GASTRONOMÍA

Tascas de Chamberí para celebrar los 75 años de Joaquín Sabina

El músico, que sopló las velas hace unos días, les cantó en la mítica 'Yo me bajo en Atocha' y nosotros hacemos ruta por este barrio

La barra de Fide (Madrid)

La barra de Fide (Madrid) / Javier Sánchez

“Pasarela Cibeles, cárcel de Yeserí­as, Puente de los Franceses, tascas de Chamberí…”. Así reza la letra de ‘Yo me bajo en Atocha’, uno de las canciones más celebradas de Joaquín Sabina y casi un himno oficioso de la ciudad. El flaco de Úbeda ha cumplido este febrero tres cuartos de siglo entre nosotros y qué mejor homenaje podríamos hacerle que salir a tomar cañas y tapas en esas tascas de Chamberí que él destacaba como parte esencial del alma de Madrid.

Según estadísticas de 2019 -previas a la pandemia, por lo que es posible que el número real sea mayor- en Chamberí hay más de 1.300 bares. La concentración es especialmente importante en algunas calles, como Ponzano, que reúne casi 80 en su kilómetro escaso. Aquí va una selección de siete, donde se junta lo moderno con lo antiguo: lo eterno, en suma.

Fide

Con dos ubicaciones que resultan complementarias (una en Ponzano, 8, y otra en Bretón de los Herreros, 17), el Fide tiene muy claros cuáles son sus poderes: barra de mármol, cañas impecablemente tiradas y una selección de delicias del mar, tanto frescas como en conserva, para dejarse llevar. Obviamente, una taberna así se convierte en otra cosa cuando uno se pide un centollo “preparado”, unos percebes o unas almejas de Galicia. Los fines de semana las dos sedes están de bote en bote. Entre semana puede uno encontrarse parroquianos disfrutando de la ensaladilla rusa o grupos de guiris felices, descorchando botellas de albariño y entregándose a la causa. 

El Bar Ferreras, en Bravo Murillo.

El Bar Ferreras, en Bravo Murillo / Javier Sánchez

Ferreras

Esta clásica dirección (Bravo Murillo, 25) tiene ese aire de tasca de toda la vida, sin imposturas ni filigranas. Dos camareros veteranos custodian la barra de estaño en la que se despachan cañas tiradas magníficamente con su golpe para asentar y su extra de espuma. Mucho oficio que también se nota en la propuesta alimenticia, donde sobresale esa rareza a día de hoy que es el bocadillo de boquerones en vinagre. Para acompañar, latas, algo de chacina y poco más. Especialmente concurrido los día de partido (juegue quien juegue) y los fines de semana a mediodía. Cumplió 70 años en 2023.

La taberna Alipio Ramos (Madrid)

La taberna Alipio Ramos (Madrid) / Javier Sánchez

Alipio Ramos

Una de las más clásicas (y vetustas) tascas de Chamberí (Ponzano, 30), que conserva ese aire decididamente viejuno (que no ‘vintage’). Nació en 1916 como bodega pero con el tiempo evolucionó hacia la taberna que sigue siendo hoy en día. En su interior siguen las tinajas y una amplia colección de botellas antiguas. Tanto en la entrada como en el salón interior hay mesas para disfrutar de sus buenas patatas bravas -con esa salsa ‘pimentera’ tan de Madrid-, sus navajas a la plancha o sus berberechos al vapor. De lo más auténtico de Ponzano.

La taberna La Mina (Madrid)

La taberna La Mina (Madrid) / Javier Sánchez

La Mina

Hija de aquella bodega La Mina (General Álvarez de Castro, 8) que sobrevivió hasta el año 2013 con sus vidrios pintados, sus montados de lomo y su falta de pretensiones. El que siga a la búsqueda de algo así puede remontar la calle hasta el bar Río del Narcea (en el 28), que permanece prácticamente inalterado. En La Mina actual ya no se tiran cañas (solo dobles) y se despacha cosa fina: ibéricos, mojama, gambas… Las tinajas de barro originales conviven ahora con los barriles de acero de la cerveza y el ambiente empuja al ver y dejarse ver.

Bodega La Ardosa de Santa Engracia

Bodega La Ardosa de Santa Engracia / Javier Sánchez

La Ardosa

De todas las tabernas que proliferaron en Madrid con este nombre, en homenaje a una zona vitivinícola de Toledo, quedan un par. La de la calle Colón es la más conocida, pero en Santa Engracia (en el número 70) sobrevive otra desde 1919 en la que, además, hubo relevo en la gestión hace tres años. Su fachada azulejada, pintona como pocas, sigue intacta (buenas noticias) y la oferta es sencilla, pero efectiva. Cañas, vinos, y que uno espera para picar de un sitio como este: anchoas, oreja, torreznos… Aunque el interior es pequeño, cuenta con terraza en la que, eso sí, su encanto se diluye irremediablemente.

Vermutería La Violeta

Vermutería La Violeta / Vermutería La Violeta

Vermutería La Violeta

Imposible no enamorarse a primera vista de este local al que, para que nadie se llame a engaño, se viene a ‘vermutear’ (suele haber más de una veintena de referencias en carta). Nacida también como bodega hace más de 70 años, este local (Vallehermoso, 62) vive ahora una segunda juventud tras su reapertura en 2016. Resulta difícil no enamorarse de su barra de mármol, del eterno buen rollo que se respira y de una banda sonora que denota el buen gusto de los dueños: buen rock and roll y nada de música de ascensor. Para comer, salazones, encurtidos y bocatas con enjundia que ayudan a alargar el rato.

La mítica tortilla de Sylkar (Madrid)

La mítica tortilla de Sylkar (Madrid) / Sylkar

Sylkar

Cuando la tortilla de patata era únicamente tortilla de patata y no un bocado de culto sujeto a la obsesión de los ‘foodies’, en Sylkar (Espronceda, 17) ya se podía disfrutar de una de sus versiones más antológicas. Abierto en 1970, Sylkar no es un restaurante, pese a lo que muchos puedan imaginar debido a la buena mano en la cocina. Es, en origen, una cafetería que nació para avituallar a oficinistas de la zona y que sigue dando guerra: eso sí, cierra sábados por la tarde y domingos todo el día.