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Lois Patiño, cineasta: "La cultura capitalista merma la diversidad, y su arma principal son las pantallas"

Lois Patiño por Camilo Oviedo

Lois Patiño por Camilo Oviedo / Camilo Oviedo

Ahí donde la filosofía se funde con las artes plásticas surge el cine de Lois Patiño. Premio del Jurado en la Berlinale 2023 por Samsara: canto poético a la diversidad; el cruce antropológico de culturas frente al colonialismo del tecnopoder occidental; amabilidad y belleza frente a la guerra del capital. “¿Y si llegaran a monetizar nuestros sueños?” –me apunta, y le ruego que ni lo piense, que nos escuchan. Samsara se estrena en cines el próximo miércoles.

-¿Puede la muerte ser un trance bello? 

El budismo así lo intenta. El Libro tibetano de los muertos fue escrito para, a través de relatos, mitos, creencias, apaciguar la incertidumbre y el miedo ante la muerte, para prepararnos para ello. Yo no creo que suceda nada más allá de esta vida, y no tengo miedo, pero sí me parece importante alcanzar una serie de objetivos útiles antes de morirme, por eso soy tan prolífico en mi trabajo: quiero que las películas me representen y sobrevivan.

-Lo que duele al que muere es la pena de sus seres queridos. ¿Es posible la generosidad de evitar ese dolor?

Sí. Nacemos sabiendo que la muerte es inexorable y tenemos toda una vida para prepararnos. Como explica Heidegger en su concepto de “el ser para la muerte”, tener la muerte en mente es un incentivo para vivir intensamente: de la finitud surge nuestra conciencia. Para mí es la forma de organizar mis proyectos.

-¿La filosofía se convierte en religión cuando pierde el asombro y se vuelve dogma y precepto?, ¿eso cuenta?

Más que religión, quise reflejar la espiritualidad y la trascendencia, una pulsión universal del ser humano que las culturas transforman en religión, sí. Samsara es la antropología comparada de un sinfín de religiones locales en Laos y Zanzíbar, más la del espectador; múltiples formas de espiritualidad que pongo en diálogo. Al final, la espiritualidad es algo íntimo y personal que adopta la forma que uno le dé, como la mujer budista de la película que quiere encarnarse en un animal cuando eso en su religión es un castigo. No me interesa el dogma.  

-¿Por qué se aproxima al budismo? ¿Acaso busca una alternativa filosófica al poder de las religiones?

Llego siguiendo mi interés por la idea de lo invisible, después de mi reflexión sobre los mitos y leyendas de la cultura gallega en torno a la muerte (Lúa vermella), y cómo esto se refleja en el lenguaje cinematográfico. Quería hacer una película para ver con los cerrados, y dos años más tarde me encuentro con el Libro tibetano de los muertos, que acrecienta mi interés por lo espectral.

-El cristianismo predica que el mundo es un valle de lágrimas al que venimos a penar. El budismo llama Samsara a este dolor y enseña a trascenderlo. ¿Puede ser peligrosa, banal, su traducción a la mentalidad occidental? 

Sí, claro. Tuve muchos miedos y tome muchas precauciones: éramos un equipo europeo, con una cultura occidental, reflexionando sobre unas religiones que desconocíamos. Pero también es interesante contar las cosas con una cierta distancia. Yo por ejemplo crecí en Madrid (nació en Vigo, 1983), y para hacer el largometraje Costa da Morte necesité de esa distancia, que tan bien resume Pessoa en esta frase: “Ver claro es parar, analizar es ser extranjero”, o lo que el Bardo thodol indica: “Reconoce la realidad intermedia como tuya”, y que Freud expresa con su “sentimiento oceánico”: somos parte de un todo. Es esa idea mística del todo y de la alteridad, de ponerse en la piel incluso de una cabra o un árbol, lo que me interesaba contar. 

-Los gurús de Silicon Valley han convertido la meditación trascendental en mindfulness que, ¿qué es sino una herramienta para que produzcamos más y mejor?

Estoy de acuerdo. Por ello intento que la película no banalice, aunque tampoco es un estudio en profundidad: quiero interesar al espectador en lo que el budismo cuenta de la despedida de la vida sin sufrimiento, e introducirlo en una diversidad cultural y religiosa que lo enriquezca.

-Propone una meditación en directo y en medio de la película: un experimento valiente. ¿El cine no puede dejar de ser una liturgia? 

La película adquiere su potencia en una sala, donde la experiencia de la meditación es colectiva y por tanto mucho más rica. La sala es en sí un espacio prodigioso que te sitúa en un estado mental determinado con su silencio, su oscuridad, la ausencia de otros estímulos.

-¿Qué es para usted la meditación?, ¿la practica?

