GUERRA UCRANIA

De las trincheras de Lugansk a Barcelona: "Si en la guerra no te quitas el miedo, estás muerto"

Dos soldados heridos de guerra en Ucrania y atendidos por hospitales catalanes explican en EL PERIÓDICO las secuelas que les deja el conflicto armado | La asociación de ucranianos que les da apoyo lamenta que el principal problema es la falta de vivienda (aunque ahora se alojan en hoteles)

Sergy Yashenko, un soldado ucraniano herido en combate, sostiene una bandera de su país, el pasado sábado en Barcelona.

Sergy Yashenko, un soldado ucraniano herido en combate, sostiene una bandera de su país, el pasado sábado en Barcelona. / JORDI OTIX

Elisenda Colell

Lleva unas gafas de sol que no dejan verle los ojos. Accede a quitárselas para mostrar los estragos de la guerra ucraniana en su mirada. Tiene la piel agrietada. La retina está invadida por manchas azules. La nariz, los pómulos, los párpados y la frente están llenos de pequeñas cicatrices ennegrecidas. "Me estalló la metralla de una bomba cuando estaba luchando en Lugansk", aclara Sergy Yashenko, un soldado de 24 años que está tratando de recuperar la vista y el oído en los hospitales catalanes.

Él es uno de los 12 excombatientes en la guerra de Vladímir Putin homenajeados el pasado fin de semana por varias asociaciones de ucranianos establecidas en Barcelona. Otros han perdido las piernas o los brazos. Las cicatrices les han atravesado el cuerpo. Los daños psicológicos son enormes. Ruslan Chuvilo, un comercial farmacéutico que decidió defender a su país sin apenas formación militar, deja intuir que a menudo piensa en suicidarse.

A parte de los miles de refugiados que han salido del país, el Gobierno español también está dando cobijo y atención sanitaria a más de un centenar de heridos de guerra en el conflicto de Ucrania en ciudades como Barcelona, ValènciaSabadell MadridYashenko llegó el 21 de junio. Esperó tres meses en los hospitales de guerra ucranianos hasta volar a España para lograr una atención especializada que le devuelva la visión.

"El único instituto especializado que hay en Ucrania estaba en Odesa, y con los bombardeos era imposible ir", cuenta el soldado. El 21 de junio, junto a su madre, logró llegar hasta Barcelona y al fin obtuvo un diagnóstico. "En la vista el daño es irreparable, solo tengo un 20% de visión: veo cosas de muy cerca pero con muy mala calidad. Pero me han dicho que quizá puedo recuperar el oído", dice esperanzado. El resto de su familia sigue en una zona anexionada por los rusos: "Nos vamos comunicando con ellos, están bien", dice.

Una docena de soldados ucranianos heridos en combate fueron homenajeados el pasado sábado por asociaciones de ucranianos en Barcelona

Una docena de soldados ucranianos heridos en combate fueron homenajeados el pasado sábado por asociaciones de ucranianos en Barcelona / JORDI OTIX

Un comercial con metralleta

Yashenko es militar. Hacía más de cuatro años que estaba combatiendo en la región de Donetsk, un territorio que Rusia se anexionó en 2014. Sigue incrédulo ante la situación de su país. "He pasado por batallas, heridas... pero no me cabe dentro, no puedo creer que haya una guerra en Ucrania", sigue. Ruslan Chuvilo, en cambio, fue uno de los civiles que se alistó voluntario en el Ejército. Lo hizo dos días después de que Putin lanzara la invasión a todo el país, el 24 de febrero. "Ucrania es un país libre y quiero que lo siga siendo. Por eso decidí alistarme, porque si tengo hijos quiero que sean libres, que hagan lo que les plazca, lo que han soñado... que no sean esclavos de nadie", explica este excombatiente que antes se dedicaba a la venta de productos farmacéuticos en los principales hospitales del país.

Ruslan Chuvilo, soldado ucraniano que ha salvado la vida en el hospital Clínic de Barcelona, el pasado sábado.

Ruslan Chuvilo, soldado ucraniano que ha salvado la vida en el hospital Clínic de Barcelona, el pasado sábado. / JORDI OTIX

Hoy las manos de Chuvilo abrazan la bandera ucraniana. Son las mismas que hace unos meses disparaban una metralleta. "Algo me habían enseñado en el servicio militar, pero aprendí a usarla en la guerra", cuenta el hombre, de 38 años. ¿Ha matado a otras personas? "No voy a responder si he matado, pero he visto a muchos hermanos muertos y heridos. Los he sacado yo mismo del campo de batalla, he intentado reanimarles... He visto de todo", responde. A pesar de la entereza que mantiene, sus ojos se humedecen. "Lo que pasa en las guerras no lo verás nunca en una película. Y cuando lo recuerdo... a veces pienso que sólo tengo una salida. Pero soy ucraniano y sé que podré vencerlo", zanja.

Milagros en el Hospital Clínic

En su caso, las secuelas son evidentes en el rostro. Tiene una cicatriz entre las mejillas y la nariz. Al levantarse la camiseta aparecen los restos de un impacto de metralla. Un trozo de una bomba le destruyó por completo la mandíbula y casi le deja tetrapléjico. "El metal me atravesó la cara y se quedó en la primera vértebra, a un milímetro de la espina dorsal", cuenta. También sucedió en Lugansk, el 6 de abril. Dos meses después fue atendido en el Hospital Clínic de Barcelona, donde le curaron la conmoción cerebral, además de insertarle una prótesis en el paladar.

La muerte es una palabra muy presente en la vida de estos heridos de guerra. La vieron y la esquivaron. "En una guerra, la mayor emoción que sientes es el miedo. No hay amor. Pero si no te lo quitas, estás muerto. Yo aprendí a cambiar el miedo por la agresividad y la violencia hacia el enemigo. Cuando no tienes miedo puedes cumplir tu tarea. Sabes que puedes morir pero haces todo lo que depende de ti y más, das el cien por cien. Tienes que entender que puedes morir, pero haciendo todo lo posible e imposible", explica Chuvilo.

"Cuiden la paz"

Yashenko y Chuvilo se muestran enteramente agradecidos a los voluntarios ucranianos y a la sociedad catalana por la acogida. "Yo solo le pido a los catalanes que cuiden su salud y la paz. Es lo más importante. Deseo que aquí reine la paz", dice Yashenko. Sin embargo, tiene clarísimo que quiere volver a su país. "Sin duda", asiente. "Yo quiero agradecer a los voluntarios ucranianos que cada día nos preguntan cómo estamos y se preocupan por nosotros, al Gobierno español, que nos da tres comidas al día en un hotel y tratamiento médico gratuito. Pero les quiero pedir que ayuden a Ucrania: no solo a los refugiados, también a las fuerzas armadas. Estamos luchando contra el ejército del mal y si no aguantamos... no se parará hasta llegar a España", denuncia Chuvilo.

Ellos dos forman parte del más de centenar de heridos de la guerra atendidos por la sanidad española. "Hemos conseguido un acuerdo para financiar las prótesis que usan muchos de ellos: se han quedado sin piernas o sin brazos", explica Luba Goba, coordinadora de la asociación de voluntarios hispano-ucraniana Blagosvit. Este año ha visitado hospitales de guerra de su país, y ha removido cielo y tierra para acogerlos aquí. La entidad no solo promueve actos solidarios, también les trata de devolver la memoria doméstica cocinándoles platos típicos de su tierra. "El principal problema que tenemos ahora es la vivienda. Ahora viven en hoteles pero no durará para siempre. Y no estamos encontrando sitios para ellos... Es muy difícil", lamenta Goba.