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Isa Reyes, la Miss España en el exilio que encandiló a Hitler

Las memorias de la artista española, una chica bien republicana que se instaló en París durante la Guerra Civil y vivió una vida apasionante en la Europa sacudida por la guerra, son un interesante testimonio en primera persona de una época oscura

Conchita Balcells, más conocida como Isa Reyes.

Conchita Balcells, más conocida como Isa Reyes. / Cedida

Cuando era pequeña, a Conchita Balcells le gustaba tanto tocar las castañuelas que sacaba de quicio a su familia. En aquel piso que ocupaba las dos últimas plantas de un edificio de la céntrica calle Velázquez de Madrid, soñaba con pisar los escenarios de las principales capitales europeas para mostrar en público su pasión por la música de baile española, en concreto por el flamenco. No quedaban demasiados años para que la frase agorera “se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas” de Teresa de Ávila se hiciese real en la vida de aquella chica de clase bien, aunque ella tendía más a tomarse las cosas con humor. Al menos así lo cuenta en sus memorias, Miss España en el exilio, que la editorial Renacimiento acaba de publicar en España traducidas por Isabel Peralta.

Su hijo Dorian L. (Dusty) Nicol es el responsable de que la rocambolesca historia de Balcells haya salido a la luz. Aunque Conchita había dejado escritas sus memorias, su descendiente se encargó de editarlas y completarlas con fragmentos de conversaciones que mantuvieron para así recomponer la biografía de su progenitora de la manera más fiel posible. También contó con la ayuda de su tía Nuria, la hermana pequeña de su madre, y de otros familiares que le apoyaron en su labor. Y en algunas ocasiones tuvo que aplicar algo de imaginación para dar forma al relato: el resultado de todo ese trabajo es un libro que se lee como una novela aunque todo lo sucedido haya sido real.

“Conocí la historia de Conchita Balcells cuando me escribió su hijo y me la contó”, dice Paul Preston a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Él es el autor del prólogo del volumen publicado por Renacimiento. El hispanista británico, que ha escrito numerosas obras acerca de nuestra historia contemporánea, sostiene que el libro es valioso en cuanto a que supone un testimonio en primera persona de lo ocurrido en aquella época oscura. “Evidentemente, es difícil verificar una historia personal de este tipo pero las cosas que sí pude verificar resultaron verídicas y su hijo Dusty me pareció una persona totalmente honesta”, sostiene. “Además, no se trata de un libro que va a cambiar la interpretación de la historia de España, sino una biografía fascinante”, afirma.

Isa Reyes y su hermana Nuria.

Isa Reyes y su hermana Nuria. / Cedida

La heroína de esta historia se llamó Conchita hasta que la Guerra Civil española estalló y tuvo que huir con su madre y su hermana a Francia. No tardó en darse a conocer a todo el mundo con su nombre artístico: Isa Reyes. Su talento para el baile fue lo que hizo que la familia saliese adelante en París cuando se le terminaron las joyas que había guardado en el forro de su equipaje. El padre se había quedado en España para luchar en defensa de la República –aunque pertenecían a la clase media alta sus ideales tendían al socialismo y no a la derecha, al contrario que la mayoría de sus conocidos– y ellas se refugiaron en la casa parisina de la tía Encarna y sus primas Alma y Nanita.

El padre de ese núcleo familiar de acogida era José María Carretero, escritor primero monárquico y después franquista bastante conocido en España, que había salido de sus vidas hacía bastante tiempo. En ese momento les enviaba un poco de dinero cada mes a petición de su mujer, aunque no se sabía hasta cuándo, así que su situación también era inestable y había que buscar soluciones. Afortunadamente para todas, por las venas de aquel clan corría la creatividad.

Conchita dio sus primeros pasos en el ‘artisteo’ como modelo y después como actriz de cine –fue en esa temporada cuando se cambió de nombre–, aunque esas facetas quedaron desterradas después de que una aristócrata conocida como La Duchesse impulsara su carrera de bailarina junto a su prima Alma. Corría el año 1937 y el ambiente bélico se hacía cada vez más asfixiante en Europa, más allá de la guerra española. Pero mientras el clima político se oscurecía, Isa y Alma taconeaban por los escenarios de la Riviera francesa o Polonia para sacar adelante a la familia y hacían uso del flirteo para que los policías les hiciesen más caso a sus pestañeos que a sus pasaportes caducados. Cada cual tira de las herramientas que posee para sobrevivir.

