Las críticas de cine de la semana: 'Anatomía de una caída', 'Maestro', 'Robot Dreams' y ‘Wonka’

La polémica que Maestro ha protagonizado a causa de la nariz de látex que Bradley Cooper luce a lo largo de su metraje es una estupidez que, eso sí, simboliza la actitud que tanto la película como su director y protagonista mantienen frente a su objeto de estudio, Leonard Bernstein. La interpretación de Cooper, de entrada, se muestra menos interesada en dar vida real al ilustre músico que en ofrecer una imitación llamativa a la manera de un disfraz chillón o, en efecto, de una enorme prótesis nasal.

La principal intención, parece, no es decir nada especialmente revelador del músico, sino garantizar que el espectador se fije en cada estudiado gesto de su intérprete, cada gota de sudor que le mana, cada escena en la que exhibe su calculada sobreactuación para convencer a quien toque de que ya es hora de que le den el Oscar.

Centrada en la tormentosa unión sentimental que Bernstein mantuvo con Felicia Montealegre -sus logros artísticos le importan menos-, la película en su conjunto se esfuerza por concentrar nuestra atención tanto en su precisión a la hora de componer planos y recrear épocas como en su catálogo de filigranas formales, y ocultar así lo que queda bajo ese postizo: un surtido de algunas de las convenciones más trilladas del cine biográfico, entre ellas la teoría según la que a los genios hay que perdonárselo casi todo. Ese tipo de cosas también gustan mucho a quienes reparten premios. - Nando Salvà

Pablo Berger, director de Torremolinos 73 (2003) y Blancanieves (2012) y dueño de una de las filmografías más originales que ha dado el cine español de las últimas décadas, ha debutado en la animación con Robot Dreams (2023), la película que nos ocupa. Programada en Cannes y premiada en el prestigioso festival de cine de animación de Annecy, se inspira en la novela gráfica homónima de Sara Varon y gira en torno a la relación entre un perro y un robot.

Es una película hermosa. Técnicamente es impecable, los personajes tienen carisma y el retrato de Nueva York en los años 80, lugar y época en los que sucede la historia, es una preciosidad. Destacan también los pasajes más libres y oníricos, con mención especial al número musical que remite (como otras ideas de la película) a El mago de Oz, el ingenio y la emoción con los que se incorpora al relato la canción principal del filme, September de Earth, Wind & Fire, y la capacidad de Pablo Berger, también autor del guion, de contar la historia y conmover sin tener que recurrir al texto (es una película sin diálogos).

Sin embargo, es una propuesta con un tono extraño. Aunque es imposible no rendirse a su belleza y a la maestría de varias escenas, cuesta entender a quién va dirigida: es demasiado infantil para un público adulto y demasiado triste para un público infantil. No obstante, quizá sea precisamente ese tono extraño otro de los atractivos de una película que encuentra el encanto y la emoción en lo inesperado. - Desirée de Fez

Wonka fabula sobre cómo pudieron haber sido los orígenes de Willy Wonka, el peculiar maestro chocolatero urdido por Roald Dahl en Charlie y la fábrica de chocolate. Fabula porque a partir de este personaje, el filme realizado por Paul King –con sus notorias Paddington y Paddington 2 como atractivo bagaje– inventa un nuevo imaginario sin traicionar el original. En este nuevo diseño de un mundo fantástico, las alcantarillas de la ciudad se convierten en una red similar a la de la resistencia en tiempos bélicos, Wonka y sus amigos actúan como manteros escondiendo sus tenderetes cuando llega la policía y hay una organización criminal, definida como un cartel del chocolate, vigilada por 500 monjes adictos al cacao y los bombones y que guarda sus tesoros en el subsuelo de una catedral. Algo de mala uva gasta la película pese a su pulida superficie.

En esta reconstrucción brilla tanto el diseño de producción como las canciones, ya que de un musical se trata, compuestas por los Divine Comedy Neil Hannon y Joby Talbot: pop, cabaré, musical clásico y Kurt Weill bien ensamblados. Las buenas ideas abundan: en la ciudad a la que llega el joven Wonka, la policía cobra a todos aquellos que sueñan despiertos, y las chocolatinas saladas del protagonista están hechas con lágrimas agridulces de un payaso ruso. Roald Dahl sin Roald Dahl. Y con un Timothée Chalamet más comedido de lo normal. - Quim Casas