historia detrás.

"Picasso y Eugenio Arias se conocieron en Vallauris, en el sur de Francia en 1948, cuando el artista se instala allí y el matrimonio Ramié, propietario del taller de alfarería Madoura, le comenta que hay otro español allí que tiene una peluquería", explica Susana Durán, conservadora del museo. Arias empieza a cortarle el pelo y lo que comienza como una relación entre un peluquero y su cliente va tomando la forma de una sólida amistad. Picasso le va regalando obras dedicadas: litografías, cerámica, dibujos en libros y catálogos..., que el barbero va atesorando. "Nunca pasó entre nuestras manos un franco, una peseta o un dólar", le gustaba decir a Arias. Algunas de esas obras las exhibía en su salón de peluquería en Vallauris. Pero no era extraño que en la cabeza y el corazón de un hombre exiliado durante casi 40 años a lo largo de los cuales no quiso nunca adoptar la nacionalidad francesa, terminara por germinar la idea de un abrir un museo en su pueblo natal, el mismo que había abandonado tras la Guerra Civil y al que no volvió por primera vez hasta 1977.

Bacía de barbero regalada por Picasso a Arias por su 50 cumpleaños.

Bacía de barbero regalada por Picasso a Arias por su 50 cumpleaños. / ALBA VIGARAY

Nacido en Buitrago en 1909, hijo de un sastre y sobrino de un barbero, con quien aprendió el oficio, Eugenio Arias se afilió al Partido Comunista en 1931. Cinco años después, al estallar la Guerra Civil, luchó primero en la Sierra madrileña y luego en la batalla de Teruel, en la que resultó herido en la pierna derecha además de arrastrar secuelas en uno de sus pulmones como consecuencia de la onda expansiva de una detonación. Huyó a Francia, estuvo en campos de internamiento, se unió a la Resistencia, combatió en el maquis contra el franquismo en el Valle de Arán y tras una breve temporada en París acabó instalándose en el sur de Francia llevado por su afección respiratoria. Allí terminó instalándose en Vallauris, donde abrió un salón de peluquería con quien años después se convertiría en su esposa, Simonne Francoual.

Supersticioso con su pelo

A pesar de la diferencia de edad, Picasso encontró en él, de entrada, una persona discreta y que, sin embargo, le hablaba con franqueza. Les unían muchas cosas. Para empezar la añoranza de España. El artista había prometido no volver mientras perdurase la dictadura. Para seguir, la afición taurina. Durante años los dos fueron juntos a las corridas en Arles, Fréjus o Nimes y prolongaban la excursión comentando en español la faena. Hay numerosas fotografías en las que se les ve juntos en la barrera y el museo de Buitrago da buena cuenta de esa pasión compartida. Y también el compromiso político. Es posible que Picasso no lo recordara y Arias, tan poco dado al alarde, se guardó de comentárselo, pero la primera vez que los dos se saludaron no fue en Vallauris en 1948, sino tres años antes en Toulousse, en la celebración del 50 cumpleaños de Dolores Ibárruri, 'la Pasionaria', con quien Arias había compartido lucha. Nunca renunció a su militancia comunista. De hecho, él fue el autor de la célebre peluca con que Santiago Carrillo entró de incógnito en España en 1976.

Veintiocho años más joven, Arias terminó siendo mucho más que el peluquero del artista. Y no hubiera sido poco que se hubiera quedado en eso. Como relatan las investigadoras alemanas Monika Czernin y Melissa Müller en 'El barbero de Picasso. Historia de una amistad' (Siglo Veintiuno de España Editores, 2002), no era fácil que se dejara cortar el cabello por cualquiera. "Si bien había ido de joven al peluquero en París, hacía años que solo sus mujeres podían cortarle el pelo", escriben. "Por lo visto temía que quien poseyera sus cabellos o sus uñas pudiera llegar a tener poder sobre él [...]. Los cabellos y las uñas cortadas tenían que envolverse en un papel de seda o ser puestos en una cajita y ser guardados cuidadosamente".