La belleza de Isa Reyes, con sus grandes ojos oscuros y su figura esbelta pese a “su amor por los dulces”, como dice en sus memorias, la llevó a participar en 1938 en el concurso ‘Miss España en el exilio' que organizaba un periódico francés. Por supuesto, ganó y se convirtió en la representante del país en el certamen de Miss Europa. Esa fue una de las ocasiones en las que hizo gala de sus convicciones públicamente: se opuso a portar la bandera española del bando franquista. El diario le quitó la idea de posar con la de la República para evitar jaleos políticos, así que en el escenario y en las fotos apareció con un estandarte blanco con el nombre del país escrito en él. “Me negaba a que me vieran como representante de la España fascista mientras mi padre siguiera en guerra con ellos”, escribió. Finalmente, el premio fue para la representante de Finlandia.

Isa Reyes fue una importante modelo en la época.

Isa Reyes fue una importante modelo en la época. / Cedida

Taconeos frente al enemigo


Pese a sus claras posiciones políticas, Isa Reyes se amoldó a lo que las circunstancias requerían y tuvo que bailar ante dos de los líderes del terror de la II Guerra Mundial. Primero conoció a Mussolini en Venecia –ciudad que adoraba y que mencionó justo antes de morir– y a su cuñado Conde Ciano, del que le costó librarse. Conocido mujeriego, se encaprichó de la artista y la acosó sin descanso hasta que Alma le convenció de que la artista era la amante secreta de un oficial español de alto rango que podría tomar grandes represalias contra él si se enteraba de su comportamiento. Reyes era una persona resolutiva, pero su prima era experta en salir del paso sin titubear.

El segundo mal trago lo pasó nada menos que ante Hitler. En abril de 1939, el dirigente nazi cumplía 50 años, por lo que durante semanas se celebraron actos por todo Berlín que terminaron con una gala en el teatro Wintergarten. Aunque en un principio Isa se negó a salir al escenario, estaba obligada por contrato y finalmente actuó frente al Führer. “Yo me quedé mirando fijamente a Hitler un segundo, antes de apartar la mirada. Ahí estaba él, el hombre más temido del mundo, aplaudiendo y evidentemente disfrutando (...) El reparto devolvió entusiasta los saludos nazis de la multitud al terminar el himno. Todos excepto Antonio [Alcaraz, su pareja artística] y yo, lo que nos hizo ganarnos una severa reprimenda que el Herr Direktor nos dio más tarde”, recordó en sus memorias.

Una imagen de la Isa Reyes más flamenca.

Una imagen de la Isa Reyes más flamenca. / Cedida

Estos episodios fueron los que más llamaron la atención de Preston, aunque considera que casi todo en la vida de Isa Reyes es digno de atención. “La trayectoria de su padre como leal republicano dispuesto a hacer enormes sacrificios en defensa del régimen. Y, por supuesto, el relato de la gente que conocía en el cine, en el teatro, en la moda y en la política. El haber bailado delante de los dictadores fascistas me pareció increíble”, sostiene el historiador.

Alma, simpatizante del bando nacional, volvió a España al terminar la guerra y el camino de Isa se dirigió a Grecia. En Atenas, después de despedirse para siempre del que había sido su novio en Francia (del que no estaba enamorada), conoció a “ese griego tan guapo” que le robó el corazón. George Nikolopoulos se convirtió en su marido dos años después en Cuba, a donde primero llegó ella con su madre y su hermana para reunirse con su padre, que había emigrado allí después de la guerra. Se casaron en Ciudad de México y más tarde se asentaron en California, donde tuvieron a sus hijos: una chica y dos chicos, uno de ellos el editor del libro.

Aunque antes de emigrar a América su vida artística fue exitosa, en sus memorias admite que no se arrepintió de haberla abandonado. Toda su biografía estuvo marcada por las convulsiones de la historia y el azar (una moneda al aire decidió su mudanza a México y no a Brasil). De hecho, las últimas frases de sus memorias dicen: “Aquel día de verano de julio de 1936 resultó ser para mí no solo un importante punto de inflexión en mi vida, sino el punto de origen de lo que fue mi vida en sí”. Ella tuvo la suerte de poder contarlo.