AMÉRICA LATINA

Milei y Massa: quién es quién en las elecciones de Argentina

El peronista Sergio Massa rompió las predicciones de los sondeos y ganó con el 36% de los votos, frente al 30% del ultra Javier Milei, claro favorito antes de la votación. El 19 de noviembre se enfrentarán en una segunda vuelta

Sergio Massa y Javier Milei: quién es quién en las elecciones de Argentina

Sergio Massa y Javier Milei: quién es quién en las elecciones de Argentina / EPE

A los 40 años del triunfo electoral de Raúl Alfonsín que puso fin a siete años de la peor dictadura militar de la historia argentina, y en medio de una crisis sin precedentes desde 2001, un 74% de los 35 millones de ciudadanos en condiciones de decidir quién será su presidente a partir del 10 de diciembre votaron este domingo, con resultados sorprendentes, alejados de las encuestas. Estos son Javier Milei y Sergio Massa, los dos candidatos que han pasado a la segunda vuelta de las presidenciales, que se celebrarán el próximo 19 de noviembre.

Javier Milei

Javier Milei cerró su campaña electoral con su acostumbrada inclinación al exabrupto. "Primera vuelta, la puta que lo parió". El estilo del barrabrava y la jerga abstracta de la economía aprendida en una universidad de tercer orden, le han dado al ultraderechista la posibilidad de una hazaña inimaginable tiempo atrás. En siete años ha pasado de ser un animador histriónico de tertulias televisivas a convertirse en el candidato mejor posicionado en los sondeos antes de la primera vuelta. Y por eso lanzó ese grito de guerra que llamaba a evitar el ballotage del 19 de noviembre, pero no ha tenido el resultado esperado. Tiene 52 años y una melena desprolija detrás de la que esconde el paso del tiempo.

En El Loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina, Juan Luis González ofrece esbozos sorprendentes de su biografía. El candidato de La Libertad Avanza (LLA) fue "un chico torturado por sus padres, corrido a un lado por sus compañeros de escuela y rechazado sistemáticamente por sus eventuales parejas". Se graduó economista "a pesar de las zancadas" paternas. Llegó a la adultez "casi ningún amigo". Nunca quiso ser padre y "terminó adoptando a un perro como su hijo, con el que pasó solo una decena de navidades y años nuevos". No pudo superar su muerte. "Sumido en una profunda depresión, terminó cayendo en telépatas, médiums y clones (de la mascota)". Milei "está convencido de que Dios lo eligió como un moderno profeta" y que tiene una supuesta "capacidad para comunicarse con animales" y "seres que están muertos". El abanderado de LLA no duda en ser poseedor de un don y solo se lo comunica a personas de su confianza más extrema a los que les pide la más absoluta reserva. "Dirían que estoy loco", les señala a esos amigos, según pudo constatar González. Todo lo que ha escrito deja azorado a sus lectores, pero no ha cambiado la intención de voto.

Milei era un economista neoclásico. Su vida intelectual cambió radicalmente al caer en sus manos Monopolio y competencia, un libro Murray Rothbard. "Todo lo que enseñé sobre estructuras de mercado está mal". Se convirtió a su libertarismo de derecha. El exportero de fútbol y excantante de rock quiso seguir el mismo itinerario de Rothbard, quien en los sesenta había sido hippie y, bajo el peso de la decepción, fundó el Partido Libertario estadounidense para promover la buena nueva de la que, años más tarde, desembocaría en el trumpismo. De ese libro nacen algunas de las propuestas más provocadoras como la abolición del Banco Central, la defensa de la compra y venta de órganos y el rechazo a cualquier instancia reguladora del Estado. La justicia social y cualquier forma de empatía hacia los débiles la considera una "aberración". Y por eso califica al papa Francisco de comunista.

En las paredes de su casa cuelgan cuatro cuadros pintados al estilo Andy Warhol. Son los rostros de sus cuatro héroes. Uno de ellos es Rothbard. El otro corresponde a Friedrich Hayek, autor de La desnacionalización del dinero, el libro clásico de la Escuela Austríaca de economía, que propone la libre competencia de las monedas y es la base de su plan de dolarización. Los dos restantes corresponden a Robert Lucas, el Premio Nobel de Economía 1995 y, no podía faltar, Milton Friedman, el padre del neoliberalismo.

El fenómeno Milei fue creciente. La primera advertencia la dio en las parlamentarias de 2021, cuando obtuvo el 14% de los votos en la ciudad de Buenos Aires ladiciendo a "la casta" política. Al asumir sorteó cada mes su salario. La dolarización se ha convertido en su mantra. Su prédica ha calado hondo en los pobres. Regala billetes norteamericanos con su imagen como promesa de una futura bonanza si llega al Gobierno. En la antesala de las elecciones ha iniciado un noviazgo con la imitadora de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ya avisó por las dudas que si es presidente la Primera Dama será su hermana Karina, mano derecha conocida como "el jefe".

