MÚSICA

Cuando Scorpions ‘saltó’ el Muro de Berlín y llevó el rock duro a la Unión Soviética

Tal día como hoy, hace 36 años, la banda alemana inició en Leningrado, la actual San Petersburgo, su gira mundial para presentar su disco ‘Savage Amusement’, adelantándose a los acontecimientos que cambiarían el mapa político mundial

Carátula del documental que grabó Scorpions en su visita a la URSS

Carátula del documental que grabó Scorpions en su visita a la URSS / Archivo

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

El 17 de abril de 1988, el grupo alemán de hard rock Scorpions saltó el Muro de Berlín y se presentó en la Unión Soviética para dar una serie de 10 conciertos en la ciudad de Leningrado, la actual San Petersburgo. Aquellas actuaciones representaron en su momento toda una novedad y fueron, a la vez, una especie de banda sonora del nuevo aperturismo, aún tímido, de la gran potencia ‘roja’ a las influencias externas que traía consigo el rock. 

Las descargas metaleras del conjunto germano evidenciaron que más allá del telón de acero aquella música eminentemente occidental y que había nacido en Estados Unidos también era capaz de cautivar a una juventud ávida de cambios. Aunque tan solo tres meses antes la formación británica Uriah Heep se había convertido en la banda occidental pionera en tocar en la URSS, Scorpions fue el primer grupo de heavy metal en actuar en el Estado federal socialista y es considerado hoy como el verdadero pionero en la apertura de aquel mercado a la música del resto de Europa.

Scorpions

Carátula del DVD 'To Russia with Love...", de Scorpions / EPE

En 1988 el Muro de Berlín todavía representaba la división del mundo en dos grandes bloques a la sombra de EEUU y la URSS. Aunque las grietas no tardarían en aparecer en aquella histórica construcción hasta consumarse su derribo poco más de un año más tarde, cuando Scorpions logró el permiso necesario para descargar su música en la gran ciudad rusa la tensión entre las dos grandes superpotencias estaba aún latente y se seguía empleando el término Guerra Fría para definir esa tensa relación. 

Y eso a pesar de que la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en la URSS en 1985 había supuesto un cambio de orientación y de aperturismo que se tradujo en las denominadas perestroika (reestructuración) y glásnost (transparencia). El rock llevaba años sonando en muchos lugares de la Unión Soviética, aunque en la mayoría de ellos de forma marginal. No era fácil hacerse con un disco de importación y afloraban no pocas ediciones, que podían considerarse piratas al no pagar derechos de autor, con la musica de algunos de los más famosos grupos occidentales. 

La política condicionaba la música en la URSS, donde el rock era acogido con desconfianza por las autoridades por cuanto representaba de éxito de la cultura estaodunidense. 

En ese contexto, en 1988 el grupo alemán Scorpions había logrado, a través de un mánager húngaro, contactar con Stas Namin, una antigua estrella del pop ruso, que se había convertido en un importante productor discográfico local. Él será quien arme una serie de conciertos en territorio soviético. Inicialmente, cinco actuaciones en Moscú y otras tantas en Leningrado. Sin embargo, no tardaron en torcerse las cosas. El permiso en Moscú fue revocado por la desconfianza de las autoridades moscovitas y se anuló así la posibilidad de que los germanos tocasen cerca de la Plaza Roja. Finalmente, la gira consistiría en 10 actuaciones en el Sport-and-Concerts Complex de Leningrado.

Los rockeros alemanes llegaron a Moscú tras invertir bastante dinero en el proyecto. Desplazaron todo su equipo de sonido y técnico desde Alemania. Era una apuesta decidida por representar la apertura del mercado más allá del Muro. “Queríamos romper barreras”, reconocía el guitarrista Rudolf Schenker. 

Nada más aterrizar en la capital soviética, y antes de coger el vuelo rumbo a Leningrado, viven con asombro y algo de incredulidad la visita de un montón de fans que no solo los reconocen, sino que demuestran conocer las canciones de la banda alemana.  

Una vez en Leningrado, ya alojados en el hotel Pulkovskaya, los miembros de Scorpions comprueban que allí también hay una gran expectación ante su visita. Decenas de fans aguardan cada día la salida de los músicos de Hannover a las puertas del lujoso complejo hotelero. 

