LIMÓN & VINAGRE

Nasser Al-Khelaifi, el gobernador del PSG

Su domicilio fue registrado por la policía francesa luego de que la Fiscalía ordenara investigar la denuncia de un ciudadano de origen argelino francés que afirmó que Al-Khelaifi fue quien ordenó su secuestro en 2020

Nasser Al-Khelaifi  presidente y dueño del Paris Saint Germain.

Nasser Al-Khelaifi presidente y dueño del Paris Saint Germain.

José María de Loma

José María de Loma

Ya dijo Luis Enrique en su presentación como nuevo entrenador del Paris Saint Germain que se esforzaría rápido en aprender francés. A ver si así se entera de dónde se ha metido. Su urgencia es ganar, de una vez por todas, la Champions. Pero la de su club, o la de su presidente, parece ser más bien salir de los embrollos judiciales, políticos y policiales. Más que un club (¿les suena?), el PSG es una mezcla de embajada de Qatar, empresa, club de fútbol y lobby. Una pica en Flandes, o mejor, una daga en la ciudad de la luz. El PSG, porque así lo impulsó Sarkozy, fue adquirido por QSI, el fondo catarí de inversiones en el ámbito del deporte, que como todo en ese pequeño, rico país, lo controla y dirige el emir Tamim bin Hamad al-Thani. 

Desde entonces, el equipo es fuente noticiosa que mana abundante. Por los fichajes de galácticos o galactiquitos en decadencia que efectúa, pero también por otro tipo de cuestiones. La última es la protagonizada por el presidente del club, Nasser Al-Khelaifi, nuestro protagonista de hoy, cuyo domicilio parisino fue registrado por la policía francesa luego de que la Fiscalía ordenara investigar la denuncia de un ciudadano de origen argelino francés, Tayeb Benabderrahmane, que afirma que Al-Khelaifi fue quien ordenó su secuestro en 2020. Secuestro de diez meses. El caso Tayeb, truculenta historia. El citado, no es plan de escribir otra vez, y mal, su apellido, trabajó para el PSG, y Al-Khelaifi afirma que lo único que quiere es chantajearle, vengarse, sacarle pasta y desprestigiarlo. 

La prensa francesa, a raíz de este caso, ha especulado con todo tipo de historietas de novela negra, rosa y roja: presuntos documentos en poder del secuestrado hablarían de chantajes, extorsiones, romances, grabaciones en vídeos… todo muy presuntamente comprometedor. Vamos a escribir lo de presuntamente varias veces en este texto, vamos a escribir con precaución, dado que estamos en un país donde a una periodista de Huelva le han caído dos años por informar sobre un sumario que no era secreto, lo cual representa una atrocidad, con perdón, un ataque a la libertad de información y, si prospera como precedente, el fin del periodismo judicial. Ni más ni menos. Pero no nos vayamos por los cerros de Huelva. 

El registro en la casa del presidente del PSG retrasó la rueda de prensa de Luis Enrique, al que no sabemos si el presidente le pidió disculpas. A Al-Khelaifi le crecen los Mbappé. Que no es un problema enano. El dinero no da la facilidad para ganar la Champions. Ni tampoco la felicidad completa. El máximo mandatario del club francés gana para disgustos, pero se los lleva a pares. Día sí, día también, se ve en los titulares envuelto en la polémica. 

Nacido en Doha en 1973, hijo de un pescador, tiene porte elegante y maneras seductoras; ríe con frecuencia; fue a la universidad, fue tenista en su juventud primera y de hecho ocupa cargos en la federación qatarí de ese deporte, en el que seguramente debió aprender la importancia del revés. Unos cuantos sí que se está llevando. Llegó a ser ministro sin cartera de su país. Es el primer presidente no francés del PSG, cargo al que llegó en 2011 con la misión de mover la chequera, la Champions, los intereses cataríes y el cotarro del fútbol internacional. Trajo a Ibrahimović, Beckham, Di María, Neymar, Mbappé, Sergio Ramos o Messi, entre otros muchos, pero no ha aprendido a ejercer la presidencia con las formas vaticanas, diplomáticas, queremos decir, de un Florentino ni las domesticadas salidas de tono de Joan Laporta. 

Debería existir un máster en presidente de club de fútbol, si bien el invento podría acabar con la desigualdad de formas y maneras de desenvolverse en ese ámbito, que proporciona un gran espectáculo por mucho que el estilo Gil esté en vías de extinción, aunque haya ejemplares en activo. Se calcula, calcular es hacer oposiciones a equivocarse, que ha desembolsado más de 1.300 millones de dólares en fichajes. Este hombre mueve más dinero que un ayuntamiento potente. Sueña con la Champions, goza de París, es aficionado a la corbata oscura y ha contratado a Luis Enrique para que levante pasiones en el seno del PSG. En una liga que no tiene el relumbrón, la calidad, de la española, la inglesa o incluso las alemana e italiana. 

Por ese manejo del dinero sin resultados en lo deportivo (bueno, ligas sí) recuerda al Barça de otras épocas. Bueno, no. Nunca se sabe. Y con este hombre, tampoco.