UN FINAL PARA LA GUERRA

¿Cascos azules en el Donbás? Claves para un proceso de paz en Ucrania

El Periódico de España consulta con tres expertos para ver las opciones y mecanismos para una futura salida del conflicto: desde un posible referéndum legal en Crimea a misiones de la ONU

Soldado ucraniano apunta con su arma

Soldado ucraniano apunta con su arma / SERGEY BOBOK

Mario Saavedra

Mario Saavedra

La estrategia de guerra es una partida de ajedrez en la que las fichas son soldados que mueren. La que se libra en suelo ucraniano no muestra ningún indicio de que el siguiente movimiento pueda ser una negociación de paz. Pero todas las guerras acaban igual, en la mesa de negociaciones, ya sea para capitular, para definir los términos de un armisticio o para congelar el conflicto. Los estrategas de Kiev y Moscú, de Bruselas y Washington, están a buen seguro anticipando todos los posibles movimientos, y ello incluye varios end game (finales de la partida). El mejor escenario, el peor y todos los intermedios. Ucrania anhela una expulsión de todo el territorio ocupado por Rusia, Crimea, el Donbás, Jersón y Zaporiyia; Rusia sueña con un cambio de régimen y la ocupación estable y efectiva del territorio ganado. La opción más probable está lejos de ambos escenarios y requerirá diálogo pero, ¿sobre qué y mediado por quién? ¿Incluirá un despliegue de cascos azules en una línea de armisticio dibujada el Donbás? ¿Un referéndum en Crimea, pero esta vez legal?

El experto en procesos de paz y profesor de Estudios de Defensa del Real Royal Military College de Canadá Walter Dorn visualiza un proceso de paz liderado por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, que ya muñó el acuerdo para exportar grano. Sobre el despliegue de cascos azules, recuerda que ambas partes ya se mostraron proclives a la presencia de pacificadores armados de la ONU tras 2014, pero no llegaron a acordar a qué zonas podrían ir. Ucrania los quería en la frontera con Rusia, y Rusia en la zona de contacto, junto a los monitores de la Misión Especial de Monitoreo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). 

“Estarían bajo el control operacional del secretario general e incluirían personal de varias naciones, incluidas las europeas y de Estados Unidos, pero también de países que no han participado en el conflicto, especialmente africanos o de naciones asiáticas como India”, perfila Dorn. “El problema es que cuando alguna de las dos partes de un conflicto va ganando en el terreno de batalla siempre se muestra reacia a negociar. Hasta que no llegue el hastío bélico los bandos no se sentarán a la mesa”, opina. 

En terminología de procesos de paz se llama hurting stalemate (estancamiento doloroso). A él apunta también Timothy Donais, profesor de la Universidad Wilfrid Laurier y experto en resolución de conflictos: es el momento en el que ninguna de las partes puede esperar seriamente ganar y está sufriendo bajas importantes. Desde el verano, Ucrania ha tomado la iniciativa y está en plena ofensiva, recuperando terreno. No tiene incentivo para negociar, y pretende expulsar a Rusia de todo su territorio, incluido Crimea. 

“Si cambian las tornas y la guerra gira hacia ese ‘estancamiento doloroso’ entonces es posible imaginar las condiciones en las que un acuerdo negociado sea factible”, argumenta Donais. “Los procesos de paz casi siempre incluyen acuerdos entre enemigos jurados, por lo que no podemos descartar que se pueda alcanzar en este caso un acuerdo final, por muy desagradable que sea, especialmente si incluye ‘premiar’ la agresión rusa con concesiones territoriales. Puede que sea así como termine esta guerra”.

Hasta que no llegue ese estadío de bloqueo y desangramiento por ambas partes, Donais ve poco probable la presencia de cascos azules. Las operaciones de paz de Naciones Unidas no se despliegan hasta que no haya “consentimiento de las partes”. “Las tropas tendrían que situarse entre ambos bandos y esto crearía una línea de demarcación entre el territorio ucraniano y el ruso, asentando hechos consumados sobre el terreno que serían la base de un eventual acuerdo”, describe. Como ninguna de las partes estaría de acuerdo en esa línea demarcación, es difícil pensar en una misión de la ONU en estos momentos. 

