UN REVOLUCIONARIO DE LA VIÑETA

Chris Ware, genio del cómic: “En mis obras intento crear una sensación de lo que se siente al estar vivo”

El norteamericano, uno de los dibujantes más influyentes de este siglo gracias a su combinación de empatía humanista y excelencia gráfica, visita España estos días en una gira que le trae al Museo Reina Sofía de Madrid y al Palacio de la Madraza de Granada

El dibujante Chris Ware, durante su encuentro con El Periódico de España en el Reina Sofía.

El dibujante Chris Ware, durante su encuentro con El Periódico de España en el Reina Sofía. / Museo Reina Sofía

Quizás haya que evocar lo que supuso para el gremio del arte la visita de Andy Warhol al Madrid de 1983 para encontrar un equivalente al revuelo ocasionado en el sector del cómic de la ciudad por el paso del norteamericano Chris Ware durante dos días. Acostumbrados los últimos años a la llegada de grandes nombres del tebeo mundial en giras promocionales, la visita de Ware, enmarcada dentro de unas actividades del Museo Reina Sofía que buscan las conexiones entre arte y actividad editorial, cobra una dimensión especial un año después de que el Centre Pompidou de París le dedicase una exposición.

Este martes en la sala Protocolo del edificio Nouvel, alrededor de cincuenta personas, un quién es quién de la comunidad viñetera de la capital, acudían al encuentro con el celebrado autor de Catálogo de novedades Acme o Fabricar historias (Reservoir Books). El miércoles, otras 400 harán lo propio en el auditorio, con todo el aforo ya colocado. “Nunca había experimentado esto en mi vida”, confesaba en esta primera entrega de Los mundos de Chris Ware. El norteamericano, precedido por una obra abrumadora en lo formal y lo conceptual, por sus conexiones con la arquitectura, la literatura clásica de Tolstoi y Proust o su larguísimo palmarés dentro y fuera del ámbito de la historieta, se mostraba en todo momento humilde, agradecido y locuaz. “¿Me oís bien? Tengo una voz muy irritante. Mi mujer se queja siempre de que no se me entiende”, bromeaba ante unos momentáneos problemas con el equipo de sonido.

A lo largo de la hora y media que duró el encuentro conducido por la periodista Elisa McCausland, el dibujante agradeció en numerosas ocasiones a los asistentes su presencia, mientras respondía las preguntas de manera tan libre como extensa y salpicaba su intervención con anécdotas sobre su hija de 18 años, su convivencia con la inseguridad en el proceso creativo o su amor por el cómic como refugio y como medio de expresión. Citó indistintamente a Krzysztof Kieślowski, Yasujirō Ozu, George Herriman o Charles Schulz, y salió airoso de la pregunta ineludible sobre la amenaza de las inteligencias artificiales (“el cómic no consiste solo en dibujar, sino en crear un ritmo y una música con imágenes. Quizás las IAs pueden imitar el aspecto, pero no creo que puedan replicar esa esencia”). También atendió pacientemente preguntas-reflexión por parte del público e incluso accedió a las peticiones de firmas y fotografías de los más atrevidos.

Pienso en dibujar como mirar, y puedes mirar de muchas maneras”, apuntaba durante su charla. “Los cómics tienden a ser así, ver cómo eran las cosas, dibujar el recuerdo”. Desde su hogar en Chicago, Ware ha retratado de manera poliédrica las historias secretas de personajes anónimos de los suburbios, y ha intentado trazar una especie de vínculo de reconciliación con el padre que apenas conoció a través de sus personajes. Ya sea en formato de libro-artefacto (Fabricar historias, The Acme Novelty Library) o en volúmenes más tradicionales (Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, Rusty Brown), Chris Ware muestra un inagotable arsenal de recursos y una dedicación asombrosa al detalle y la planificación, construyendo páginas en las que la exploración y la sorpresa son una constante.

