Instituto Mexicano del Sonido

Camilo Lara: "Los artistas estamos al servicio de las necesidades del mercado de zapatillas. Es un problema cultural serio"

Es una de las personalidades más influyentes de la música latina y más allá, y ahora presenta un recopilatorio de toda su carrera que es la excusa perfecta para hablar del estado de la industria y del cambio de idioma, y de paradigma, en buena parte de los sonidos del momento

Camilo Lara, más conocido por su proyecto musical Instituto Mexicano del Sonido, en Madrid.

Camilo Lara, más conocido por su proyecto musical Instituto Mexicano del Sonido, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

En la música, como en tantas otras artes, son muchas veces los nombres que no están en la primera fila, los que no cultivan millones de seguidores en tiktok ni se reconocen a la primera por la calle, los que mayor trascendencia tienen para que la cosa creativa avance. Camilo Lara es el ejemplo perfecto. El artista al que se conoce mundialmente por su proyecto principal, Instituto Mexicano del Sonido (IMS), es uno de esos genios humildes que, aunque firma sus propios discos y cuenta con una nutrida comunidad y un buen puñado de hits en su haber, parece siempre más cómodo en la trastienda, en esas labores de ‘curador’ o productor que desempeña casi más a menudo que las del artista principal que pone la cara.

Un ejemplo ilustrativo de su alcance: hace apenas unas semanas, Lara estuvo grabando un puñado de canciones nada menos que con Beck, astro legendario de la música alternativa de EEUU. Tres días después hacía lo mismo con Damon Albarn, líder de Blur, para uno de los proyectos del británico, Africa Express. No es la primera vez que le llaman artistas de ese relieve: Metallica, Norah Jones o Band of Horses, por ceñirnos tan solo a la esfera anglosajona, han contado con él para sus producciones y remezclas. ¿Otro indicador todavía más poderoso de su influencia? Que si usted baila hoy cumbia en una discoteca de moda de Malasaña o en ese festival tan moderno al que acudirá este verano, se lo debe en buena parte a él, que fue uno de los primeros en coger este sonido tradicional de Colombia, popular en toda América Latina, y pincharlo en los locales más cool de cada país que visitaba, adoptándolo también en sus propios discos, donde convive con el danzón, el mambo, la electrónica o el hip hop, otros de los estilos que suele frecuentar.

Algo-Ritmo, el recopilatorio de veinte años de trayectoria como IMS que acaba de lanzar, es la mejor ventana posible a ese universo sonoro. “El eje de mi carrera han sido México y las músicas tropicales en general. Empecé sampleando música popular tropical y entendí que ese era mi lugar en el mundo -explica Lara sentado en una terraza del centro de Madrid con este diario-. Me gustaba el punk, la música electrónica, el hip hop y todo lo que a uno le gusta de joven, y me sigue gustando. Pero siempre tuve la convicción de lograr que la música popular fuese famosa. En México, un país tan clasista, la música popular era muy ninguneada, era música de pobres. Y siento que eso con los años ha cambiado, ya es otra historia. Es una batalla que ganamos”, asegura satisfecho.

En México, un país tan clasista, la música popular era muy ninguneada, era música de pobres. Y siento que eso con los años ha cambiado, ya es otra historia. Es una batalla que ganamos"

A día de hoy, el tema que acumula más reproducciones en plataformas musicales de la historia de la música mexicana es Nunca es suficiente, una cumbia de la banda tradicional Los Ángeles Azules que Lara produjo en 2018 y en la que llamó a Natalia Lafourcade para que pusiera su voz, como ya había hecho antes con otros artistas provenientes de la esfera del rock y alternativa como Carla Morrison, Vicentico de Los Fabulosos Cadillac o Lila Downs. Esa canción es básicamente acústica y entraría en los moldes da la cumbia más clásica. En sus propios discos, en cambio, y aunque sea con esos ritmos latinos ya mencionados como base, Lara es un artista esencialmente electrónico que hace “música de laptop”. “Mis dos hermanos mayores son guitarristas, pero como yo soy zurdo nadie me quería enseñar -recuerda-. Por eso en los 90 comencé a jugar con sintetizadores y con samplers".