Arias cortando el pelo a Picasso en La Californie, fotografiado por David Douglas Duncan en 1957.

Arias cortando el pelo a Picasso en La Californie, fotografiado por David Douglas Duncan en 1957. / Museo Picasso – Eugenio Arias. VEGAP. Sucesión Picasso.

El barbero buitragueño, sin embargo, se ganó su confianza. Con frecuencia acudía a sus sucesivas residencias de La Galloise, La Californie o Mougins. Picasso le llegó a regalar un coche, un Dauphine gris, para que pudiera ir. El artista y Françoise Gilot, su mujer de entonces, firmaron como testigos en el acta de boda de Eugenio con Simonne, en 1950. Después, Arias cortaría el pelo no solo a Picasso sino también a Jacqueline Roque, su última esposa. Czernin y Müller llegan incluso a señalarle como "su enlace con los comunistas". "'Quien quiera ver a Picasso tiene que visitar primero a Arias', se decía entre los exiliados españoles", se lee en su libro. "También Santiago Carrillo, que durante esos años fue huésped repetidas veces en La Californie y una vez en el castillo de Vauvenargues, debía llamar primero a Arias si quería hablar con el artista compatriota suyo, pues entrar directamente en contacto con Picasso era simplemente imposible".

Picasso se decía "segundo padre" de Arias, y este, pese a lo cordial de la relación que terminaron por construir, siempre lo trató de usted, de la misma forma que nunca hubiese tuteado a su padre. En una ocasión el artista hasta le invitó a dar un par de pinceladas en una de sus obras, el mural 'Guerra y paz', y bromear después diciendo que tendrían que firmar a medias. Tan fuerte llegó a ser el vínculo que su "amigo Arias", como se lee en las múltiples dedicatorias de las obras que están hoy en el museo de Buitrago del Lozoya, fue una de las apenas media docena de personas que veló su muerte. "Se mandó traer una capa de la casa madrileña Seseña, un símbolo tan inconfundiblemente español, para cubrirle", afirma Durán.

En los bajos del Ayuntamiento

A la altura de aquel 8 de abril de 1973, Picasso había regalado a Arias una buena cantidad de dibujos, cerámicas o litografías dedicadas con trazos y anagramas que las hacían únicas. El barbero, que aunque tuvo que dejar la escuela a los nueve años, siempre estuvo interesado por la cultura, un interés que le llevó a organizar una pequeña biblioteca en su juventud en Buitrago y a juntar muchos años después hasta 4.000 libros en su casa en Francia, ya albergaba la idea de un museo.

Ayuntamiento de Buitrago del Lozoya con el cartel que anuncia el museo.

Ayuntamiento de Buitrago del Lozoya con el cartel que anuncia el museo. / ALBA VIGARAY

No fue, sin embargo, hasta 1985, doce años después, cuando se pudo materializar. Tras la firma de un acuerdo con la Comunidad de Madrid que establecía el pago de una renta vitalicia, el Museo Picasso. Colección Eugenio Arias, abrió en los bajos del Ayuntamiento de Buitrago del Lozoya. Allí sigue, si bien en 2008, precisamente el año en que, casi centenario, con 98 años, murió Arias, en Francia, se sometió a una remodelación y a un nuevo diseño museográfico más moderno que le confirió su actual aspecto.

La estancia, no muy grande, se divide en tres secciones divididas por las vitrinas y tabiques en que se muestran las obras. Cada una de esas tres secciones vienen a corresponder con los tres pilares de la relación entre el artista y su barbero. "La primera se llama 'Para mi amigo Arias' y se compone de todos los regalos referentes a la barbería y a la amistad que les unió", detalla Susana Durán. Entre dibujos de mosqueteros, un retrato a tinta de Rembrandt o un precioso retrato al pastel de Jacqueline Roque realizado en la guarda de un libro destaca una placa cuadrada de poco más de un metro de lado. Representa un pájaro, 'Pájaro del progreso', informa su título, y fue un regalo de Picasso a Arias para darle suerte cuando este abrió su segundo salón de peluquería en Vallauris, donde Arias lo tuvo colgado. Lo singular, que lo convierte en una pieza extremadamente rara, es la técnica empleada: Picasso lo hizo a partir de desperdicios de hierro triturados.