La Guerra Fría para Scorpions era menos fría de lo esperado. Y eso contrastaba con el temor inicial de Klaus Meine, el cantante del grupo, a ser recibidos con algo de resquemor o indiferencia. El recuerdo de las visitas alemanas en la URSS contaba con el trágico precedente de la II Guerra Mundial. “Nuestros padres vinieron con tanques, nosotros venimos con guitarras”, sentenció Meine. Era un salto diferencial enorme. Los escorpiones alemanes se iban a limitar esta vez a clavar sus aguijones rockeros en un recinto con capacidad para más de 20.000 espectadores durante 10 noches consecutivas. 

Las entradas se agotaron. Esos días llegaron a Leningrado fans de la banda procedentes de numerosas localidades soviéticas, así como de países como Polonia, Finlandia, Hungría o Mongolia. El periodista Edgar Klüsener recogía en la revista musical Metal Hammer el caso de un aficionado que llegó desde Siberia para ver en directo a Scorpions: “Uno había desafiado el hielo, la nieve y el frío intenso para hacer autostop desde la lejana Siberia hasta Leningrado para experimentar a su grupo favorito en vivo. Cuando los Scorpions se enteraron de su historia, lo invitaron a una reunión y también le organizaron la entrada gratuita a los conciertos”.

Un público heterogéneo llenó cada noche las instalaciones. Como telonero tuvieron al grupo Gorky Park, que, al no ser de Leningrado, fue recibido con bastante animadversión por el público local. Algunos días se produjeron lanzamientos de objetos, incluyendo alguna bengala. 

Cada noche, en las primeras filas, junto al escenario, se agolpaban los más incondicionales, que reproducían al unísono el repertorio del grupo alemán. Curiosamente, conocían las letras pero no sabían inglés, lo que hizo difícil el entendimiento del público con el cantante de la banda. Pero el rock se erigía en cada entrega como un idioma universal, y eso era lo único que necesitaban músicos y espectadores para que se produjese una perfecta comunión.

Klaus Meine, en un club de Leningrado en 1988

Klaus Meine, en un club de Leningrado en 1988 / Archivo

Además, Scorpions incluyeron en los últimos días algunas canciones populares rusas como gratificación por el recibimiento y por las inolvidables noches en las que presentaron su nuevo disco Savage Amusement y tocaron algunos de sus clásicos como Rock You Like an Hurricane, The Zoo, Blackout o Big City Nights. También algunas de sus reconocibles baladas, como Still Loving You y Holiday, con las que, según confesaron más tarde los rockeros, “se emocionaban hasta los miembros de seguridad que asistían cada noche para velar por la seguridad del espectáculo”. 

Durante los días de permanencia en la actual San Petersburgo, los integrantes de Scorpions salieron a pasear pos sus calles acompañados siempre de un denso séquito de seguridad y siempre ante la atenta vigilancia de miembros del KGB.  

Una noche invitaron al grupo alemán a asistir a un pequeño club donde tocaban algunas bandas locales. Era un local semiclandestino. Ni cortos ni perezosos, los rockeros alemanes se subieron al diminuto escenario e improvisaron una actuación con la bandera de la URSS y un retrato de Lenin tras ellos. Era toda una alegoría del tiempo que estaba por venir muy poco después. El rock parecía estar derribando un muro hasta entonces infranqueable.   

Tras recorrer el mundo con sus canciones, la gira de Savage Amusement terminaría en Moscú un año después con una actuación en agosto de 1989 en el Moscow Music Peace Festival, donde Scorpions tocarían en esa ocasión en el estadio Lenin junto a grupos como Bon Jovi, Cinderella o Motley Crue. Tres meses después se produciría la caída del Muro de Berlín, y dos años más tarde llegaría la disolución de la Unión Soviética

En la revista Metal Hammer, Klaus Meine diría: “Descubrimos que los jóvenes en Rusia son los mismos que en el resto del mundo: rebeldes, alegres y entusiastas. Pero también hay un aspecto político específico en estos conciertos. El rock'n'roll ha demostrado una vez más que es la única fuerza mundial que realmente une a las naciones”.