LA GRAN NOVELA SOBRE LA GUERRA DE BOSNIA

Salir para ver a tu novia, que sitien Sarajevo y no poder volver a tu casa en tres años: el horror según Damir Ovčina

Sin aclarar cuánto tiene de autobiográfico, el autor bosnio publica Plegaria en el asedio, un libro estremecedor en el que un adolescente de 17 años que estaba en el lugar y el momento equivocado se ve condenado a vivir la mayor de las pesadillas. Y la convierte en rutina

Dos niñas juegan en el Sarajevo asediado de 1993, en una fotografía tomada por el reportero español Gervasio Sánchez.

Dos niñas juegan en el Sarajevo asediado de 1993, en una fotografía tomada por el reportero español Gervasio Sánchez.

Carmen López

Una decisión tan mundana como ir a otro barrio de la ciudad para ver a su novia se convierte en decisiva para el protagonista de Plegaria en el asedio, la novela que Damir Ovčina acaba de publicar en España de la mano de Automática Editorial. 736 páginas en las que se cuenta la historia de un chaval bosnio de 17 años que en 1992 sale de casa sin que se haya declarado oficialmente una guerra y se queda atrapado en un barrio de Sarajevo que acaban de tomar las fuerzas serbias.

Durante tres años el chico forma parte del pelotón de trabajo que tiene la nada agradable función de enterrar los cuerpos que tropas y milicianos van dejando por el camino. Sin poder volver a casa ni saber cómo está su familia por un conflicto al que él no había prestado demasiada atención. Estaba demasiado ocupado ejerciendo de adolescente, un trabajo a tiempo completo.

El libro no solo es impactante por las experiencias que el protagonista narra en primera persona, sino también por la forma en la que las cuenta. Ovčina tiene un estilo muy directo, sus frases son cortas y heladas, el punto y seguido es constante. Como un tiroteo verbal que tuvo que suponer una tarea titánica para los traductores -Luisa F. Garrido y Tihomir Pištelek- y al que el lector tiene que acostumbrarse.

La novela empieza con un drama que aún no está motivado por la guerra. La madre del protagonista está muy enferma y la vida de la familia transcurre entre la casa y el hospital. Según van pasando las páginas se introducen de manera progresiva y en un segundo plano detalles sobre el conflicto que se está gestando – “en el kiosko Kovačići compro el periódico. Pone que el pueblo serbio no puede perder su Estado común”–, y que poco a poco se filtra en la trama. Sarajevo ya está cortado en varios puntos, la policía hace llamamientos a los vecinos para que se protejan y llegar al hospital en la última urgencia ya es complicado.

Damir Ovčina, autor de Plegaria en el asedio.

Damir Ovčina, autor de Plegaria en el asedio. /

Su familia tiene un piso en la calle Lenjinova, donde el protagonista queda con su novia. La guerra lo convertirá en una jaula de la que solo sale para cumplir con sus obligaciones de rehén, aunque la violencia no consigue paralizar la vida del todo. El horror también provoca solidaridad entre las personas e inicia una relación con una vecina que lo ayuda. La chica anterior desaparece en la distancia impuesta, pertenece a otra realidad que ya no existe.

La rutina del horror

Las jornadas transcurren entre la muerte y el amor, y poco a poco lo terrible se convierte en rutina. Antes de la contienda, ver el cadáver de una persona que se ha tirado desde una azotea serviría para hundir en la miseria a cualquiera. Para él, esa fue una buena jornada: no tuvo que enterrarlo. Al volver al piso, su nueva pareja le pregunta por su jornada, como si regresara de una oficina. “Día tranquilo. ¿Podría contártelo?", responde.

El escritor trabaja para mostrar la adaptación del ser humano a cualquier circunstancia e incluso la capacidad para el humor en las situaciones más complicadas. Y también para mostrar la injusticia y el sinsentido. Como cuando nos enteramos de que hay mujeres que duermen en los balcones de las casas para tirarse en caso de que vuelvan los soldados que ya se llevaron a sus maridos. O cuando el protagonista intenta explicar a sus captores que la religión no le importa, pero aun así le obligan a recitar una oración musulmana cada vez que da sepultura a los muertos. La primera vez prácticamente se la inventa. “Durante dos, tres, cinco, diez segundos no consigo recordar nada. Luego mascullo una decena de palabras. Me doy cuenta de que me he olvidado una aleya. Repito”, dice en el libro, que en su traducción literal del bosnio al castellano se titularía Cuando fui imán.

El escritor, que vivió la misma guerra a la misma edad que el personaje principal del libro, tardó 20 años en publicarlo desde que empezó a darle forma. “Escribir es parte de un proceso de pensamiento continuo”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Tuvo que pasar todo ese tiempo para reflexionar y para “ganar suficiente experiencia vital y literaria”. Una vez que consiguió la estructura definitiva, la escribió en dos años. “Decidí terminarla cuando encontré la manera de vincular la primera y la última imagen de la novela. Un techo nevado de mi niñez”.

