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La sierra Guadarrama, un entorno mágico y repleto de leyendas a las afueras de Madrid

El escritor Marcus Polvoranca dedica su último ensayo a este enclave montañoso, prestando especial atención a la tradición hermética, estrechamente vinculada a los acontecimientos históricos sucedidos en el lugar, a sus particularidades geológicas y a su riqueza ecológica

El embalse de La Barranca, enmarcado en el típico paisaje de roca y vegetación de montaña de la Sierra de Guadarrama.

El embalse de La Barranca, enmarcado en el típico paisaje de roca y vegetación de montaña de la Sierra de Guadarrama. / Juana Benet

Tradicionalmente, los bosques y entornos montañosos han sido escenario de misterios y leyendas. Unas historias que, a pesar de su carácter fantasioso —o tal vez por ello— ayudaban a responder a muchas de las preguntas que se hacían sus habitantes, servían de enseñanzas para evitar peligros, ayudaban a adquirir habilidades y conformaban un acervo cultural que daba forma al folclore local.

En España son muchos los enclaves montañosos rodeados de leyendas. Desde Montserrat a Despeñaperros, pasando por los Pirineos, el soriano Monte de las Ánimas, el coruñés Monte Pinto o la montaña de Tindaya en Fuerteventura. Sin embargo, hay una sierra que, si bien ha pasado más desapercibida, también tiene mucho que contar: Guadarrama.

"La sierra de Guadarrama es como nuestro horizonte de mar en Madrid. Sin embargo, al tenerla tan cerca, no le había prestado demasiada atención. Descubrirla fue una grata sorpresa y, a partir de entonces, decidí analizarla como un todo global, que era algo que no estaba hecho", explica Marcus Peralta, autor de A la sombra del dragón. Publicado por la editorial Balazote, este ensayo aborda la historia de Guadarrama desde el Paleozoico inferior hasta la actualidad. Nada menos que quinientos millones de años, a lo largo de los cuales Guadarrama no ha dejado de fascinar a los que se han acercado hasta ella.

"La mires por donde la mires, Guadarrama es un crisol en todos los sentidos. Tanto en el aspecto geológico como en el sentido paisajístico —porque en ella están presentes prácticamente todos los paisajes que se pueden encontrar en la Península— y, por supuesto, también a nivel histórico. De hecho, me atrevería a decir que no es que la sierra esté cerca de Madrid, sino que fue Madrid la que acabó siendo capital porque estaba cerca de ese eje y de ese lugar mágico", relata Polvoranca, que apunta cómo, ya desde la época visigoda, se asentaron en la Cabrera y en las orillas del río Alberche eremitas que buscaban trascender, acercarse a Dios y que, según defiende el autor, no eligieron esos lugares simplemente por azar.

La nieve y sus actividades relacionadas han sido otro de los atractivos históricos de la Sierra de Guadarrama.

La nieve y sus actividades relacionadas han sido otro de los atractivos históricos de la Sierra de Guadarrama. / Rafael Bastante

"Que en una época en la que esas personas tenían prácticamente todo el territorio a su disposición decidieran asentarse en esos lugares concretos, que ni siquiera eran agradables, porque no hay que olvidar que la sierra es una zona de extremos en lo que se refiere al clima y bastante pobre en lo que se refiere a tareas agrícolas, respondía a una razón que, en muchos casos, tenía que ver con lo simbólico o lo mágico. Lo mismo sucede con Felipe II y la elección de esa sierra para construir El Escorial. Aunque ahora todo lo relacionado con la magia o la alquimia nos puede parecer una excentricidad, en aquella época era algo que estaba muy presente. Además, no debemos olvidar que aquellos que estudiaban esos temas eran algunas de las personas más brillantes de su época y, de hecho, muchas de las cuestiones de la ciencia moderna tienen su origen en las investigaciones alquímicas", explica Polvoranca.

Materialismo vs. espiritualidad

Aunque puede ser utilizada como una guía para descubrir algunos de los parajes más recónditos de la sierra, el libro de Polvoranca es una aproximación hermética a ese entorno en el que, desde hace siglos, hay símbolos que se repiten como, por ejemplo, el dragón que da título al ensayo.

"A medida que iba investigando los diferentes lugares de la sierra, me di cuenta de que el dragón aparecía por todas partes. Además de que la orografía recuerda a ese animal mítico, en la zona hay una gran presencia de lagartos, muchas de las localidades de la sierra los han incorporado a sus escudos y también están presentes en el último de los monumentos edificados en ese entorno, el Valle de los Caídos, en cuyas esculturas o tapices también aparece el dragón. La persistencia de todos esos símbolos tiene un significado que no alcanzamos a entender porque, en la actualidad, vivimos en nuestra particular cúpula de materialismo. Sin embargo, es algo que está ahí, reclamando su espacio y su atención", comenta Polvoranca, que hace hincapié en la idea de que "la razón es una cosa moderna. Durante la mayor parte de la historia humana hemos estado pensando en ese tipo de cosas y, aunque a los ojos de hoy, todo ese esfuerzo para crear templos nos pueda parecer ridículo, en el fondo tiene un sentido porque el hombre no solo tiene esa dimensión material. Aunque la superemos, la parte simbólica también forma parte de nuestra naturaleza".

A finales del siglo XIX y principios del XX, el movimiento regeneracionista, encabezado por Giner de los Ríos, hizo que alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, antecedente de la Residencia de estudiantes, mostrasen un nuevo interés por Guadarrama. Entre otras actividades, se organizaron excursiones, caminatas y se recuperaron elementos de su folclore que, hasta entonces, habían sido ignorados, tal vez porque su cercanía a un núcleo urbano tan relevante como Madrid había hecho que fueran despreciados como un residuo primitivo y atrasado.

"Ese juego de fuerzas entre la modernidad y la tradición ha sido muy importante en el caso de Guadarrama. Hasta principios del siglo XX, cuando empezó a ponerse de moda entre alpinistas e intelectuales que intentaban modernizar la sociedad a través de la educación, la sierra era un sitio bastante pobre, en el que todavía había lugares muy aislados cuyas leyendas, tradiciones y fiestas se habían mantenido casi intactas. Por ejemplo, las Mayas de Manzanares del Real o la romería que se celebra en el Canto redondo, que son todo un catálogo de rituales paganos que demuestran que la sierra es mucho más que un sitio para ir los fines de semana", defiende Polvoranca.

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Las Mayas de Manzanares el Real son una celebración de la primavera en la que niñas o jóvenes suntuosamente vestidas presiden la ceremonia desde un altar construido con temas vegetales. / Comunidad de Madrid


Cualquiera que se acerque a la sierra de Guadarrama, bien en persona, bien a través de A la sombra del dragón, comprobará la asombrosa riqueza biológica y cultural del lugar. De hecho, llama la atención que los responsables de las comunidades autónomas de las que forma parte no hayan promocionado el enclave como destino turístico a la altura de otras zonas montañosas semejantes, algo que Marcus Polvoranca no lamenta en absoluto.

"No suelo defender las acciones de los políticos, pero en este caso sí que valoro su labor para conservar la sierra y protegerla de turistas. Aunque eso no impide que en invierno se produzcan grandes atascos para subir a ver la nieve, también es verdad que se han descartado proyectos como el de construir un teleférico que llegase a Peñalara y que hubiera sido un desastre. En ese sentido, estar muy cerca de la gran ciudad es siempre peligroso y, de hecho, creo que es un milagro que haya espacios para la naturaleza como este tan cerca de Madrid".