ENTREVISTA

Hamza Zaidi: “Muchas veces era más feliz haciendo reír a mi clase que saliendo al recreo”

El 'influencer', que ha participado en 'Ocho apellidos marroquís', es conocido por su humor para mostrar las diferencias culturales entre España y Marruecos

El 'influencer' y actor Hamza Zaidi.

El 'influencer' y actor Hamza Zaidi. / FERNANDO FRADE

Comentaba Najat el Hachmi, escritora española de origen marroquí, que siente envidia de los católicos porque todas las bromas se las hacen a ellos y los que vienen del islam como ella no se pueden reír nunca de sus costumbres. Pero algunos sí que se atreven a hacerlo. Ahí está Hamza Zaidi, marroquí de nacimiento y madrileño de adopción, que desde 2015 utiliza el humor para mostrar las diferencias de índole cultural que ofrecen Marruecos y España. "Siempre hay que tener cuidado a la hora de tocar temas que tengan que ver con la religión o la política, o que son controvertidos. A la hora de hacer mis vídeos cuento con unas bases que no todo el mundo tiene, y que me permiten hacerlos. He nacido en Marruecos y soy musulmán, así que sé lo que se puede tocar y lo que no", explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el actor e influencer, quien ya acumula casi tres millones de seguidores en Instagram y estos días promociona Ocho apellidos marroquís, el regreso a la gran pantalla de la saga de mayor éxito de la historia del cine español.

P. En la película Ocho apellidos marroquís se muestran algunos choques culturales. ¿Cuál cree que suele llamar más la atención?

R. Tengo amigos que pensaban que en Marruecos todo era desierto, que no había edificios. En la película se ve cómo, cuando los españoles van a ir a Marruecos, se piensan que allí todo es terrorismo y robos, y que luego, cuando van y conocen a la gente, se dan cuenta de que esto no es realmente así. También existen prejuicios hacia España por parte de los marroquís: que si cocinas mal una paella te echan del país, que aquí se come mucho jamón... Cuando ambas culturas se juntan, esos prejuicios se rompen, lo que me parece muy bonito.

P. Los protagonistas españoles son de esos que piensan que los migrantes marroquís vienen a nuestro país a quitarnos el trabajo y a llevarse todas las ayudas para el alquiler. ¿Tiene usted algún amigo así?

R. [Risas] Espero que no, a no ser que alguno me haya mentido. Yo esos círculos los aborrezco y procuro no juntarme con gente que piensa de esa manera. Mi círculo de amigos y conocidos está formado por personas que han tenido la suerte de conocer a otros marroquís y saben que eso son solo prejuicios de gente que únicamente sabe lo que ha visto en la tele o en las redes.

P. Opina que el humor es "una manera divertida de ser serio".

R. Sí. En la película se toca el tema del racismo a través del humor, así que te acabas riendo y ves que es verdad. Obviamente, a la hora de crear algunos vídeos he tenido polémicas y ha habido gente musulmana y marroquí que no los ha entendido. Me hice conocido en Instagram, y hasta que no pasó un año o así no abrí mi canal de YouTube. Como también estudié Periodismo y me gusta mucho informar, aproveché que ahí se podían hacer vídeos más largos para mostrar cómo eran en realidad mi religión y mi cultura. Gracias a eso, aquellos seguidores que se rayaban con mis vídeos vieron que yo era un chico con dos dedos de frente que conocía el tema. Vieron que no me reía de nuestras costumbres y que todo lo hacía desde el respeto y la parodia.

P. ¿Siempre fue guasón?

R. Sí, desde primaria. Era el típico gamberro, pero estudiaba. Los profesores tenían conmigo una especie de relación de amor-odio. Era muy feliz cuando hacía reír a mis compañeros. Muchas veces era más feliz haciendo reír a mi clase que saliendo al recreo.

P. ¿Y en qué momento sintió la llamada de la actuación?

R. Surgió en una actividad extraescolar de teatro que tenía por las tardes en el colegio. Me tocó hacer de Shakespeare en la obra Romeo y Julieta. Cuando la representamos, la madre de uno de mis mejores amigos lloró. Vino y me dijo: "Lo has hecho tan bien que he llorado". Ahí pensé que algo bien se me daba y que era posible que esto fuera lo mío. Un día, a la salida del instituto, me quedé mirando un rodaje. Alguien de producción se acercó y me dio la dirección de dos páginas web donde a veces ofrecían papeles que, si bien no eran remunerados, me podrían servir para curtirme. Cada día, al volver a casa, me ponía a buscar ofertas de casting, hasta que un día me cogieron para la serie El Príncipe.

P. Sacó cierto provecho del boom de series sobre yihadismo.

R. Sí. En 2014 estaban muy de moda los proyectos sobre terrorismo y yihadismo, y participé en varios de ellos. En ese momento tenía trabajo pero luego, cuando dejaron de hacerse ese tipo de proyectos, todos esos actores marroquís que estaban trabajando en ellos dejaron de ser llamados. Como me encantaba interpretar, pensé: "Vale, si ahora ya no me llaman, yo mismo crearé contenido en las redes sociales". Fue entonces cuando comencé a subir vídeos cortos a Instagram y creé mi propio personaje.

