CINE

¿Qué fue de las películas de terror japonés?

A principios de los 2000 las carteleras occidentales estaban llenas de terroríficos filmes nipones. ¿Por qué de repente, un día, desaparecieron?

Hace ahora 20 años se estrenó en nuestro país The Ring, dirigida por Gore Verbinski.

Hace ahora 20 años se estrenó en nuestro país The Ring, dirigida por Gore Verbinski. / ARCHIVO

Juanjo Villalba

Hace ahora 20 años se estrenó en nuestro país The Ring, dirigida por Gore Verbinski y protagonizada por Naomi Watts. La película, que trata de una cinta de vídeo misteriosa que, tras ser vista, condena al espectador a morir una semana después, era una adaptación de la cinta japonesa Ringu, estrenada en 1998 y dirigida por Hideo Nakata. Ese momento en torno a 2002 fue, quizá, el de mayor fama del terror japonés o J-Horror, una de las modas cinematográficas con una vida más corta de las que se recuerdan.

Ringu continúa siendo a día de hoy la película de terror japonés más taquillera y premiada de la historia del género. Su éxito fue en gran parte el responsable del auge del horror nipón en todo el mundo. En su estela nos llegaron La maldición, Dark Water, Audition… Películas que comenzaron a producirse y estrenarse en salas y que movilizaron a muchos fans del género. Pero, ¿por qué ocurrió eso? ¿Por qué justamente nos llegaron a occidente en ese momento? Y sobre todo, ¿por qué su fama duró tan poco? Alrededor de 2006 todo había terminado.

“El boom del cine de terror japonés a finales de los 90 y principios del 2000 fue un síntoma más del interés despertado en Occidente por el cine asiático en general, desde las artes marciales al thriller de Hong Kong. También de la reivindicación de los géneros populares japoneses como el chambara [el cine de samuráis] o el kaiju eiga [los filmes de monstruos como Godzilla]”, afirma Ángel Sala, director del Festival de cine fantástico de Sitges, en plena preparación del mismo que comienza el próximo 6 de octubre. “El cine de terror, sobre todo el norteamericano, se encontraba en un bucle; repitiendo clichés como el neoslasher (con la saga Scream como gran motor) y se buscaban nuevas formas de expresión del horror. Así que ese terror minimalista, conectado con la tecnología pero también con la tradición del cuento de fantasmas que presentó Ringu cuajó en el público europeo y norteamericano aunque ya era algo que se cultivaba en Japón en la literatura y la televisión hacía mucho tiempo. Ringu fue la baliza de algo nuevo y que podía adaptarse para revolucionar el anquilosado terror que se hacía, principalmente, en Hollywood”.

“Las películas de terror que se producían durante aquellos años en Estados Unidos no eran sino reiteraciones de ideas anteriores: El dentista 2, Halloween H20, Species 2, Aún sé lo que hicisteis el último verano… Esto abrió un espacio a una nueva forma de concebir el terror que nos llegaba de Oriente”, confirma Enrique Garcelán, creador de CineAsia, una empresa cuyo objetivo es la promoción del cine asiático en nuestro país. “Las películas japonesas, a las que luego se les sumarían otros títulos procedentes de Corea como Sorum o A Tale Of Two Sisters, de Hong Kong como The Eye o de Tailandia como Shutter, tuvieron un éxito inmediato porque no trataban del típico psicópata con un cuchillo, sino que tenían un punto espiritual e incidían en problemas sociales actuales como la incomunicación”.

Con el cambio de siglo, el cine asiático de terror disfrutó de una distribución sin precedentes en Occidente. El público llenaba las salas de los cines y había lista de espera para alquilar los DVDs en los todavía boyantes videoclubs. La demanda aumentó muchísimo y la industria se puso en marcha para satisfacerla, cometiendo, eso sí, un gran error. “El terror japonés perdió su interés rápidamente a causa de la repetición de esquemas hasta la extenuación. Ringu o Ju-On tuvieron varias secuelas en poco tiempo [solo la segunda tuvo diez secuelas en el cine y la televisión] y muchas imitaciones miméticas no solo en Japón sino también en otros países de la zona”, recuerda Sala. “Además todas estas propuestas tuvieron sus remakes en Hollywood, provocando el cansancio a pesar del buen nivel de algunas versiones estadounidenses. Además las formas del J-Horror fueron fagocitadas por el cine de terror de Hollywood y otras cinematografías hasta hacerlas cansinas y cuasi paródicas... El fantasma de larga melena se parodió en spoofs como la saga Scary Movie y por directores nipones como Sion Sono en su película Exte”.

Repunte en los últimos años

Lo que sigue sorprendiendo es la velocidad del proceso. “La maldición de Takashi Shimizu la vieron en nuestro país en 2003 más de medio millón de espectadores”, recuerda Garcelán. “Pero A Tale Of Two Sisters (en España Dos hermanas), estrenada aquí en noviembre de 2004, tan sólo fue vista por 14.000 espectadores y Shutter (una excepcional película de terror tailandés de 2006), por 70.000”. Queda por averiguar si quedó algo de todo ese periodo y también si alguien tomó el testigo de esa forma de cine. ¿Qué hicieron después todos los directores que crearon esas cintas? “El J-Horror no tuvo una sucesión formal en Japón donde el fantástico se ha dirigido hacia la adaptación del manga o la relectura de clásicos”, explica Sala.

“Sus formas más sofisticadas sí crearon formas nuevas de horror como la representada por Kiyoshi Kurosawa con la excelente Kairo y que ha continuado hasta la reciente Creepy. En Corea hubo imitaciones correctas como Phone o Nightmare, pero el cine coreano siguió con sus maldiciones de colegialas (aunque ha tenido obras decisivas en el horror pero muy personales y poco reproducibles como Dos hermanas o la magistral El extraño). Pero el terror, salvo esas excepciones, no ha sido lo mejor del cine coreano de las últimas décadas, sino el cine de autor con tonos comerciales y exportable como Bong Joon-ho, Park Chan-wook o el thriller de acción o de gangsters”, sostiene el director.

En opinión de Garcelán, sin embargo, el terror asiático, no exclusivamente japonés, parece estar experimentando una prometedora recuperación. “En estos últimos años hemos visto un repunte de este tipo de terror en forma de folk-horror. El cine de Joko Anwar y los anteriormente conocidos como Mo Brothers, Kimo Stamboel con su La reina de la magia negra y Timo Tjajahnto con Que el diablo te lleve. El terror indonesio ha sido de lo más destacado del terror visto en el Festival de Sitges en los últimos años. También series de Netflix como Kingdom, Alice in Borderland, El juego del calamar, o cintas como #Alive, The Witch… Son síntoma del buen estado del terror asiático”.

Este año, incluso, han regresado los remakes occidentales, como el producido en Francia de la comedia de zombies japonesa One Cut Of the Dead, que se tituló ¡Corten! Aunque en un tono radicalmente diferente de las películas de principios de este siglo, quizá este nuevo film sea una señal de la vuelta de este tipo de cine al público masivo. Se dice que el interés en el cine de terror resurge entre el gran público como reflejo de los temores de la sociedad y teniendo en cuenta lo sobrados que andamos ahora de todo eso, parece claro que podríamos estarnos encaminand a una nueva edad de oro.

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