OBITUARIO

Adiós al crítico literario Javier Goñi

El escritor y editor Juan Á. Canal traza una breve semblanza del reconocido periodista cultural fallecido este miércoles

El periodista y crítico literario Javier Goñi.

El periodista y crítico literario Javier Goñi.

Juan Á. Canal

Ha fallecido este miércoles en Madrid, a punto de cumplir 70 años, José Javier Goñi Imizcoz, licenciado en Filología Hispánica y Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Natural de Zaragoza pero de inequívocas raíces navarras, residió en Valladolid durante sus estudios de bachillerato y principios universitarios, lo que le animó a regresar a esta ciudad para hacer sus primeras armas como periodista, en El Norte de Castilla.

Reinstalado en Madrid, trabajó en el vespertino diario Informaciones hasta su crisis en 1980. Tras una época de colaboraciones en distintos medios, personificó el Gabinete de Prensa de la Fundación Juan March, en la que se jubiló hace apenas tres años, en 2019: durante esas décadas, simultaneó este ejercicio profesional -ocupándose, entre otras tareas, de SABER/LEER, prestigiosa publicación mensual de análisis librero en la propia Juan March- con una incesante dedicación a la crítica literaria, principalmente en el suplemento Babelia del diario El País. Su interés y conocimiento, centrados predominantemente en la nueva narrativa española e hispanoamericana, le hicieron formar parte de numerosos jurados de concursos literarios, entre los que destaca el Premio Nacional de las Letras, en representación de la Asociación de Críticos literarios.

Entre sus publicaciones, destacan Cinco horas con Miguel Delibes (1985, reeditado por Fórcola, Madrid, en 2020), Milhojas de sentido (2014, La Isla de Siltolá, Sevilla) y Baroja y yo (2019, Ipso, Pamplona). Como editor, coordinó con Elena Butragueño dos importantes y amenas entregas: Gente del 98 (1998, Plaza y Janés, Barcelona) y ¿Quién mató a Harry?: Diez escritores resuelven un enigma (2000, Plaza y Janés, Barcelona).

Dueño de un peculiar estilo, a Javier Goñi, a quien caracterizaba su sincopado barroquismo, ni siquiera la enfermedad logró apartarlo de su entusiasta vocación y dedicación al periodismo cultural. Su bonhomía y modestia, proverbiales, dejan un irrecuperable poso de tristeza en el mundo literario madrileño, donde sembró innumerables amistades.