“Con la situación actual en mente, veo cero posibilidades de que haya ninguna ruta hacia la paz”, afirma por su parte Brian Orend, director de Estudios Internacionales y profesor de Filosofía en la Universidad de Waterloo (Canadá).

Negociación, alto el fuego, acuerdo de paz


Walter Dorn describe el flujo habitual en el final de todos los conflictos: comienza con negociaciones (continuas o esporádicas), seguido de un alto el fuego (mientras siguen las conversaciones de paz). Después, es de prever que haya violaciones del alto el fuego, pero sin llegar a una guerra. Y, finalmente, un acuerdo de paz. “Los elementos para un eventual acuerdo serían: (1) la retirada de Rusia a las fronteras del 23 de febrero (statu quo ante-bellum) o el reconocimiento del control de Rusia sobre territorio adquirido posteriormente (incluso aunque no haya cambios oficiales en las fronteras internacionalmente reconocidas o fronteras legales); (2) Ucrania acuerda extender el préstamo de las bases rusas en Crimea e implementar las provisiones básicas del acuerdo de Minsk 2 [alto el fuego, retirada de tropas y armamento pesado, elecciones locales]”.

Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2014, se llegó a un primer acuerdo en la capital bielorrusa de Minsk. Se rompió el alto el fuego y se volvió a negociar para llegar a la segunda edición, más elaborada, entre Rusia, Ucrania y las autodenominadas repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, bajo la batuta de las negociaciones fue de la OSCE, junto con la Unión Europea (ahora invalidada para hacer de intermediaria tras entregar más de 3.000 millones de euros en armamento a Kiev). 

La península de Crimea


La cuestión quizá más delicada es la de la península de Crimea, porque Vladímir Putin ha vendido internamente su anexión (previo referéndum ilegal) en 2014 como uno de sus grandes logros históricos. Al mismo tiempo, Kiev ha asegurado que no habrá paz sin la tierra de los tártaros, una minoría de origen turcomano.

Al principio de la guerra circularon planes de paz que incluían posponer la decisión del estatus final. Dejarlo fuera de un acuerdo para poder avanzar en la paz, de un modo similar al que se pospuso el estatus final de Jerusalén en los acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos en los noventa. 

En una entrevista con este diario, el experto rusólogo Mark Galeotti apuntó a otra opción: un referéndum, pero esta vez legal y supervisado. “Tengo la sospecha de que, cuando llegue el acuerdo de paz, o bien permitirá a los rusos retener Crimea a cambio de otro referéndum -esta vez auténtico, moderado internacionalmente, en el que la gente local diga que lo quiere-; o habrá algo parecido a una soberanía compartida”, aseguró.

¿Puede una consulta popular de este tipo ayudar a resolver el estatus de Crimea, si por la vía de las armas ninguna de las partes logra imponerse? 

“Ambas partes van a dudar mucho porque, ¿a quién se le permitiría votar? ¿la legislación de qué país aplicaría en el referéndum?”, dice Walter Dorn. “No se puede hacer un referéndum legal salvo que lo autorice el Parlamento ucraniano, como exige su Constitución, y parece prácticamente imposible que el parlamento lo autorice”. 

También se muestra escéptico Timothy Donais. “Es improbable en las circunstancias actuales. Como sabemos bien tanto los canadienses como los españoles, las cuestiones de autodeterminación son muy complejas y los Gobiernos nacionales son reacios a permitir la separación de grandes partes de su territorio por el simple hecho de que lo vote la mayoría”, dice. Además, tras los movimientos de población que ha habido en Crimea desde 2014, la demografía operaría en favor de Rusia en una nueva consulta, porque muchos de los que se oponen a la anexión han abandonado el lugar. Un referéndum en Crimea sería ilegal y no representaría la voluntad real del pueblo.