A caballo de las redes sociales, el ascenso de Milei ha sido tan estridente que llamó la atención de Elon Musk y a toda la ultraderecha mundial. Los que han tratado de comprender cómo llegó tan alto suelen coincidir en el diagnóstico: el libertario gritón canalizó profundos resentimientos con la política. "No es un líder, es un síntoma", suele decir Domingo Cavallo, nada menos que el hombre que intentó fijar la paridad entre el peso y el dólar y encarnó por una década las esperanzas del neoliberalismo en Argentina, hasta que todo se hizo trizas durante la crisis de 2001.

Sergio Massa

Llegó la hora para Sergio Tomás Massa. Ha soñado con este momento: pelear la presidencia argentina en nombre el peronismo, el movimiento político que supo ser mayoritario y casi imbatible en las urnas, desde 1946. Pero siempre hay una distancia pronunciable entre los sueños y la realidad. El peronismo es hoy una fuerza menguante, devorada por el desastre económico. Sin embargo, Massa ha conseguido la tarea de pasar al segundo turno como candidato oficial y, a la vez, ministro de economía en un país donde la inflación ha perforado el techo del 140%. Lo ha hecho como primera fuerza, un milagro político.

Massa es hijo de padres italianos. Tiene 51 años y está casado con Malena Galmarini, padre de sus dos hijos. Su tempana niciación en la militancia vino de la mano de un partido neoliberal, la Unión de Centro Democrático (Ucedé). Se sumó muy joven al Gobierno peronista de Carlos Menem, quien, en los años noventa intentó convertirse en otra versión sudamericana del thatcherismo.

El peronismo tiene una gran capacidad de mutar. Puede ladearse más a la centroizquierda o la derecha. Esas oscilaciones las determina la coyuntura. Tras la crisis de 2001, y de la mano de Néstor Kirchner, hizo suya una agenda progresista. Y Massa encontró un lugar bajo el nuevo sol, destacándose como administrador de la mutual de los pensionados. Cristina Kirchner lo nombra su jefe de ministros en 2008. Cinco años más tarde, se independiza. Los cables de Wikileaks revelan hasta qué punto se había distanciado del Gobierno del que había formado parte. Le dijo durante un almuerzo a la embajadora de Estados Unidos, que Néstor Kirchner era un cobarde, "psicópata" y enfermo. Tampoco tenía palabras amables para su esposa, con quien rompió definitivamente en 2013, dándole una paliza en las urnas en las parlamentarias de 2013. Intentó luego un camino propio, sin los resultados esperados.

La amarga experiencia de la administración de derechas de Mauricio Macri obligó al peronismo a juntar sus pedazos para derrotarlo en las urnas. Massa volvió al redil como uno de los dirigentes claves del Frente de Todos que ungió presidente en 2019 a Alberto Fernández. Ya por entonces, cargaba el apodo de "ventajita". Se lo había puesto Macri, pero se volvió de uso común. El arribista del poder, se llama la biografía que ha escrito el periodista Diego Genoud. "Massa había pasado, sin escalas, de actuar como verdugo de Cristina a ser el jefe a medida que Macri soñaba para el peronismo, para después regresar diluido al útero materno del cristinismo". Según Genoud, "dentro de una clase política dañada por el enfrentamiento endogámico y permanente en contextos de deterioro crónico para la mayor parte de la población", Massa "se distinguía para mal", al punto de que "su imagen estaba entre las peores". Sin embargo, "el destino, su resilencia o su capacidad extraordinaria para reciclarse lo habían puesto una vez más en el centro".

Esto es lo que sucedió a partir de 2020, primero como presidente de la cámara de diputados y, desde agosto de 2022 al frente del ministerio de Economía, cuando la suerte de Fernández pendía de un piolín. Había sido prescindente de las disputas entre Fernández y su vicepresidenta. En medio de una situación aciaga, tomó las riendas de una cartera en llamas. Massa demostró osadía. Consiguió el respaldo de Cristina Kirchner. Los viejos odios parecían haber quedado atrás. "Emergía como el único actor capaz de asumir la crisis en medio de un inédito vacío de poder. Había contenido su ambición y había sabido ubicarse a resguardo, a la espera de su oportunidad".

No pudo domar la inflación ni el precio del dólar. Así y todo, se lanzó a disputar la presidencia. Ha realizado su campaña en medio de una sequía histórica, corridas cambiarias y negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Conocido por sus fluidos contactos con esferas de la política de Estados Unidos, no dudó en ampliar sus relaciones con China. Su olfato y su sentido del pragmatismo lo han llevado a esta instancia. Massa cree que no todo está perdido, y que queda mucho por ganar. Hasta ahora, las urnas le han dado la razón.