Criado en la Movida mexicana

Su hermano Leoncio era uno de los miembros de Bon y los Enemigos del Silencio, una de las bandas más importantes de la Nueva Ola mexicana de los 80, así que Camilo Lara se pasó su adolescencia viendo pasar por su cocina a toda la Movida del DF. Comenzó a coleccionar discos raros que luego sampleaba para producir su propia música, y cuando se compró uno de aquellos ordenadores de colores de Apple comenzó a hacer sus primeros remixes. Entre los primeros estaban los que hizo con la música de Carlo Coupé, un artista de la escudería madrileña Subterfuge que recuperaba la música lounge de los años 50 y 60, un estilo que también le apasionaba a él, devoto de músicos de aquella época como Pérez Prado o Esquivel. Su disco de debut, Méjico Máxico, lo publicó primero en España con el sello Lovemonk, y después en EEUU y Reino Unido. Solo dos años después salió en México. “No encontré mi lugar en mi país hasta más tarde. Allí era como un perro raro. No era cumbiero, ni rockero, ni electrónico. En las raves me decían: ‘estás loco, ¿por qué pinchas a Esquivel?’”, recuerda.

Algo-Ritmo es un disco panorámico en el que se aprecia el cóctel de estilos que conforma su música, aunque Lara dice que “una vez que las ves todas juntas, ya no son tan asimétricas”. En él ha querido reunir dos facetas: la del músico puramente rítmico (todo el disco, de principio a fin, es bailable) y la del tipo que, posteriormente, quiso decir cosas con sus canciones “porque en un momento dado, decidí hablar”, explica. Hay temas emblemáticos de su carrera como el instrumental Jálale o ese México que ha aparecido en tantas series. También un par de temas nuevos, la cumbia Stop que ha hecho con Ceci Bastida y ese Bolero que firma con Foudeqush y Esteman y que recuerda a las cosas que hacían Señor Coconut o él mismo al principio de su carrera. No faltan colaboraciones emblemáticas como la que firmó con la reguetonera Lorna (sí, la de Papichulo) o con el guitarrista de Blur Graham Coxon.

Muchas de las canciones de Lara, como la mencionada, han encontrado hueco en películas y series. A menudo es él mismo quien, en esa faceta de ‘curador’, se ocupa de seleccionar la música. Empezó haciéndolo con Y tu mamá también, y allí se hizo amigo de su director, Alfonso Cuarón, hasta el punto de que acabaron montando un sello discográfico y una productora de cine juntos. Años después se encargó del tema principal y parte de la supervisión musical de Coco (2017), la película de Disney que, según él, “fue una carta de amor a México del Hollywood demócrata en plena ofensiva republicana trumpista”. En ella aparece incluso como un personaje de la película. La experiencia en Coco le llevó a montar un estudio que dedica fundamentalmente a hacer música para el audiovisual, grabando con orquestas y componiendo él mismo parte de las bandas sonoras de películas como Wakanda Forever y Thor: Love and Thunder. Su música también ha sonado en videojuegos como Grand Theft Auto o FIFA.

En paralelo, durante un tiempo mantuvo otro proyecto musical, Mexrrisey, dedicado a hacer versiones latinizadas de Morrissey y The Smiths, pero lo abandonó "harto de apoyar a alguien de ultraderecha", aunque dice que sigue debatiéndose sobre "si debo separar al artista de la obra como he separado a Wagner de sus pensamientos". Eso sí, ha grabado una nueva versión del Panic de The Smiths con Albarn cantando en castellano.

Camilo Lara, el día de la entrevista.

