LIMÓN & VINAGRE

Jon Rahm: donde dije digo, digo green

Si por unos cuantos votos uno puede opinar lo mismo y lo contrario sobre, pongamos por caso, la necesidad de una amnistía, con más motivo puede uno pasar del odio al amor si le ponen delante un talón de 550 millones

Jon Rahm

Jon Rahm / EPE

Albert Soler

Albert Soler

Contaron lo de Jon Rahm por televisión apoyados en imágenes suyas dándole a la pelotita, y en casa hubo festival de sorpresas: mi señora no sabía que alguien llamado así fuera vasco, mi hijo no sabía que existe el mini golf de grandes dimensiones y yo no sabía que a un tipo con un físico más parecido al de Homer Simpson que al de Usain Bolt, tuviera status de deportista profesional. Sea o no el golf un deporte, lo de ser un profesional -en el sentido de ganarse la vida con ello- no hay quien se lo pueda negar a Jon Rahm, después de que haya firmado un contrato de 550 millones de euros para jugar en la LIV Golf, el circuito de Arabia Saudí, abandonando por tanto el PGA Tour, a pesar de todo su pedigrí. 550 millones pesan más que el pedigrí, y esos solo por participar, deberán añadirse a la cifra los premios en metálico que consiga en los torneos.

Los dardos, el billar, los bolos, el golf, son actividades que tienen en común que uno puede practicarlos mientras se toma una copa y le pregunta al rival cómo están los niños, los míos bien, gracias, el mayor empieza este curso en la universidad. En ellas se producen muchas menos lesiones que en el futbol o en el atletismo, cosa que habla bien a las claras de los beneficios del alcohol y las conversaciones amigables sobre la salud. En Arabia no tiene que haber problema alguno para hablar de la familia con el rival, otro tema será conseguir una copa, ni que sea de txacolí, aunque uno imagina que con 550 millones en el bolsillo, esas cosas parecen menos importantes.

Es normal que el País Vasco produzca buenos golfistas, para un pueblo acostumbrado a levantar pedruscos, lanzar a cientos de metros una pelotita es peccata minuta. La única dificultad es aprender a hacerlo golpeándola con un palo, que si por ellos fuera, pegándole una patada la mandarían a la misma distancia, si no más. Rahm es de los que ha aprendido a hacerlo con tanta fuerza como eficacia, cosa que los árabes han sabido apreciar mejor que nadie, ahí está el cheque para confirmarlo. Jon Rahm ya era el deportista español mejor pagado, y lo es ahora con tanta diferencia que el segundo es el futbolista Koke, del Atlético de Madrid, que cobra 16 millones al año. Y encima, éste no cuenta con un caddie que le ayude a colocar el balón y le aconseje cómo pegarle cuando va a chutar un córner.

Rahm había criticado en el pasado la LIV Golf, y a algunos no les ha sentado bien que haya cambiado de opinión por una fruslería de 550 millones, una bagatela de nada. Y eso que cambiar de opinión es una de las tradiciones más españolas, en especial desde que se promociona desde la misma presidencia del gobierno. Si por unos cuantos votos uno puede opinar lo mismo y lo contrario sobre, pongamos por caso, la necesidad de una amnistía, con más motivo puede uno pasar del odio al amor a una competición, si le ponen delante un talón de 550 millones.

550 millones es una cantidad tan elevada que un periodista -de por sí la profesión peor pagada del mundo- no puede sino elucubrar sobre su significado, imaginarlo se me hace tan difícil como concretar las medidas del universo, demostrar la existencia de Dios o ver por entero un partido de fútbol femenino. Una vez tuve 550 euros en el banco y me asusté tanto que hasta que -para mi alivio y gracias a unos cuantos recibos domiciliados-, la cifra no disminuyó, no me atrevía a salir a la calle. Cuando uno se acostumbra a ser pobre, 550 euros en la cuenta corriente pueden suponerle auténticos quebraderos de cabeza, ni siquiera sabe en que podría gastar semejante dineral.

Por fortuna -valga la redundancia- a Rahm no le vendrá de nuevo su riqueza, él ya ganaba unos cuantos millones y no creo que le asusten unos cientos más, como mucho habrá de andar con cuidado con los sablazos, es lo que ocurre cuando se hace público lo que uno va a cobrar. Es más, ha reconocido que el dinero ha pesado en su decisión, pero que no ha sido lo más importante, que 550 millones tienen importancia relativa.

Que hay otras cosas que ha valorado, como jugar al golf en equipo, porque él es del Athletic Club y eso pesa mucho, falta por ver si en Arabia saltará al green con zamarra rojiblanca y si celebrará los birdies al grito de "alabí, alabá, alabin bom-bá". Rahm se adhiere así a la escuela de pensamiento de Groucho Marx, quien también sostenía que la felicidad no se halla en el dinero sino en las pequeñas cosas: una pequeña mansión, un pequeño yate, un pequeño jet privado... Gracias a su nuevo contrato, o sea, a haber cambiado de opinión, Jon Rahm podrá contar con esas pequeñas cosas que hacen la vida más fácil, en un país en el que la mayoría de ricos piensan de manera muy parecida, solo que a la lista le añaden también una pequeña cuadra de caballos y camellos de carreras y un pequeño harén.