MÚSICA

Nicki Nicole, la diva urbana que tus hijos van a obligarte a escuchar (y te enganchará)

A caballo entre el trap y el pop, la artista argentina agita las Noches del Botánico con un cancionero matemáticamente creado para los Z (y sus padres, claro)

Nicki Nicole, durante su actuación en las Noches del Botánico de Madrid.

Nicki Nicole, durante su actuación en las Noches del Botánico de Madrid. / FER GONZÁLEZ | NOCHES DEL BOTÁNICO

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Le va a pasar. Si es madre o padre, vaya anotando el nombre de Nicki Nicole. En breve, si no le ha sucedido ya, es probable que no deje de escucharlo una y otra vez. Es la artista que ha revolucionado a su hijo o tu hija. Y, advertencia, no es una moda pasajera: lleva cuatro años lanzando canciones que, al igual que Aitana en España, han arrastrado a un público juvenil deseoso de pegajosas melodías y adictivas coreografías. Tiene 22 primaveras, de ahí que tanto por la forma como por el contenido se haya convertido en un icono para los Z. Y, por extensión, de sus progenitores. Sí, también. Así que usted puede ser el siguiente. Este sábado, en las Noches del Botánico, quedó patente: junto a una multitud lozana especialmente agitada aguardaron los adultos que, con la orden de grabar hasta el último suspiro, descubrieron a una intérprete que no les disgustó en nada. De hecho, dada la euforia de sus aplausos y aspavientos, podría decirse lo contrario.

Abrió su actuación con Tienes mi alma, un mejunje a caballo entre el trap y el pop que sentó las bases de la noche: neones, piruetas, humos y coros liderados por una magnética Nicole que, desde el primer instante, hizo de la diversión su bandera. La candidez de su mirada no contrarrestó la rebeldía de su garganta. Es cierto que su voz resulta demasiado dulce por momentos, pero esto no debe llevar a confusión: tras esa aparente ternura se esconde una garra con tanto sello que, en un mercado repleto de perfiles similares, le ha permitido distinguirse. No en vano es una de las principales exponentes de la escena urbana de Argentina.

Nicki Nicole presentó las canciones que forman parte de su último disco, 'Alma'. 

Nicki Nicole presentó las canciones que forman parte de su último disco, 'Alma'.  / FER GONZÁLEZ | NOCHES DEL BOTÁNICO

“Estoy muy sorprendida de la gente, del cariño, del amor. No me lo esperaba. Esta noche va a ser hermosa”, dijo enfundada en un mono blanco. Esa cercanía con la masa se mantuvo durante toda la velada, que tuvo más de dúo que de solista: no hubo verso al que el gallinero no diese la réplica. De memoria, paladeó cada una de las palabras como si fueran propias. Y, en Colocao, No voy a llorar y Entre nosotros, hubo silencios que confirmaron la enorme complicidad entre ambas partes. Rebosante de energía y descaro, fue desmenuzando los tres elepés que ha editado en su incipiente carrera: Recuerdos (2019), Parte de mí (2021) y Alma (2023). No paró quieta, haciendo del escenario un trampolín gigantesco de emociones. Esa es, precisamente, una de sus grandes virtudes: no deja indiferente. Lo que explicaría que, más allá de géneros y tecnologías, se haya convertido en uno de los fenómenos musicales más importantes de la música en español.

Tal es el furor que desata que, a día de hoy, cuenta con más de 22 millones de oyentes mensuales en Spotify. Y subiendo. Pues raro sería que los acompañantes que, casi por obligación, acudieron a la cita no se sumaran a la ola. Sobre todo, por culpa de temas que ya forman parte del imaginario colectivo. Ese es el caso de Mamichula y Marisola. Sin olvidar, claro, Formentera, el pelotazo de Aitana que la joven de Rosario se encargó de propagar por Latinoamérica. No hizo falta más que un estribillo para que los mayores se dejaran llevar por la contagiosa algarabía que arbitró. Pantallas al aire, por supuesto. Todo bien inmortalizado para que, en las próximas semanas, su prole lo reviva hasta la extenuación.

El mismo mar de teléfonos se desplegó con Plegarias, una de sus primeras incursiones. A piano y a voz, enmudeció a un aforo exhausto y enternecido a medias. Una intimidad que sentó como un guante a la cantante, acostumbrada a ritmos más desenfadados. Y casi siempre bajo el brazo de figuras de la talla del productor Bizarrap, del rapero Delaossa y el freestyler Trueno. Fue la única ocasión en la que no hubo bailarines ni fuegos artificiales, sólo ella y su corazón: a pesar de que la letra aún aqueja la inocencia de su autora, con ella demostró que su proyecto no es artificial. Unos cimientos que, de cara al futuro, le permitirán evolucionar sin perder su esencia. Se mostró transparente, orgullosa de las experiencias que relata en sus letras. Sintiendo cada una de las notas que, poco a poco, fueron atrincherándose en el diafragma. Hubo verdad. Motivo más que suficiente para que perdure en una generación marcada por el consumo fugaz. Y, en consecuencia, en sus madres y padres.