VIOLENCIA MACHISTA

Invisible, sufrida durante décadas y en soledad: así es la violencia de género en la vejez

Detalle de las manos de una anciana.

Detalle de las manos de una anciana. / Imagen de archivo / Pixabay

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

Treinta, cuarenta, cincuenta años maltratadas por sus maridos. La violencia de género contra mujeres de la tercera edad permanece oculta e invisibilizada, a pesar de que les afecta durante décadas, pues se cronifica desde la juventud y llega hasta la vejez. Ahora, el Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde) quiere mejorar la respuesta institucional que se da a las víctimas ancianas, históricamente abandonadas y discriminadas por su edad.

Este colectivo necesita una atención especializada tanto para poder dar el paso de verbalizar la violencia como para salir de ella e iniciar un camino de recuperación. La violencia machista que padecen las mujeres de la tercera edad tiene unas particularidades que la diferencian de aquella que se ceba con mujeres más jóvenes.

"Nacieron en la primera mitad del siglo XX y fueron socializadas en entornos fuertemente patriarcales, en los que la subordinación de las mujeres era aceptada social e incluso legalmente. Esto hace que la vivencia subjetiva de la violencia sea diferente y que la posibilidad de poner fin a la misma esté fuertemente condicionada", se explica en la Guía para la detección y el acompañamiento inicial de mujeres mayores víctimas de violencia machista en el ámbito de la pareja o la expareja que acaba de publicar Emakunde.

La directora del Instituto, Miren Elgarresta, explicaba en la presentación de esta guía, elaborada por la Fundación EDE, que se trata de "mujeres que en su mayoría no han disfrutado de autonomía económica; han vivido en el pasado una época en la que debían pedir permiso a sus maridos para trabajar, para abrir una cuenta corriente o para salir al extranjero; en su mayoría, se han dedicado casi al completo al cuidado de las demás personas y sin espacios para el ocio y el disfrute personal; en su época la violencia contra las mujeres era un problema personal, de puertas adentro, y no, social como lo es hoy…".

Una violencia oculta y normalizada

Emakunde ha impulsado esta guía para "ampliar y profundizar la mirada" sobre esta violencia machista, ofrecer estrategias a los profesionales para la detección del maltrato y orientarlos para que puedan acompañar a las víctimas en sus primeros pasos para salir de la violencia. Su pertinencia es destacada dada la "escasa existencia de investigaciones centradas en la violencia sufrida por las mujeres mayores" y teniendo en cuenta que "ni en la intervención han sido percibidas como un colectivo digno de atención e interés".

Se trata de una violencia "invisibilizada, normalizada y oculta tanto por la sociedad como por las propias mujeres", que han crecido en una estructura de desigualdad y desventaja muy importante, en un tiempo en el que la subordinación femenina no sólo era socialmente aceptada, sino que se establecía legalmente, como alerta la guía. Esto dificulta tanto la percepción del maltrato como la capacidad de las víctimas para pedir ayuda.

Las denuncias por violencia de género sobre víctimas de más de 65 años son minoritarias, como evidencian los datos del Ministerio del Interior. En Viogén, el sistema de seguimiento policial de la violencia machista, apenas el 2 % de los casos activos. Constan 1.605 víctimas mayores de 65 años, alrededor del 2 % de los más de 74.000 casos totales activos.

Si se analizan los asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas, desde 2003 ha habido 148 feminicidios de víctimas mayores de 61 años, lo que supone un 12,7 % del total de los crímenes machistas.

"En cuanto me casé, a él se le torció la cabeza"

La guía de Emakunde explica que la violencia de género que se ceba con las ancianas presenta "factores específicos". El primero de ellos, su efecto acumulativo y cronificación en el tiempo, en la mayoría de los casos la violencia comenzó en la juventud y se extiende. Esta exposición prolongada va a suponer el mayor impacto en su salud física y emocional, tanto "que puede llegar incluso a la pérdida de identidad personal y/o la muerte, en forma de homicidio o de suicidio".