¿Ficción o realidad?

Las coincidencias entre la vida de Ovčina y la del protagonista son tantas que fácilmente se podría pensar en una autobiografía. El autor ni lo confirma ni lo desmiente, le gusta jugar con esa duda. “Tiene una base sólida. Mi vida. Mi mundo. Mi apartamento. Mi calle. Mi vecindario. Personas y eventos particulares a los que conocía de alguna parte. Luego la ficción y la lógica de la trama se hicieron cargo de la historia y al final no estoy tan seguro de qué fue real y qué no”.

Tiene una base sólida. Mi vida. Mi mundo. Mi apartamento. Mi calle. Mi vecindario. Personas y eventos particulares a los que conocía de alguna parte"

Ovčina contesta a las preguntas de la misma forma en la que escribe sus libros. Adoptar un estilo poco convencional es arriesgado a la hora de llegar al público porque no todo el mundo tiene ganas de experimentar como lector. Pero para él no tiene sentido repetir el mismo formato que otros. Su forma de narrar surge de su manera de entender el lenguaje. “De todos modos, no pretendo atraer a lectores. Leer es un proceso serio. Se necesita alma. Y tiempo”, comenta. A pesar de eso, sí esperaba tener éxito con su libro y así fue. Ganó el premio Hasan Kaimija a la mejor obra en prosa de Bosnia y Herzegovina y el prestigioso Mirko Kovač en 2016. El libro se ha traducido al alemán y al esloveno. Pronto saldrá en italiano y francés.

Plegaria en el asedio también se está adaptando al cine, un proyecto con el que el escritor está muy comprometido. El director es Ademir Kenovic, que cuenta con premios en el Festival de Cannes y en la SEMINCI de 1997 por su filme El círculo perfecto. “Estoy muy involucrado. Es algo demasiado importante para dejar que lo haga otra persona. Ademir Kenović y yo estamos trabajando juntos para hacer una película lo más fuerte posible. Fresca. Diferente. Queremos que se vea. Así es mi idea de cómo deberían ser las películas. Que pasen a la posteridad”, afirma. Además, el libro ya tiene una secuela, aunque aún no se ha traducido al castellano. Se titula Ko sam ti ja (que vendría a ser ¿Quién soy yo para ti?) y la ha publicado con su propia editorial, Impruva.

Bosnia dos décadas después

La guerra es ahora personal

Los titulares de la prensa internacional señalan desde hace semanas que la situación política de Bosnia y Herzegovina no pasa por su mejor momento. Según The Guardian “Bosnia está en peligro de separarse, advierte un alto funcionario internacional”, un titular parecido al que The New York Times publicó el pasado 17 de noviembre: “Bosnia está al borde de la ruptura”. Aunque la guerra terminó con los Acuerdos de Dayton en 1995 -que se firmaron después de largas discusiones-, dos décadas y media no han sido suficientes para cerrar heridas muy profundas. El conflicto está considerado el más grave en Europa desde la II Guerra Mundial, un título que no se consigue fácilmente.

Para Ovčina, lo que sucede ahora se parece bastante a lo que pasó en los 90. “Es una cuestión de territorio. Un estado para un grupo étnico. Esa es la idea de división de Bosnia. Rechazando todo lo que no sea un concepto tribal de tierra y sangre. Todos los demás problemas son consecuencia de esta idea principal del nacionalismo serbio”, explica. La chispa que ha prendido el último fuego ha sido la decisión de Valentin Inzko, Alto Representante para Bosnia y Herzegovina hasta el pasado julio, de prohibir expresamente en el código penal del país la negación de los crímenes de guerra y genocidio. Eso hizo que Milorad Dodik, representante serbio de la presidencia tripartita del país -y negacionista de la masacre de Srebrenica, donde las tropas serbobosnias al mando de Ratko Mladic asesinaron en apenas unos días de julio de 1995 a unas 8000 personas bosnio-musulmanas-, se enfadase y mencionase de nuevo el separatismo, incluso con la amenaza de la creación de su propio ejército. La tensión ha escalado rápidamente en las últimas semanas.

Milorad Dodik, primer ministro de la república Srpska, la entidad serbobosnia que forma parte de Bosnia y Herzegovina.

Milorad Dodik, primer ministro de la república Srpska, la entidad serbobosnia que forma parte de Bosnia y Herzegovina. / Ranko Cukovic

Es una manera muy resumida de explicar lo que acontece en una región con una historia muy complicada. “La guerra es posible siempre en todas partes”, afirma Ovčina. “Mucho más de lo que la gente piensa. La humanidad es cruel. Todas las relaciones entre personas se basan en el miedo. Miedo al hambre y miedo a los demás. Y en la guerra se usan ambos”. Sin embargo, no cree que en su país vuelva a haber un conflicto armado. “Eso es historia. Los problemas permanecerán pero no habrá una guerra. Yo mismo la detendría de alguna manera si nadie más está preparado para ello”.

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