LIBROS

Culpar a los pobres de su condición, uno de los éxitos del sistema

El sociólogo Juanma Agulles publica ‘Vagabundias. Criminales, vagos, putas y locos’, un ensayo valiente y profundo sobre la criminalización de la pobreza en la sociedad capitalista contemporánea

Una persona sin hogar pide dinero en las calles de Barcelona.

Una persona sin hogar pide dinero en las calles de Barcelona. / JOAN PUIG

Juanma Agulles trabajó durante catorce años en un albergue para personas sin hogar. Es sociólogo y tiene tras de sí una obra poblada de artículos académicos y diversos libros dedicados a la historia de la pobreza (La negación de la virtud, Virus, 2023), al proceso de urbanización contemporáneo (La destrucción de la ciudad, Catarata, 2017 [Premio Catarata de Ensayo]) y al desarrollo tecnológico y sus contrasentidos (La vida administrada, Virus, 2017). El último en llegar es Vagabundias. Criminales, vagos, putas y locos, el nuevo ensayo que acaba de publicar en la editorial Pepitas y donde destila toda la experiencia vivida en aquel centro.

“Acabé trabajando en un albergue debido a mis estudios en sociología y mis primeras investigaciones sobre la segregación urbana y los movimientos sociales en torno a la vivienda”, nos explica. “En 2001 estuve haciendo trabajo de campo en Buenos Aires como colaborador de un proyecto de investigación, y en 2002 finalicé mis cursos de doctorado en un programa denominado Bienestar social y desigualdades. Después trabajé en algunas entidades y asociaciones de atención social y terminé recalando, en 2008, en un centro para personas sin hogar”.

A lo largo de los casi tres lustros que pasó allí, el autor fue acumulando una gran cantidad de historias de vida y reflexiones que le pedían un formato distinto. “De ahí surgieron los primeros capítulos de Vagabundias”, confiesa.

El libro es, en parte, una crónica, pero que no renuncia a la reflexión teórica y al estilo ensayístico, e incluso a la recreación literaria de algunas situaciones. “Así, a partir de historias de vida que conocí de primera mano, pude ir desentrañando aspectos de la sociedad actual que siempre me han interesado y que he abordado desde una perspectiva crítica”, reflexiona el autor.

'Vagabundias. Criminales, vagos, putas y locos', de Juanma Agulles

'Vagabundias. Criminales, vagos, putas y locos', de Juanma Agulles / Pepitas

En muchas ocasiones, el trabajo en el albergue colocaba al autor en posiciones muy contradictorias. “Por mi forma de entender la investigación y la crítica social, a veces sentía que mis reflexiones quedaban fuera del consenso mayoritario respecto a la acción social o a lo que se suponía que significaba la pobreza”, afirma. “Pero, al mismo tiempo, la experiencia directa del trabajo con personas extraordinarias me daba nuevos elementos para la reflexión teórica mediante la que encaraba la realidad con mejores argumentos. Algo que para un sociólogo —y, en realidad, para cualquier persona— tiene innumerables ventajas”.

Trabajar “en torno a la miseria”

Una de las cosas que más llaman la atención de Vagabundias, es el juicio tan severo que Agulles realiza respecto a las personas que trabajan en los albergues e instituciones similares que, en teoría, se ocupan de facilitarle la vida a quienes están pasando dificultades en su vida. “Mientras la sociedad siguiese generando nuevas miserias y nuevas gentes del abismo, a nosotros no nos faltaría trabajo”, escribe.

No es nada escandaloso señalar la dimensión de control social y legitimación del orden que cumplen los servicios sociales"

“Hay que decir que ese juicio lo aplicaba, sobre todo, a mí”, afirma. “Como sociólogo, no puedo dejar de ver las condiciones estructurales que generan la miseria y la pobreza, aunque en el trabajo cotidiano me enfrentase a lo radicalmente concreto, a la carencia y la necesidad vividas; a la resistencia y a la dignidad de personas que se negaban a ser categorizadas como usuarias o clientas de la asistencia social; y a las formas más o menos solapadas de violencia institucional. De cualquier modo, dentro del ámbito de la sociología no es nada escandaloso señalar la dimensión de control social y legitimación del orden que cumplen los servicios sociales, y cómo reproducen las condiciones de discriminación y segregación que, sobre el papel, pretenden erradicar. No soy el primero ni el único que piensa y escribe sobre esa cuestión”, aclara.

Por Vagabundias, tal como avanza su título, desfilan personas de todo tipo, aunque el autor aclara que no estaba demasiado interesado en realizar una “galería de retratos”, sino en analizar dinámicas de más largo alcance de una sociedad que estructuralmente tiende a la segregación y la discriminación, a partir de esos casos concretos. “En realidad, el libro habla sobre los prejuicios e imaginarios sociales que funcionan a muchos niveles y sobre cómo las personas tratan de combatirlos y, a pesar de todo, vivir sin pedir permiso”, explica.

La pobreza como una anomalía que hay que gestionar

Quizá uno de los temas más interesantes de la obra de Agulles es el enfoque histórico que se plantea del problema de la pobreza. Desde hace siglos, se ha considerado que la pobreza es un problema, una anomalía, y a los pobres se les trata como fracasados o incluso como seres peligrosos para el Estado. La pobreza como una situación administrativa que hay que gestionar por seguridad. Y el pobre como una persona que hay que reintegrar en el sistema productivo.