Una víctima de 69 años pone palabras a esta dura realidad en la guía de Emakunde. “Al comienzo de la relación él era cariñoso, me trataba bien. Pero en cuanto me casé, a él se le torció la cabeza. Me casé con alguien a quien parecía no conocer. Su carácter cambió, se volvió celoso y posesivo, no me dejaba hacer nada sin él. Hubo una época en que yo no podía salir de casa, porque me decía que me quedaba mirando a todos y entonces yo, para no meterme en líos, o no salía o si lo hacía iba mirando al suelo. Aún con ello, tampoco eso estaba bien y lo peor fue cuando comenzaron las amenazas, ahí empecé a tener miedo por lo que pudiera hacerme tanto a mí como a mis hijos. Me comencé a sentir cada vez más pequeña”, cuenta.

La asunción del maltrato como algo natural, el arraigo a una cultura de sufrimiento, la marcada interiorización de roles diferenciados, el desconocimiento de otras formas de relación, la negación a mostrar en público la existencia de la violencia, entre otros, son factores presentes especialmente en las mujeres mayores que enfrentan la violencia, incide el documento.

Además, en la vejez el maltrato se amplifica y las mujeres viven aún más aisladas. Como consecuencia de la violencia, no suelen disponer de una red de apoyo familiar y social y otras veces es esa red la que dificulta que puedan pedir ayuda. "Podemos decir que la propia familia, muchas veces sus hijas e hijos, las animan a mantener la relación de maltrato, siendo esta circunstancia uno de los obstáculos más difíciles de superar. (...) Es habitual encontrar un fuerte sentimiento de soledad", se señala en la guía.

Se recoge en el documento el testimonio de una mujer de 69 años que habla precisamente de esto: "Fui yo sola a denunciar. Mi familia pensaba que estaba descerebrada por ir a denunciar a estas alturas de la vida. Mis hijos no querían ir en contra de su padre y sólo conté con apoyo de una compañera de trabajo que sabía de mi situación".

El momento de la jubilación aumenta el riesgo y eleva la intensidad del maltrato, como narra una víctima: “Cuando mi marido se jubiló, nuestra relación se deterioró aún más. Pasaba mucho tiempo en casa, controlándome todo lo que hacía, lo que compraba, a dónde iba. La situación fue aún peor que antes, me sentía agobiada. Ahora él acude a un centro de mayores a jugar a las cartas y para mí ha sido una liberación. Quiere que vaya con él, pero yo por ahora no quiero ir, así puedo disponer de unos ratitos de tranquilidad."

Otras cuestiones también frenan a las víctimas a la hora de pedir ayuda. La dependencia económica o vivir la violencia como un tabú son dos habituales.

Un maltrato que se extiende durante décadas

La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género presentó en 2018 un informe sobre víctimas mayores de 65 años elaborado por Cruz Roja y la Universidad Carlos III de Madrid a partir de testimonios de ancianas maltratadas.

El estudio también destacaba que se trata de una violencia invisible, a pesar de que las mujeres mayores padecen el maltrato machista durante décadas. Se concentra en ellas una doble discriminación, por género y por edad.

El 40 % de las entrevistadas refería haberlo padecido durante más de 40 años y el 27 %, entre 20 y 30. Casi todas ellas, el 98 %, decían sentir aún miedo y el 80 % narraba cómo el agresor las ignoraba, las trataba con indiferencia, las controlaba y aislaba

El 60 % fue víctima de violencia económica; más de la mitad sufrió agresiones sexuales; el 78 % empujones y tirones de pelo, el 75 % bofetadas, el 63 % puñetazos. La mitad fue arrastrada y pateada, en el 44 % de los casos su pareja la amenazó con utilizar o utilizó una pistola, un cuchillo u otra arma contra ella y a una de cada tres el agresor intentó asfixiarla o quemarla. 

Las razones que exponían para no haber interrumpido la relación con el maltratador eran el miedo a ser asesinada (35 %), no tener lugar al que ir (32 %), evitar el sufrimiento de hijos e hijas (32 %) y que el maltrato antes era un problema aceptado por la sociedad (30 %). 

Pide ayuda

El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900202010Todos los recursos contra la violencia de género.