Cubierta del cómic 'Jimmy Corrigan'./ Archivo


“No intento comunicar nada más allá de tratar bien a otra gente”, señalaba en un momento de su intervención. “Como artista, quiero comunicar emociones tan directamente como pueda, ¿para qué vivimos, si no?”. Ware contó cómo, conforme se ha ido haciendo mayor, ha tenido que creer más en sus referentes. “Me criaron mi madre y mi abuela -recordaba-. No tuve un referente masculino que me enseñase a ser emocionalmente distante”. Quizás por eso el dibujante, con su tono suave y sus maneras extrañamente cálidas, insiste en su búsqueda de la empatía humana como misión vital y artística.

Retratar la intimidad


Ya en la intimidad de un despacho del Reina Sofía, a solas junto a un par de periodistas, Chris Ware abunda sobre el aparente choque entre la insistente presencia de lo íntimo en su obra y la monumentalidad con la que su dibujo plasma escenas cotidianas como pintarse las uñas o recrear un sueño húmedo.

“Supongo que siempre he intentado resaltar la tensión entre momentos como esos, aparentemente pequeños, pero que son los que más importan a la gente al final de sus vidas. No son necesariamente las grandes cosas las que importan”, señala. “Intento dibujar de forma muy sencilla para luego colocar esos dibujos sencillos en una estructura más complicada, porque creo que así es como funciona nuestro cerebro. Pero también quiero que la estructura general tenga su propia forma, porque los recuerdos toman formas y adquieren un sentimiento y un significado particulares en determinados momentos de nuestras vidas”.

Su humildad sincera le impide reconocer cómo de relevante ha sido su trabajo para el crecimiento del cómic dentro del ámbito cultural general (“yo sólo soy uno entre muchas decenas de grandes dibujantes. Simplemente, hay más dibujantes interesantes ahora que nunca, con la posible excepción de entre 1900 y 1920”, argumenta) y le hace volver, de manera casi visceral, a los grandes temas. Y es que, el propósito de su obra, repite, es “crear una sensación de lo que se siente al estar vivo en un momento determinado”, porque eso es lo que busca en otros libros que ha leído.

Página interior de 'Fabricar historias'./ Archivo


Probablemente sea eso lo que ha permitido que un observador de la cotidianidad norteamericana, que a menudo se ha circunscrito a los suburbios de su ciudad, haya conectado con lectores de todo el mundo y haya llevado su obra a museos europeos de primerísimo nivel. “Estamos en un momento en el que, sobre todo en Estados Unidos, se anima a los artistas a escribir sólo sobre cosas muy específicas y a no escribir sobre personas que no sean ellos mismos”, describe Ware. “Y para mí eso es lo contrario de lo que debería ser el arte en muchos sentidos: intentar comprender a otras personas. Tiendo a creer que tenemos mucho más en común que diferencias entre nosotros”.

A sus 55 años y con varios libros en marcha, el autor, que dedica cerca de 40 horas a terminar cada página y ha tardado entre 10 y 15 años en finalizar algunas de sus obras, es más consciente que nunca del compromiso creativo. “Pensé que Jimmy Corrigan tendría unas pocas páginas, y acabó teniendo 380. Así que no necesariamente se pueden predecir estas cosas. A veces sales a cenar con alguien y piensas que eso es todo. Y lo siguiente es que tienes hijos con esa persona tres años después. No sabes lo que va a pasar. Pero trato de medir esas cosas y prestarles atención”, resume.

Chris Ware, que se identifica más a sí mismo con la clásica acepción de dibujante (cartoonist) que con la más reciente de novelista gráfico, asume también las contradicciones de un medio como el cómic, que él define como “arte de clase trabajadora” en un mundo en el que esta se enfrenta cada vez a más dificultades. “Cuando hablo de una forma de arte de la clase obrera, creo que me refiero más a la forma que al contenido en sí. Nunca sé quién lee mi trabajo. Simplemente quiero que sea accesible y no moleste”, puntualiza. Y concluye: “Ahora clase trabajadora casi significa ‘soy diferente a ti’ o ‘estoy tratando de aislarme’. Los políticos y medios que trabajan a partir de los peores impulsos, como Donald Trump y Fox News, saben cómo utilizar eso como arma, por desgracia. Pero al mismo tiempo, me gusta la falta de pretensiones de Estados Unidos. Me gusta su franqueza. Para bien o para mal, es de donde vengo".