Camilo Lara, el día de la entrevista. / ALBA VIGARAY

El reinado de la música latina

Camilo Lara ha sido testigo de primera mano del cambio epocal que ha supuesto el ascenso de la música latina en todo el globo, con el reguetón a la cabeza. "Es un género muy poderoso, como la cumbia. Estos géneros que son un poco plaga: llegan, invaden, tropicalizan y se hacen populares, a la gente les gusta. No hay vuelta atrás", opina. Cree que en lo musical se ha producido un cambio geopolítico. "El punto de vista sajón hoy se siente viejuno", dice. "Ghana, Lagos, Seúl, Medellín, Ciudad de México, Sinaloa… aparecieron otras capitales culturales”. También España tiene un lugar en esa reconfiguración. “El efecto Rosalía ha provocado que los mánagers empezaran a fijarse más en lo que estaba pasando aquí, y salieron cosas que también tenían un pie en la latinidad. Y creo que eso, cuando se entendió, fue genial. Sen Senra y un montón de artistas encontraron la password para acceder a un punto de encuentro con lo que estaba pasando al otro lado”.

Géneros como el reguetón o la cumbia son un poco plaga: llegan, invaden, tropicalizan y se hacen populares, a la gente les gusta. No hay vuelta atrás"

No son los únicos músicos españoles que destaca este agudo observador musical. Por su estudio Soy Sauce pasa buena parte de la escena mexicana, y en su programa para Radio 3 Dilo Camilo, que graba allí, permanece siempre atento a todo lo que sucede, aunque sin olvidarse de lo que ya fue. Entre lo que gusta del momento actual, "toda la escena ruidosa de guitarras que está sucediendo en España. Me parece muy raro que estén pasando cosas nuevas con el rock, grupos que no creerías que el mundo esté esperando como Hazte lapón o La Paloma, que están haciendo algo fantástico. En México hay una fuerte escena de ruidismo a lo Arthur Russell: artistas como Concepción Huerta, Mabe Fratti… Un pequeño nicho al que le está yendo muy bien. En Colombia se da un neomovimiento de cumbia impulsado por el Frente Cumbiero y los Meridian Brothers, que están enriqueciendo el género de una manera muy alternativa y muy interesante. Y en el norte de México hay muchos folk singers a lo Ed Maverick… Me gusta mucho toda esa diversidad”.

México es una constante en las palabras de Lara, un vecino de siempre de la Colonia Roma, uno de los barrios más de moda en la capital, que no escatima en opiniones políticas sobre lo que sucede a su alrededor, incorporándolo a menudo en sus letras y vídeos. Cuando hace unos años se adoptó la nueva denominación Ciudad de México y el omnipresente acrónimo/marca CDMX, que relaciona con el desembarco de expatriados ricos, él se resistió titulando uno de sus álbumes Distrito Federal (2021), como se había llamado toda la vida. “CDMX refleja el cambio que se produjo con la pandemia: gran parte de la población donde yo vivo ya habla inglés, no escuchas español en las calles, y es muy caro. Por eso me sentí ajeno”.

Durante sus años jóvenes, y mientras se hacía un lugar como músico en Instituto Mexicano del Sonido, Camilo Lara también trabajaba como ejecutivo de EMI. Fue él, recuerda divertido, quien fichó a RBD, aquella banda de pop salida de la telenovela juvenil Rebelde y un éxito que permitió que la discográfica no cerrara en México. Hoy observa la evolución de la industria musical con espíritu crítico, en particular lo que toca a los grandes eventos. “La dutyfreecación de los festivales es impresionante”, explica. “Antes un dutyfree español vendía productos españoles, pero ahora todos los dutyfree parecen el mismo. Y con los festivales pasa exactamente igual. Todos están medidos por estadísticas, likes, streaming y grupos corporativos que mueven manadas de artistas, y eso se vuelve un Walmart”.

También le preocupa el precio de las entradas, que en México es un problema tanto o más que en España: “Es más barato volar a Glastonbury, alojarte en Inglaterra y volver a México que comprarte un ticket VIP para el festival Corona [una de las convocatorias líderes en el país norteamericano]”. Abunda en el asunto: “Esta es la forma en que las marcas asaltan la cultura: estamos viendo a los capitalistas hablar a través de los artistas, los artistas son guiñoles de las marcas, cuando debería ser al revés. Es un problema cultural serio: estamos al servicio de las necesidades del mercado de zapatillas, de ropa…". Y concluye: "así se termina educando a la gente en que el consumo está bien cuando está asociado con un artista, y eso para mí es escandaloso”.  

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