PREMIER LEAGUE

De la Superliga al ‘caso Abramovich’: así intenta Boris Johnson atar en corto al fútbol inglés

El gobierno británico ha aprovechado las crisis del último año para lanzar mensajes de respaldo a las comunidades de aficionados, pero todavía tiene la tarea de cumplir la promesa electoral de reformar la estructura de la Premier y demás categorías

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, juega a fútbol durante un acto electoral.

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, juega a fútbol durante un acto electoral. / Pool

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Por mucha afición al fútbol que haya en España, es difícil que una promesa electoral condicionada a este deporte pueda servir de palanca a un candidato a la presidencia del Gobierno. Acaso la determinación por organizar un Mundial, pero ni siquiera algo así tendría excesiva importancia en una carrera electoral.

En Reino Unido, en cambio, todo es distinto. Allí, especialmente en Inglaterra, todo lo que rodea a los clubes es cuestión de primer orden, principalmente por la tradición de respaldar al equipo de la ciudad o la provincia por encima de las simpatías que pueda haber por los grandes clubes del país como Liverpool, Manchester United o Arsenal.

Ese ecosistema futbolístico genera unos fuertes lazos entre los propios aficionados, que generan una suerte de comunidad alrededor de su equipo mucho más potente y cohesionada de la que pueda existir en otros países de Europa, principalmente los mediterráneos, que viven en el fútbol como una experiencia asociada a amigos o familiares. Ahí la unidad básica es la propia comunidad.

Promesas

Boris Johnson

supo observar las preocupaciones que existían en su país alrededor del fútbol para apuntalar su candidatura a primer ministro en el año 2019. Y, sobre todo, se supo aprovechar de ella, prometiendo iniciativas destinadas a potenciar el papel de los aficionados en la gestión rutinaria de los clubes.

Ocurrió en un contexto en el que la presencia de capital británico en los clubes es cada vez menor. En la Premier League, la joya de la corona, solo cinco de los 20 clubes son de propiedad mayoritariamente inglesa. Reflejo de la globalización y también de la independencia con la que ha funcionado la liga más poderosa del mundo desde su fundación, en 1992.

Johnson quizá sea el primer ministro británico que, desde entonces, ha apostado más firmemente por aplicar una política intervencionista en el fútbol inglés. La tutela sobre las actividades del Chelsea, tras las sanciones a su dueño, Roman Abramovich, es solo el último reflejo de esta tendencia aplicada por el Partido Conservador, que se aleja en este ámbito de su tradicional liberalismo.

Posible venta

De hecho, las últimas informaciones que llegan desde Londres recogen de nuevo la opción de que el vigente campeón de Europa cambie de propietarios en las próximas semanas, en un proceso directamente tutelado por el gobierno de Johnson que garantice que Abramovich no reciba ingresos por deshacerse de la propiedad.

Una operación que, de culminarse con éxito, potenciaría el relato que Johnson quiere instaurar alrededor del fútbol: el del regreso a los orígenes, 'football is coming home'. Incluso la necesita, tras tragarse hace unos meses el sapo de ayudar a su aliada Arabia Saudí a comprar el Newcastle. El fútbol es importante, pero la gepolítica y las relaciones internacionales van por delante.

Liberado de estos últimos condicionantes, Johnson pudo dar hace un año el gran golpe sobre la mesa en el ámbito del fútbol. El 'premier' británico vio enseguida el anuncio de la Superliga, con seis equipos de la Premier involucrados, como el momento perfecto para activar su plan de contentar a los aficionados al fútbol.

Amenazas

Hubo más actores involucrados en el fracaso del proyecto de Florentino Pérez, pero Johnson fue el principal, amenazando a los seis clubes ingleses con hacerles la vida imposible, bloqueando en buena medida su mercado exterior e imponiéndoles una regla similar a la del 50+1 que rige en la Bundesliga alemana, por la que la mayoría accionarial de los clubes debe pertenecer por ley a los aficionados.

Los seis clubes implicados (Liverpool, Manchester United, Manchester City, Arsenal, Chelsea y Tottenham) recularon enseguida, apremiados también por la radical oposición de sus propios aficionados, renegando de la Superliga y regresando al redil del 'statuo quo' de la Premier y la UEFA.

El problema para Johnson fue que esos frenéticos días de abril de 2021 redoblaron la presión para que pusiera en marcha su promesa electoral de caminar hacia una nueva legislación que pusiera coto a los clubes de la Premier y potenciara la solidaridad en la 'pirámide del fútbol'.

Este término, de uso cotidiano es Inglaterra, define un modelo de fútbol en el que se entiende que la base (los equipos de categorías semiprofesionales y aficionadas) sostiene deportivamente a las divisiones principales y que, por tanto, los clubes más poderosos deben realizar aportes financieros regulares para su sostenimiento.

Informe Crouch

El gobierno británico encargó para cumplir su promesa un informe a la parlamentaria Tracey Crouch sobre los cambios que serían necesarios para impulsar estas reformas en el fútbol inglés. Un texto presentado en noviembre ante el que la Premier League y la Federación Inglesa (responsable de las tres siguientes categorías del escalafón) mostraron de manera tímida su disconformidad.

En materia de aficionados, dicho informe propone que las asociaciones de fans (generalmente muy estructuras y con ascendente en las hinchadas) tuvieran capacidad de veto ('golden share') sobre decisiones trascendentales de los clubes, como puedan ser los cambios de estadio o de escudos. O participación en competiciones, en un guiño claro a la Superliga.

Las variaciones más importantes del ya conocido como Informe Crouch, no obstante, tienen que ver con la supervisión y las finanzas de los clubes. Más allá de las leyes estatales, los equipos de la Premier tienden a la autorregulación, con organismos propios que controlan sus economías y deciden sobre la entrada de nuevos dueños en los diferentes clubes.

La diputada conservadora propone, en cambio, la creación de un regulador independiente que incremente los controles sobre estas materias, lo que en la práctica restaría poder de gobernanza a los clubes sobre sus propios asuntos.

Impuesto de traspasos

Otra de las medidas, y quizá la que más rechazo generó en los clubes, es la de gravar con un 10% los fichajes de jugadores entre equipos de la propia liga o de aquellos procedentes del extranjero. Es decir, un traspaso de 20 millones pasaría a ser 22, por ejemplo. Esos dos millones irían destinados a clubes de categorías inferiores, cumpliendo así la filosofía de reforzar la 'pirámide del fútbol'.

Este informe, como la paralización de la Superliga o la tutela sobre el Chelsea, le han servido a Johnson para dar golpes encima de la mesa. Ahora bien, al primer ministro británico le queda la tarea de pasar del populismo a los hechos. Y está por ver que lo haga.

El Informe Crouch es, por el momento, solo eso, una lista de recomendaciones sobre las mejoras que supuestamente necesita el fútbol inglés. Desde noviembre está en manos del gobierno y del Parlamento de Londres la decisión de si aplicarlas o no y de qué forma hacerlo.

Salvo que caiga antes de tiempo, una posibilidad cada vez más probable, a Johnson le quedan dos años de mandato para aplicar su promesa de regularizar el fútbol y darle mayor voz a los aficionados. Hacerlo sería ganar votos con toda seguridad, pero también generará costes importantes en materia de apoyos financieros y empresariales. ¿Se atreverá a dar el paso? Habrá que verlo.