“Creo que para entender cualquier fenómeno social es imprescindible adoptar un enfoque histórico”, explica el autor argumentando su decisión. “Uno de los triunfos del capitalismo ha sido naturalizar las situaciones de dominación y discriminación, y desviar el debate sobre las condiciones sociales que las producen hacia las conductas individuales o las características de ciertos ‘colectivos’ que no se adaptan a los requerimientos de la ganancia y la acumulación. Los Estados modernos —que se constituyeron, precisamente, en tanto elementos fundamentales del capitalismo mundial— emprendieron, desde hace al menos dos siglos, la llamada ‘lucha contra la pobreza’, que puede librarse mediante acciones caritativas o asistenciales o incluso cierto reconocimiento de derechos, pero que nunca deja de lado el aspecto punitivo y de control social que es, en última instancia, su razón de ser. En Vagabundias, a través de varios de los relatos de las personas que conocí, está presente esa reflexión que había desarrollado antes en La negación de la virtud en forma de ensayo histórico”.

Si estás dentro de esta masa que ha de ser controlada, pobre de ti si resulta que eres raro, que te sales un poco de la norma. Ser diferente, como vemos en varios de los casos retratados en el libro, es muy negativo. “Las formas adoptadas por la asistencia social requieren de una estandarización de las conductas, ya que son, en lo fundamental, formas de gestión del material humano que la economía consume no como individuos concretos, sino en tanto tiempo abstracto de vida dedicado al trabajo”, sostiene Agulles.

“Para realizar esa operación es necesario laminar todo rasgo conflictivo y practicar una normalización social de aquellas personas a las que se considera inadaptadas”, continúa. “En el entorno de los servicios sociales se conoce como ‘efecto Mateo’ al hecho de que quienes acceden a mayores recursos, ayudas e información son precisamente aquellas personas que, por su situación social y formas de conducta, están menos alejadas del ideal de ‘clase media’ al que aspiran la mayor parte de las personas que trabajan en el sector de la asistencia. Esta lógica del merecimiento y del reconocimiento social no tiene que ver con algún tipo de perversidad moral atribuible a los profesionales, sino con un requerimiento estructural de las sociedades capitalistas. He comprobado en primera persona la dificultad para resistir a estas dinámicas incluso por parte de aquellas personas que entienden su profesión de manera crítica”.

La salud mental

Los trastornos de salud mental, muy frecuentes en la población que sufre situaciones de pobreza, complican todavía más la situación. Pero, ¿son causa o consecuencia de la situación en las que se encuentran estas personas? Según el autor escribe en el ensayo, “la mayor parte de la gente pierde el juicio por sufrir la injusticia y la tarea fundamental de quienes trabajan administrando la miseria consiste en dar la vuelta a las cosas para acabar afirmando que quienes sufren la injusticia la sufren por haber perdido el juicio”.

Ocultar el sufrimiento psíquico mediante fármacos o psicoterapia y atribuir los problemas sociales a desequilibrios bioquímicos del cerebro, en lugar de abordar los condicionantes históricos que los generan y reproducen, me parece que es parte del problema"

“La idea de los trastornos de salud mental ha ido desplazando la reflexión más amplia sobre la dinámica social depredadora, y cada vez más violenta, que genera sufrimiento psíquico a un gran número de personas”, comenta el autor. “En el libro cito a un psiquiatra crítico que ha señalado algo obvio, pero a menudo olvidado: la función fundamental de nuestro cerebro es reaccionar ante los estímulos del entorno. Las defensas que generamos frente a procesos de discriminación, alienación, aislamiento, humillación e injusticia, son a veces excepcionales y difíciles de asimilar por otras personas. Ocultar el sufrimiento psíquico mediante fármacos o psicoterapia y atribuir los problemas sociales a desequilibrios bioquímicos del cerebro, en lugar de abordar los condicionantes históricos que los generan y reproducen, me parece que es parte del problema”.

En el libro, Agulles hace referencia a varias historias en las que esta dinámica significa avanzar hacia la muerte social de las personas y cómo algunas de ellas rechazaban el diagnóstico y su tratamiento por ese mismo motivo. También la historia contraria: cómo el tener una vida mejor hacía que los problemas de salud mental se redujeran.

“Con Vagabundias, y con mis trabajos anteriores, he tratado de evidenciar toda la serie de justificaciones ideológicas, imaginarios y prejuicios que pretenden naturalizar unas relaciones sociales históricas y apartarnos así de la reflexión en torno a las condiciones de vida generadas por una sociedad capitalista en quiebra”, reconoce el autor para finalizar. “Considerar, por ejemplo, que hay personas que están fuera de la sociedad, o que la marginalidad, la pobreza o la locura son condiciones particulares debidas a conductas individuales o a predisposiciones culturales, genéticas o de cualquier otro tipo que la buena sociedad debe ‘tratar’ sin modificar ni un ápice las relaciones de dominación y la violencia que están en su base, es un grave problema. Si con mis trabajos puedo contribuir a modificar, aunque sea un poco, los términos en los que habitualmente transcurre el debate público sobre estas cuestiones, me daré por satisfecho”, concluye.