Esperado regreso
Josep Carreras: "Nunca pensé que seguiría cantando a los 75 años"
El tenor barcelonés, que actuó por última vez en Peralada en el año 2000, volverá al festival el 3 de agosto para ofrecer un concierto con la soprano croata Martina Zadro y la Simfònica del Liceu dirigida por su sobrino David Giménez
Marta Cervera
Lleva más de medio siglo cantando y por ahora, mientras su voz de tenor aguante, Josep Carreras seguirá ofreciendo conciertos líricos por todo el mundo. El próximo 3 de agosto celebrará los 75 años cantando en el festival de Peralada con la soprano croata Martina Zadro y la Orquestra Simfònica del Liceu dirigida por David Giménez, su sobrino, que lleva mucho tiempo acompañándole y conoce a la perfección su voz. La actuación contará con alguna colaboración "sorpresa", según ha explicado Carreras en un encuentro con la prensa organizado en el Institut Contra la Leucèmia que lleva su nombre. "Será un concierto amable donde no saldré a sufrir sino a disfrutar. Que nadie espere pasajes de Guilermo Tell o de Andrea Chénier. Ofreceré un repertorio amable con un poco de ópera, canción catalana y napolitana", ha explicado, elegantemente vestido, con un foulard al cuello que le daba un aire de dandy. "Me gusta cantar en este tipo de citas veraniegas, con otro tipo de público".
"Nunca pensé que seguiría cantando a los 75 años", confiesa el aclamado cantante cuando este mes se cumplen 35 años de su ingreso en el Hospital Clínic para hacer frente a la leucemia antes de ser trasladado a Seattle (EEUU), donde en aquella época se realizaban muchos más trasplantes de médula que en Barcelona.
22 años ausente
Hace 22 años que Carreras no es protagonista en Peralada. Su última actuación fue en el año 2000 en un concierto donde también participaron Jaume Aragall e Isabel Rey con la Orquestra Simfònica del Vallès. Pero mucho antes, en 1988, Carreras ofreció en le festival ampurdanés su primer concierto de pago tras superar esa leucemia que casi acabó con su vida. Aquel recital junto al pianista Vicenzo Scalera, ante un público de más de 2.500 personas entre los que estaban la reina Sofía y Lady Di, dejó constancia de la recuperación total del tenor.
Después, en 1990, animado por sus amigos Luciano Pavarotti y Plácido Domingo, celebró a lo grande su regreso a los escenarios internacionales con un concierto en las termas de Caracalla, en Roma, con Zubin Mehta a la batuta, coincidiendo con la víspera de la final del Mundial de Fútbol en Italia. Fue tal el éxito que repitieron la fórmula en otros lugares. La grabación del primer disco de Los Tres Tenores se llevó el Grammy por mejor interpretación vocal clásica y fue récord Guinness como álbum de música clásica más vendido de la historia. "La química entre nosotros hizo que Los Tres Tenores fuera algo fuera de lo normal", admite Carreras, quien planea con Domingo un concierto en homenaje a Pavarotti en Tokio el próximo enero.
Adiós en Arc de Triomf
Tiene claro que el día que decida dejar los escenarios se despedirá con un concierto en Arc de Triomf de Barcelona, en el centro de su ciudad, en el mismo escenario donde volvió a cantar tras pasar superar la leucemia. Lo que no precisa es cuándo. "Todavía tengo el instrumento en condiciones suficientemente buenas para exponerlo en público", afirma.
No necesito un 'coach' para saber qué tengo que hacer o para ver cómo está mi Si bemol"
El secreto para mantener bien su voz de tenor es una suma de pasión y disciplina. "No necesito un coach para saber qué tengo que hacer o para ver cómo está mi si bemol. Si tras 52 años no conozco mi voz...", bromea. Pero, evidentemente, todo cambia con el tiempo. "El color de la voz es un misterio. No puedo cantar con la elasticidad de cuando tenía 30 años, pero puedo seguir cantando como tenor. Y lo haré mientras disfrute. Cada vez que salgo al escenario pienso: has podido volverlo a hacer. Agradezco mucho el afecto y el entusiasmo del público".
También agradece el esfuerzo de todos aquellos que le han ayudado a levantar los proyectos de la Fundació Josep Carreras contra la leucemia. "Mi carrera es mi vida. Cantar es vocacional. Soy feliz cuando piso el escenario y el sonido de la orquesta te da un chute de adrenalina", reconoce. "La Fundación es otra cosa. La satisfacción de ver cómo gracias a las terapias un paciente de 7, 8 o 10 años supera la enfermedad es algo que no te dará nunca ningún gran teatro, producción o director de orquesta".
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