Litografía 'La Española', elaborada por Picasso a partir de una fotografía de la madre de Arias.

Litografía 'La Española', elaborada por Picasso a partir de una fotografía de la madre de Arias. / ALBA VIGARAY

"La siguiente sección", prosigue la conservadora del museo, "es 'Palomas y prisioneros', en alusión al compromiso por la paz y la libertad que ambos compartieron". Entre las curiosidades de este pasillo, está 'La española', una litografía realizada por el autor del 'Guernica' para pedir el apoyo de otros artistas a la amnistía de los expatriados y los presos políticos en España. La mujer que se ve es Nicolasa Herranz, la madre de Arias, a quien Picasso conoció personalmente cuando ella viajó a Vallauris a visitar a su hijo. El retrato, no obstante, lo hizo a partir de una fotografía que le dio a Eugenio.

Por último, 'Picasso Toro' aglutina los dibujos de toreros y escenas de tauromaquia con que el artista obsequió a Arias, quien llegó a cortar el pelo también a Luis Miguel Dominguín.

Técnica única

No hay ningún lienzo en el museo. La pieza más valiosa, sin embargo, se expone a la entrada, en una vitrina, junto a la leyenda "Usted primero", que es lo que decían todos los clientes cuando se encontraban a Picasso en la peluquería de Arias en los primeros tiempos, cuando el artista iba por el local. Pronto dejó de hacerlo y era Arias el que acudía a su casa, en algunas épocas hasta dos veces por semana. Ahí, en esa vitrina, descansa una caja de madera no muy grande, 34 centímetros de largo, 13 centímetros de ancho y 6 centímetros de largo. De ella asoman útiles de barbero: un cepillo, unas tijeras, un cortapelos manual... Y en ella se puede leer "Para mi amigo Arias. Picasso 20.I.60" entre escenas taurinas. El artista se la regaló como estuche para sus herramientas.

Si no está en la sección 'Picasso Toro' ni en 'Mi amigo Arias' es por lo insólita que resulta. La madera está grabada con un material incandescente en lo que se conoce como pirograbado. Es la única vez en su vida que se tiene constancia de que Picasso utilizara esta técnica. Ya inaugurado el museo de Buitrago, contó Arias a Czernin y Müller, un japonés acudió a visitarle a Vallauris y le extendió un cheque para que él lo rellenara con la cantidad que quisiera a cambio del cofre. Arias no lo rellenó.

Estuche pirograbado por Picasso para Arias en 1960.

Estuche pirograbado por Picasso para Arias en 1960. / ALBA VIGARAY

El cofre, y el resto de obras, tendrán un nuevo hogar pronto. A escasos 20 metros de su ubicación actual, una antigua casa más amplia, con esgrafiado segoviano en la fachada, en las que las 79 piezas de la Colección Eugenio Arias lucirán seguramente más que ahora, acogerá en un futuro el museo. Se trabaja con el horizonte de que en 2025 sea posible el traslado, aunque aún no hay fecha de ejecución de las obras. Entretanto, los visitantes deberán seguir entrando al Ayuntamiento y bajar los dos tramos de escaleras que conducen ahora hasta la sala. El acceso es gratuito.

Son 40.000 personas las que acuden cada año, una cifra, para Durán, más que satisfactoria, teniendo en cuenta la distancia a Madrid, de casi una hora en coche. Desde el punto de vista del número de visitas, se podría pensar que es un hándicap. Pero al mismo tiempo, estar en Buitrago es su fuerza. Abrazada por el Lozoya, con un monumental castillo y un casco histórico declarado Bien de Interés Cultural, la villa constituye uno de los puntos de mayor atractivo turístico de la Sierra Norte. Pero, sobre todo, es que no tendría sentido en otra parte, porque no solo muestra el genio de Picasso. También testimonia una amistad.