LIMÓN & VINAGRE

Gabriel Boric, el faro contra la tormenta

El presidente de Chile es quizás el primer mandatario tatuado de la historia de Sudamérica y, probablemente, de todo el planeta. Que se sepa, tiene cuatro: "Todos hacen referencia a su tierra natal"

Gabriel Boric

Gabriel Boric

Josep Maria Fonalleras

Josep Maria Fonalleras

Es el presidente más joven de la historia de Chile, uno de los mandatarios más jóvenes del mundo, el más votado y, también, el primer presidente tatuado de la historia de Sudamérica y, probablemente, de todo el planeta. Que se sepa, tiene cuatro, que enseña sin vergüenza cuando abandona por unos momentos la disciplina presidencial (no mucho, tampoco: Gabriel Boric no es de protocolos ni corbatas) y vuelve a ser el estudiante revolucionario que en el 2011 encabezó la revuelta de los jóvenes contra el sistema. Nos los cuenta Yumbel Góngora, la tatuadora de cabecera: "Todos hacen referencia a su tierra natal". Boric nació en Punta Arenas, junto al Canal de Beagle, en la región de Magallanes. Es decir, en la punta más austral del continente.

En la geografía de la piel de Boric hay una notable mancha de color negro, un mapa de esta parte de la Patagonia, el dibujo de un Nothofagus pumilio, el árbol más emblemático de la Tierra de Fuego, también conocido como lenga magallánica o haya austral; y un faro que emite un rayo de luz poderoso en medio de unas olas gigantescas que parecen japonesas. Éste es el más conocido de todos y el que exhibe, en el brazo izquierdo, con más carga emotiva. Él mismo lo describe así: “Un faro magallánico solitario entre los tempestuosos y misteriosos mares de la Patagonia. Ahí voy a vivir algún día; por mientras, él vive conmigo”. La tatuadora Góngora lo ratifica y dice que el presidente mira al faro cuando todo parece oscuro, para encontrar un espacio de serenidad.

Seguro que estos días, poco antes de conmemorar los cincuenta años del golpe de estado de Pinochet que derrocó al gobierno de la Unidad Popular y generó un estado de represión y violencia inconmensurables, Boric debe mirar a menudo el tatuaje. Ha reconocido que el ambiente es "eléctrico", porque, como era de suponer, su propuesta de condenar unánimemente al putsch de los militares del 11 de septiembre de 1973, no cuenta con el apoyo de la derecha y la extrema derecha en un país singular en el que un 44% de la población votó a favor de Pinochet en 1988 y el mismo 44% apostó por el ultra José Antonio Kast en la segunda vuelta de las presidenciales de 2021. Un país en el que más del 70% de sus habitantes, entre ellos Gabriel Boric, no habían nacido en 1973.

Gabriel Boric, tras su victoria electoral en Chile.

Gabriel Boric, tras su victoria electoral en Chile. / EPE

El presidente, con múltiples problemas internos, con deserciones de algunos de sus fieles colaboradores primigenios, con opositores que consideran que ese golpe fascista era “necesario y justificado” (lo ha dicho el propio Kast), se enfrenta ahora no sólo a un recuerdo que se observa desde ópticas radicalmente diferentes y enfrentadas, sino al sarcasmo institucional de asistir a un Consejo Constitucional, que debe redactar la nueva constitución, en poder de los adversarios más airados y reaccionarios. Como escribió hace unos días en este diario el profesor Salvador Martí, “el crucial mandato del proceso constituyente”, que estaba en manos de la izquierda, se fue al garete “por una falta de capacidad para gestionarlo, por culpa del maximalismo, la sobreexposición mediática y la frivolidad”. Fue hace un año. Boric perdió el plebiscito y quedó tocado, en la noche amarga, sin un faro que le guiara.

A raíz de este histórico 11 de septiembre, ha intensificado el perfil progresista que fue alabado, en su día por el Nobel Josep Stiglitz. "Está haciendo de Chile, una vez más, el laboratorio social, económico y político del mundo". Siempre acaba siendo un laboratorio, Chile. Y a veces, las cosas explotan, en un laboratorio. Boric vuelve a ser, al menos con gestos simbólicos, el joven atrevido que recordaba a Allende. Ha iniciado el “Plan de Búsqueda” para encontrar (¡50 años después!) a más de un millar de desaparecidos en la dictadura. Alaba al presidente difunto del Partido Comunista (Guillermo Teillier, cerebro de un atentado contra Pinochet) porque “murió como un hombre digno” y habla de los “cobardes que no se enfrentan a la justicia”, en referencia al militar condenado (y suicidado) hace pocos días por el asesinato de Víctor Jara.

Mientras, este chico de ascendencia croata y badalonesa (los abuelos maternos eran catalanes), que clamó contra “las imágenes de violencia policial en Cataluña”, sigue luchando en su “permanente batalla con la mente” . Afectado por un tipo de TOC, gira sobre su eje compulsiva o repentinamente, como hizo en un acto en el Congreso, o mueve las pestañas arriba y abajo cuatro veces antes de entrar en su habitación. Y, en el brazo, el faro contra la tormenta.