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María Casares, el exilio en las entrañas

Una biografía novelada que firma la escritora y traductora francesa Anne Plantagenet rescata la memoria de esta exiliada española, hija de un célebre político republicano, que se convirtió en una de las grandes actrices de Francia. Un personaje marcado por las grandes pasiones y por un atroz desarraigo

Irene Vallejo, Anne Plantagenet y su editora María Tena, antes de la presentación en Madrid.

Irene Vallejo, Anne Plantagenet y su editora María Tena, antes de la presentación en Madrid. / DAVID CASTRO

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

A muchos todavía les sorprende que una de las grandes actrices de Francia, el país que inventó el cine e hizo del teatro un símbolo de la nación, fuera española. María Casares sigue siendo una gran desconocida en nuestro país. La gran dama trágica de la escena francesa salió de España en noviembre de 1936, con 14 años, pocos meses después de que estallase una Guerra Civil que pilló a su padre, Santiago Casares Quiroga, siendo presidente del Consejo de Ministros de la República. Ella y su madre buscaron refugio en la Francia del Frente Popular con la esperanza de que la sublevación en su patria fuera pronto doblegada. Pero María Victoria, a la que todo el mundo llamaba Vitoliña, no volvería a pisar su país de origen hasta 1976, muerto ya el dictador, cuando su amigo Rafael Alberti la invitó a Madrid para protagonizar su obra El adefesio.  

"María nunca había olvidado sus años madrileños, ni su primera experiencia en el escenario, en una obra de Benavente, cuando tenía diez. Aquí aprendió a amar la ciudad, que no era la de su primera infancia [nació en La Coruña en 1922], que no estaba cerca del océano que quería tanto. Pero le gustaban las verbenas y el Prado, y aquí conoció las primeras miradas del amor, su fuerza y su perversidad", contaba el miércoles en la librería Rafael Alberti de Madrid la escritora francesa Anne Plantagenet. Lo hacía durante la presentación de su biografía novelada La única. María Casares, que publica Alba Editorial

La extranjera

La acompañaba en la presentación la superventas Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, que recordó que Casares, después de la derrota de la República y cuando París acababa de ser ocupado, "se pregunta cuántas guerras se pueden perder en una vida, cuando solo se tienen 17 años". Esa vida sería siempre la de una exiliada, porque en Francia, pese a su enorme éxito, a interpretar a los grandes sobre las tablas y a protagonizar algunos de los grandes títulos del cine francés, como Los niños del paraíso o Las damas del bosque de Bolonia, siempre hubo un cierto resquemor con su casi imperceptible acento extranjero. Y eso, "a pesar de su terquedad, porque se propuso algo que parecía imposible, llegando adolescente a Francia: convertirse en actriz en un idioma que no era el suyo -continuaba Vallejo-. Se esforzó con furia en apropiarse de esa lengua que representaba su pasaporte de vida en Francia".

También se habló del que ha sido, injustamente, el capítulo más célebre de su biografía: su legendaria historia de amor con Albert Camus, al que conoció el día del desembarco de Normandía. Fueron amantes durante 16 años, hasta que Camus murió en un accidente de tráfico en 1960. La relación con el gran escritor, que la llamaba "La única", está recogida en las más de 800 cartas que intercambiaron, y que se publicaron hace unos años. Ese fue el libro que llevó a Plantagenet, hija también de exiliados, a escribir este. Porque en esas cartas descubrió que "su voz hacía eco en mí, y que en toda ella había algo de mi historia, además de temas que me obsesionan: el exilio, España, Argelia, el amor y la pareja". 

María Casares, actriz exiliada en Francia tras la Guerra Civil.

María Casares, actriz exiliada en Francia tras la Guerra Civil. / ARCHIVO

La vida de Casares fue muy poco convencional. Y no solo por su historia con Camus, que mientras mantenía su relación con ella, seguía viviendo con su mujer y sus hijos y tenía alguna otra amante, aunque la actriz nunca dudó de lo que sentía por ella. En el amor, nada se le hacía raro. Ya en sus años coruñeses, la pequeña María había descubierto a través de las personas que servían en su casa, un hogar burgués, culto y republicano en una España provinciana y tradicional, que su madre mantenía relaciones con otros hombres. Después, cuando se exiliaron juntas en Francia, les acompañó un joven soldado republicano que compartieron como amante. "Ese trío convivió durante años, y su padre lo sabía y los mantenía", contó Plantagenet. 

"Este es un libro muy bien escrito, muy rítmico, muy afectuoso, que no solo habla de María, sino también de su familia, que era importante -añadió Vallejo-. El franquismo quiso borrar todo rastro de ella: quemaron parte de la biblioteca familiar, e intentaron incluso eliminar a su padre, al que llamaban alimaña, del registro civil. Pero María consiguió que su recuerdo no se borrase". 

El libro de Plantagenet se suma al necesario rescate de la memoria de las mujeres del exilio, tanto tiempo olvidada

Para esta autora, el libro de Plantagenet se suma al necesario rescate de la memoria de las mujeres del exilio, tanto tiempo olvidada. Nombres como María Zambrano, Rosa Chacel, Remedios Varo, Maruja Mallo o la propia Casares. Aquella mujer, muy temperamental desde la infancia, a la que a menudo se acusó de diva, y que como decía Camus "tenía el genio de la vida". Un genio que probablemente se debiera en parte a los dolores de estómago crónicos que sufrió por las hierbas que sus padres le daban de niña para evitar que padeciera las enfermedades que ellos sufrían. Pero un temperamento en el que también influía el desarraigo. 

Plantegenet contó cómo, durante la escritura del libro, se alojó durante unas semanas en la casa de campo que la actriz tuvo en Allou. "Pude dormir en la habitación de María, donde murió. Algunas noches las pasé allí sola y comprendí, porque vengo de una familia de exiliados, lo que esa casa, que compró tras la muerte de Camus, suponía para ella, que había perdido sus casas anteriores". Aquella casa fue, probablemente, su único arraigo. El lugar sobre el que construir una memoria que ahora, sin duda, este libro ayudará a conservar.

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