P. ¿Nunca le incomodó hacer papeles que estereotipaban a su comunidad?

R. Al principio no. Cuando eres nuevo en esto, el trabajo es trabajo. Pero sí estamos trabajando para que esto cambie, para que en los proyectos audiovisuales españoles no se llame al marroquí solo para que haga de marroquí. A veces, cuando iba a castings, me pedían que pusiera más acento marroquí, y les tenía que explicar que en realidad soy de Carabanchel. Vas a Francia y ves que el protagonista policía es negro, pero esto es algo que no pasa en España. Aquí es más difícil ver a actores racializados interpretando personajes genéricos. Ahora que tenemos inmigrantes marroquíes de segunda o tercera generación sí que están empezando a salir algunos referentes. Eso hace que los marroquís se motiven y piensen: "Oye, pues yo también puedo hacerlo". Ahora he escrito el guion de un cortometraje y de un largometraje junto a otros dos actores, porque creo que ha llegado el momento de contar nuestra propia historia. Hace falta dinero, pero a ver por dónde sale la cosa.

P. Creo que al principio tenía bloqueada a su madre en Instagram para que no pudiera ver el tipo de contenido que hacía.

R. Sí [ríe]. Cuando empecé a hacer vídeos no tenía ningún objetivo concreto, pero sí sabía que podía llegar a algún puerto si seguía haciéndolos. Al principio me tenía que vestir de madre marroquí, con el velo, y de padre marroquí, con la chilaba. Crear desde cero estos vídeos, cuando nadie los estaba haciendo y todo era campo, da mucha vergüenza. Siendo marroquí y viniendo de otra cultura, me moría de vergüenza pensando que mis padres me podían ver así, así que los bloqueé en Instagram. Pero se abrieron otra cuenta y empezaron a verme. Ahora ya no sé ni desde qué cuenta me ven [ríe].

P. Pero el bombazo llegó realmente con aquel vídeo, Kitipasa, que en cuestión de dos meses estaba en boca de todos los adolescentes de España. ¿Cómo vivió aquello?

R. Al final de un vídeo de 40 segundos me dio por mirar a cámara y decir: "¿Kitipasa?". A la gente le hizo mucha gracia eso, así que lo volví a decir en otro vídeo y me di cuenta de que estaba funcionando muy bien. Para aprovechar la ola, saqué gorras, camisetas y otro tipo de merchandising con el eslogan. Le debo mucho al Kitipasa. 2016 fue mi año más viral, tenía unos dos millones de visitas por vídeo y un día me contactaron desde la agencia por la que había fichado, YouPlanet, para decirme que Pringles me quería contratar para hacer una campaña publicitaria. Me pagaban 7.000 euros por irme a México una semana. Justo estaba terminando primero de Periodismo, y venía el período de exámenes finales. Hablé con mis padres y les dije que tenía que aprovechar una oportunidad como esa, que iba a dejar la carrera y que me quería centrar en el tema de los vídeos al cien por cien. Pensé que podría empezar a vivir de esto, y así ha sido.

P. El otro día estuvo en El Hormiguero. ¿Qué opina sobre la polémica en torno al sentido del humor de su presentador, Pablo Motos?

R. Creo que la gente está ahora en una situación muy vulnerable. Algunos sacan cosas de tu pasado solo para joderte. Vi que en Twitter están recuperando comentarios suyos de hace 10 o 15 años, sacados de contexto, pero te puedo decir que a mí Pablo me parece un presentador como la copa de un pino. A mí me trataron muy bien cuando fui.

P. Lo decía más bien por esos humoristas que están alzando la voz estos días para denunciar que, si hacen un chiste sobre el presentador o si critican su programa, su productora contacta con ellos para pedirles explicaciones.

R. ¿Que se censura? Eso no lo sabía, fíjate. Pero yo solo te puedo hablar de él como profesional, y en ese sentido no tengo ninguna queja.

P. Creo que uno de sus referentes en esto de YouTube fue Auronplay. ¿También ha pensado usted en trasladar a Andorra su sede fiscal?

R. No, nunca, y tampoco soy de los que se mueren por el dinero. Entiendo que muchos creadores de contenido se han ido a Andorra porque allí no se pagan tantos impuestos. De hecho, a mí aquí cada año me quitan la mitad de lo que gano. Ahora tengo 27 años y el boom de Andorra me pilló con 20 o así. Entonces preferí vivir mi juventud y mi adolescencia aquí en lugar de sacrificarlas por irme a Andorra, donde he estado y hay un estilo de vida que no es el mío. Mucha rotonda, mucha montaña,... Amo Andorra, y hasta he hecho shows allí, pero no me veo viviendo en ese lugar.

P. ¿Se queda entonces en Carabanchel de momento?

R. Sí. Ahora me acabo de comprar una casa en Carabanchel, al lado de la de mis padres, y de momento estoy muy bien aquí. Vivo cerca del centro, no hay ruido y tengo a mi gente conmigo. ¡Es lo mejor!