No habitualmente, pero sí intento fomentar la idea meditativa. Personalmente la trabajo a partir de la contemplación, con el ánimo de trascender la imagen para llegar a la mente. Como dice Didi-Huberman, la imagen te mira, te piensa, te toca. Cuando un paisaje te devuelve la mirada hacia dentro de ti mismo, esa es para mí la experiencia de lo sublime, el instante pleno o el tiempo vertical, como le han llamado otros filósofos. Cómo a través de la belleza y la pasión de las imágenes los espectadores pueden sentir una trascendencia, un despertar espiritual, y para ello les llevo a un mundo de introspección, intimidad y sosiego.

-Lois, ¿podemos seguir creyendo que la religión ha sido la causa de al menos 2.000 años de guerras o habremos de admitir que la religión no ha sido sino el pretexto de la ambición territorial y ahora capitalista? 

Si vamos al gen, a la idea misma de la religión, ¿por qué un terrorista se auto inmola en nombre de un dios? Lo que ahí interviene es una creencia ancestral. El cine de Robert Aldrich, por ejemplo, nos pone como sociedad frente a un espejo para subrayar lo nefasto de nuestros actos, pero yo busco otra cosa: la belleza; y en esta película me sirvo de la convivencia entre religiones que a simple vista parecen antagónicas o al menos dispares, y que en el fondo muestran una afinidad y una armonía.

-Volvamos a la imagen, esa imagen brutal y preciosa. ¿Quiere explicar los significados de sus fundidos en color según los estadios de la muerte en el budismo o prefiere que el público aprecie sencillamente su belleza plástica?

Pretendo que el público cierre los ojos en ese viaje del trance mortuorio, de modo que no me centro en el orden de los colores ni su significado, sino en los gradientes de luminosidad. Le he robado parte de una frase a Leonard Cohen para explicarlo: “Todos somos luz y el infinito se cuela por las grietas”.

-Lois, ¿los animales y la naturaleza nos hablan y nosotros estamos sordos y ciegos de soberbia?

No sé cuántas décadas tardaremos en darnos cuenta de que nuestro trato a los animales es esclavista; sí, los usamos como esclavos para alimentarnos, y en un tiempo indeterminado aún nos daremos cuenta de que es algo comparable a lo que hicimos con los africanos y otros muchos pueblos. Intento empatizar con el reino animal, y mi idea es que la película continúe, y seguir el camino del alma que la mujer deposita en una cabra a lo largo de distintos cuerpos sucesivos. Pero la realidad es muy otra, y es que a esa cabra se la comerían unas semanas después de terminar el rodaje.

-La noche después de ver Samsara tuve sueños muy clarividentes, como los de su película. ¿Por qué cree que no disfrutamos de los sueños? ¿Acaso les tenemos miedo?

Imbuidos por el materialismo, la eficiencia y la maximización del tiempo, vemos el sueño como algo anecdótico y superfluo. Sin embargo, si te pones a reflexionar sobre ellos, puedes llegar a entender mucho de ti mismo. En las culturas ancestrales el sueño estaba muy presente, pero el problema es que nuestra sociedad sólo les hará caso cuando logre monetizarlos.

-Tardo en preguntarle: ¿está contando que es imposible conservar el legado cultural, la tradición que etimológicamente significa “aquello que se entrega en ofrenda”, con la homogenización/contaminación del tecnopoder o sea la net? 

No lo cuento, pero es algo ineludible. El sólo gesto de hacer esta película, y hacerlo en estos lugares tan poco presentes en la actualidad, es un intento de preservar lo que está desapareciendo, una voluntad que está en todo el cine documental, aunque el mío sea además ficción, experimento y plástica. La primera vez que vine a Barcelona fue para participar en una manifestación antiglobalización. La cultura capitalista merma la diversidad, y su arma principal son las pantallas, donde la gran mayoría de referentes culturales son occidentales. El rap que hace el estudiante del templo budista en Laos, es totalmente norteamericano. Frente a esta colonización cultural, yo valoro un mestizaje igualitario.  

-Y hablando de legado y linaje, ¿cuánto le debe a un padre filósofo/artista plástico y a una madre/artista plástica?

Todo, soy hijo biológico de mis padres y también, conceptual y plástico. No es una decisión que mi cine sea así: su componente pictórico, la saturación de los colores llevada a un campo onírico, se lo debo a mi madre (la artista Mechu Lamas); y las reflexiones más profundas, la idea de aura, contemplación, duración de la mirada, poetización de lo real, parte de mis conversaciones con mi padre (Antón Patiño) y de sus libros de teoría de la imagen: cómo el arte puede responder a la instrumentalización del capitalismo desde una poetización de la mirada.