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Las piscinas como "espacio sexy" y no un "capricho capitalista": "Todos deberíamos tener derecho a bañarnos en una, no a poseerlas"

Anabel Vázquez publica Piscinosofía: Tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas, donde nos lleva de viaje a través de su "amor, obsesión o refugio"

La escritora y periodista Anabel Vázquez en el Hotel Meliá Palacio de los Duques, en Madrid. Foto: Alba Vigaray

La escritora y periodista Anabel Vázquez en el Hotel Meliá Palacio de los Duques, en Madrid. Foto: Alba Vigaray / Alba Vigaray

"Todo el mundo sonríe en el bordillo de una piscina", argumenta Anabel Vázquez, periodista y escritora. A todos y a todas, casi sin excepción, esos estanques llenos de agua nos provoca algún sentimiento. Sea el que sea. Podemos sentir paz, calma, alerta, tranquilidad, ligereza. Un recuerdo de la infancia. Hay algo magnético en ellas que lleva tiempo arrastrándola por todo el mundo con una cámara en mano, atraída tanto por esas estructuras como por su propia obsesión. Todo eso queda ahora reflejado en el libro Piscinosofía: Tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas (Libros del KO), un compendio que le ha servido para hablar de historia, de arquitectura, arte y viajes y, cómo no, del derecho que todos deberíamos tener a poder darnos un chapuzón.

"Las piscinas es un campo infinito y una excusa para hablar de muchísimos temas. Es muy transversal", asegura. En sus páginas aprendemos que el primer depósito de agua pública que hubo en la historia fue la de la ciudad de Mohenjo-Daro, en la actual Pakistán, hace miles de años. También que la Sala de Prensa de la Casa Blanca está encima de una, que las hay más tristes y más alegres, y que las primeras piscinas privadas −tan en el ojo de mira ahora− concluyen en California.

Allí las pintaba David Hockney, quien llegó a meterse en la vacía Tropicana Pool del hotel The Hollywood Roosevelt de Los Ángeles, la misma en la que Marilyn Monroe posó para su primera sesión de fotos. "La cuestión es que la actitud municipal hacia la salud no tiene en cuenta a la alegría", declararía él a Los Ángeles Times. ¿Son las piscinas un sinónimo de salud? Vázquez tiene claro que sí.

La obra 'Sunbather' de David Hockney.

La obra 'Sunbather' de David Hockney. / Cedida

Para ella esta estructura no es ningún "capricho capitalista". "Todo el mundo debería tener derecho a bañarse en una piscina, aunque no todo el mundo tiene derecho a poseer una. En un clima y en una cultura como la nuestra, la piscina no tendría que ser patrimonio de determinadas clases sociales. Es un pasatiempo y un espacio de refresco. Las administraciones deberían dar todas las facilidades posibles para que aquel que lo desee pueda bañarse en una piscina pública o municipal", afirma, recordando que no todo el mundo puede irse de vacaciones, pero el calor sí es en España común a todos.

"En un clima y en una cultura como la nuestra, la piscina no tendría que ser patrimonio de determinadas clases sociales"

En su libro habla de la España de las piscinas, donde Jorge Dioni López explica el índice Ned Merrill: el número de piscinas por cada 100 habitantes. La tesis que plantea es que el urbanismo crea ideología y que "las piscinas hablan de un modelo de país que favorece el individualismo y la competitividad, lo que conduce a ciudades dispersas, a burbujas autosuficientes y aisladas". Como dato: en España hay una piscina por cada 37 habitantes, mientras que en la ciudad de Madrid solo están disponibles 23 piscinas municipales para más de 3,3 millones de personas que viven en ella o, lo que es lo mismo, un piscina pública por cada 145.200 habitantes.

El ocio es sexy

"Creo que poseer una piscina por el gusto de verla por la mañana sí es una frivolidad en esta época en la que el agua es la última frontera", asegura. Por eso reivindica ese derecho al uso de la piscina como espacio de salud y de deporte, pero también como ocio, divertimento y sociabilización. Y de mirar. En pocos espacios públicos la gente va más ligera de ropa mientras sus cuerpos y cabellos se van secando por la fuerza del sol. Todo se ve brillante y todo queda bien a la vista en una suerte de plaza del pueblo aunque ocupe una gran ciudad.

− Dice en el libro que la piscina de la Complutense puede ser uno de los sitios más sexys que hay.

− Creo que sí. Es una afirmación no basada en la ciencia, sino en la observación verano tras verano. Es un espacio con una estética muy del siglo XX, que permite el lucimiento de los cuerpos. Promueve la sociabilidad y también el voyerismo. Hay sol, tiempo libre y ocio, que es muy sexy. Hay seducción.

Espacio de igualdad

En sus páginas también defiende que la piscina es un espacio de igualdad. "No en lo que hay fuera de la piscina, pero una vez que estás dentro del agua todos compartimos las mismas emociones y sensaciones. Todos hemos visto gente de toda índole y condición cerca de una piscina. Todo el mundo da el mismo chillidito cuando salta. Repite las mismas interjecciones de placer cuando se mete dentro del agua. Aunque lo más claro es cuando buceas. Ahí sí que todos somos iguales", asegura.

Anabel Vázquez fotografía todas las piscinas que consigue ver.

Anabel Vázquez fotografía todas las piscinas que consigue ver. / Alba Vigaray

Ni siquiera esta especie de obsesión es algo tan inédito. Ni siquiera tan obsesión. "He descubierto que era una cosa mucho menos patológica y menos dañina", explica. A raíz de la publicación del libro, muchísima gente le escribe contándole sus historias respecto a esta estructura. "Hay algo muy primigenio que nos une a las piscinas, ya sea por la necesidad del disfrute, el ocio, el juego...". Una mujer, por ejemplo, le habló del proyecto Lancaster (por El nadador, de John Cheever). Elige lugares de Europa a los que luego va para nadar en todas sus piscinas.

La piscina perfecta

Sus páginas nos llevan a una piscina triste del hotel SpringHill Suites Miami/Medical Center, al Ocean Club de las Bahamas, a la de la azotea de las Torres Blancas, o a la Piscina des Marés de Álvaro Siza, en Oporto, una de sus favoritas para nadar por su cercanía con el Océano, pero sabiendo que "lo tienes todo bajo control". Para ver, se queda con las de los riad de Marruecos.

Piscina del Riad Lyla.

Piscina del Riad Lyla. / Booking

Pero para ella, la piscina perfecta es "sencilla y finita", con algún árbol cerca: "Me gustan rectangulares y sin pretensiones. Creo que esa es la piscina pura. Por supuesto, me embobo en las piscinas loquísimas de Miami o en las de que están en lo alto de un hotel en Nueva York. Pero creo que una piscina pequeña contenida tiene toda la belleza".

Al terminar la entrevista, aprovecha para sacar alguna fotografía en la piscina del Hotel Palacio de los Duques Gran Meliá, en Madrid. Muchas de ellas las sube a una cuenta de Instagram que hace las veces de recopilatorio visual. Lo suyo no acaba aquí: seguirá visitando y colándose en piscinas para alimentar su deseo, pero también para seguir escribiendo sobre ellas y aprendiendo todo lo que llevan consigo. "Para Dioni, la piscina es política; para Matisse es alivio; para Hockney, hedonismo; para Didion orden; para Cheever, metáfora; y para mí, aún no lo sé", reconoce en Piscinosofía.

Anabel Vázquez en un momento de la conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA en el Hotel Palacio de los Duques Gran Meliá.

Anabel Vázquez en un momento de la conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA en el Hotel Palacio de los Duques Gran Meliá. / Alba Vigaray