MADRID

Ana Ferrer: "No es aceptable la ausencia de mujeres en los altos tribunales"

Ana Ferrer.

Ana Ferrer.

Cristina Gallardo

Cristina Gallardo

Ana Ferrer es la primera mujer en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Confía en que la feminización de la Justicia desarrollada en los últimos años se refleje en los altos tribunales y órganos de decisión, donde la proporción sigue siendo deficitaria.

Usted fue la primera mujer en la Sala de lo Penal del Supremo, algo de lo que ya han pasado siete años. ¿Qué representa la presencia de la mujer en esta Sala? ¿Cuántas mujeres hay ya en el Supremo? 

La presencia femenina en el Tribunal Supremo supone un necesario avance en la consolidación de la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de la jurisdicción. El acceso a través de la oposición y la promoción reglada sujeta a estrictos criterios de antigüedad consiguen diseñar un modelo equitativo. Cuando la discrecionalidad en los nombramientos desplaza a la antigüedad, el panorama empieza a oscurecerse. De los 76 miembros que según el último escalafón conformamos el Tribunal Supremo, solo 16 somos mujeres. En este momento hay presencia femenina en todas las Salas del Tribunal. En la Sala II somos tres, pero en las Salas I y V sigue habiendo solo una. En la Sala de lo Social están prácticamente igualados y la preside una mujer; y en la Sala de lo Contencioso, la más numerosa, solo seis de sus integrantes son magistradas. La proporción sigue siendo deficitaria.

Desde esta perspectiva, ¿cómo describiría la actual situación de la Justicia en España? ¿Qué es lo que se precisa con más urgencia?  

La situación ha ido mejorando gradualmente, y es de esperar que cada vez lo haga más. En cualquier caso, sigue siendo necesaria una apuesta decidida para conseguir la presencia igualitaria de la mujer también en los órganos superiores de la jurisdicción. Si hace algunos años la ausencia de mujeres en los más altos tribunales podía estar justificada al haber sido tardía nuestra incorporación a la carrera judicial, ese argumento hoy ya no es aceptable. Son muchas las mujeres que acumulan antigüedad y experiencia sobradas para alcanzar las cotas de excelencia, mérito y capacidad que tales puestos requieren y para acceder a ellos en condiciones de igualdad. La maquinaria se va moviendo, pero no podemos bajar la guardia porque la realidad sigue siendo oscura. De los 17 Tribunales Superiores de Justicia autonómicos, solo dos se encuentran presididos por mujeres, y todavía son pocas las presidentas de Audiencias Provinciales.

¿Cree que se corresponde con la realidad la visión que tiene el ciudadano de una Justicia lenta y quizá algo politizada?  

La lentitud en ocasiones resulta innegable, pero la idea de politización no está justificada en lo que a la actividad de los tribunales se refiere. En muchos casos la percepción de los ciudadanos sobre el funcionamiento de la Justicia se proyecta a partir de algunas decisiones de actores políticos o incluso del órgano de gobierno de los jueces. En España, quienes ejercemos la jurisdicción gozamos de un estatuto que garantiza nuestra independencia, y el funcionamiento de los tribunales es exponente de ello. Que los ciudadanos no confíen en la Justicia es un gran problema, sobre todo para la democracia, porque un sistema político en el que una de sus grandes instituciones está cuestionada no funciona correctamente. 

¿Cree que la visión algo pesimista que parecen arrojar las encuestas sobre la Justicia se ve alimentada por noticias como la falta de acuerdo entre partidos para renovar el CGPJ o la existencia de problemas para nombrar los magistrados del Tribunal Supremo?  

Desde luego tales noticias no benefician. La dificultad de los actores políticos para alcanzar acuerdos que den estabilidad al sistema son síntoma de una mala salud democrática y provocan grandes disfunciones.

"Que la gente no confíe en la justicia es un gran problema para la democracia"

Ahora nace EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, con proyección de futuro, y con el objetivo de reflejar la realidad española en todos sus territorios. Con respecto a la Justicia, ¿cómo cree que estará de aquí a diez años? ¿Cree que las principales carencias serán las mismas?  

Soy optimista. La administración de Justicia siempre ha sido la asignatura pendiente. Es impensable una sociedad moderna con una Justicia vetusta, porque en este caso la Justicia se convierte en un lastre para el desarrollo económico, para la seguridad de la ciudadanía y para el ejercicio de sus derechos. El reto es conseguir una Justicia más eficaz, más eficiente y más amable. Una Justicia moderna, en la vanguardia de los avances tecnológicos, cercana y que corrija las desigualdades. Confío que durante los próximos años sortearemos los obstáculos que nos separan de esos objetivos. 

¿Cómo visualiza el papel de la mujer en la Justicia en diez años? 

Cada vez más presente en todos sus niveles, como exponente de una igualdad efectiva entre hombres y mujeres. No podemos retroceder. Espero que en los próximos años las tendencias se consoliden; que la promoción profesional de las juezas discurra al mismo ritmo y en condiciones paritarias con las de sus compañeros varones, y que la creciente feminización de la carrera judicial tenga su correspondiente reflejo en los más altos tribunales y órganos de decisión.

¿Qué legado espera dejar de su paso por el Supremo? 

Un trabajo serio, la importancia de juzgar con perspectiva de género y la accesibilidad de nuestras resoluciones. Una Justicia cercana es una Justicia de calidad. Me parece muy importante que todo lo que decidimos llegue a la ciudadanía de manera que lo entienda y pueda asimilarlo. Solo en lo que se conoce y comprende se puede confiar.