Opinión

Nuevo equipo económico continuista

La remodelación del equipo económico trae la sorpresa del nombramiento de Carlos Cuerpo como ministro, pero da todo el poder a María Jesús Montero, que es vicepresidenta primera, lo que significa poner la política y los pactos por encima de la economía.

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La ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. / Chema Moya | EFE

Como nos enseña el cantante Rubén Blades, la vida te da sorpresas y Pedro Sánchez, un político errático e impredecible en sus decisiones, siempre da sorpresas. La salida de Nadia Calviño para presidir el Banco Europeo de Inversiones obligaba a remodelar el equipo económico. Sánchez da prioridad a la política sobre la economía y todo el poder es para María Jesús Montero, que será la vicepresidenta primera. Montero estudió Medicina, no ha pasado por ninguna facultad de Economía y seguramente nunca ha leído un manual de Hacienda pública, pero las personas que la conocen destacan su gran capacidad para decir siempre lo que su jefe quiere oir. Pedro Sánchez se garantiza, por lo tanto, el control total del área económica, supeditada a las negociaciones con sus socios de investidura, que serán extremadamente complejas.

Para ser ministro de Economía sonaron varios nombres en las quinielas, pero la sorpresa ha sido Carlos Cuerpo. Cuerpo es un técnico comercial del Estado que ha dejado buena imagen en su paso por la dirección general de análisis macroeconómico y la secretaria general del Tesoro, pero no se le conocía ninguna inquietud política y ahora como ministro tendrá que hacer política, además de políticas. Sánchez, con un perfil tan bajo se garantiza su objetivo de priorizar sus pactos de legislatura y su supervivencia, antes que las reformas y medidas que necesita la economía española.

La herencia que recibe el nuevo equipo económico es muy compleja. El crecimiento del PIB y del empleo se ha frenado desde la primavera, por el parón del comercio mundial, la deuda pública está en el 107% del PIB, muy lejos del objetivo del 60% al que obligan las nuevas reglas fiscales aprobadas en Bruselas recientemente, y el déficit público está próximo al 4% del PIB, tanto nominal como estructural. Las reglas obligan a reducirlo al 3% el año que viene y eso exige una contención en el crecimiento del gasto del 2,6% como ha recomendado el Consejo Europeo.

La herencia que recibió Pedro Sánchez de Rajoy en 2018 también era compleja y la que recibió Rajoy de Zapatero también. Desde 2004 el ministro de Economía ha sido un técnico comercial y España ha tenido el peor comportamiento económico en esos 20 años desde que se aprobó el Plan de Estabilización en 1959, también liderado por el recién creado cuerpo de técnicos comerciales del Estado. Desde 2004 el crecimiento de la renta por habitante en España ha sido inferior al 0,5% anual. Es cierto que por el camino ha habido dos crisis muy duras en 2008 y en 2020. Pero las crisis han sido sistémicas y España es uno de los países que menos ha crecido del mundo en los últimos 20 años.

En 2004 nuestra renta por habitante era un 15% inferior a la de Alemania y un 30% inferior a la EEUU, en 2023 es un 25% menor que la de Alemania y un 40% menor que la de EEUU. Si nos comparamos con países más pequeños y que mejor se han adaptado a la era de la tecnología global el resultado es aterrador. España tenía un 35% más de renta por habitante que Corea del Sur en 2004 y un 25% más que Israel, hoy tenemos un 10% menos que los coreanos y los israelitas.

España lleva ya demasiados años sin rumbo y siguiendo las pautas que los economistas Daron Acemoglu y James Robinson indican que tienen los países fallidos y, ojalá me equivoque, pero en esta legislatura seguiremos por la misma senda. España necesita reformar su ecosistema tecnológico y de innovación y diseñar un mercado de trabajo y de capitales adecuado para que las empresas innovadoras pueden captar capital humano y financiarse para ser competitivas en la era de la tecnología global.

Pero en lo que estamos es en condonar deuda a Cataluña asumiendo el relato independentista de España nos roba, aumentando los subsidios y las pensiones con deuda pública que pagarán nuestros hijos, que salen al mercado de trabajo con salarios y condiciones precarias, las mismas que en 2018 cuando llegó este gobierno y que las de 2008. Llevamos 15 años construyendo la mitad de viviendas nuevas que el promedio histórico y desde la pandemia el número de hogares y la demanda de vivienda crece exponencialmente.

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Tenemos una gran oportunidad histórica con las renovables para hacer desarrollo industrial, pero la burocracia tarda dos o tres años en conceder todas las licencias necesarias, cuando bastaría con una declaración responsable como en EEUU o en Portugal. Creamos un Ingreso Mínimo Vital (IMV) para proteger a familias en situación de pobreza y tardan más de un año en concederles la ayuda. Se amplía el bono de pobreza de la electricidad al gas para paliar el impacto de la Guerra de Ucrania y a mi madre, dos años después de comenzar la crisis del gas, aún no se lo han concedido. Preguntas por correo electrónico la causa y contestan que ellos no saben nada y que tenemos que esperar. El problema de la Administración Pública no es que no sepan nada, es que nunca pasa nada cuando nada funciona.

España necesita un Enrique Fuentes Quintana, también técnico comercial del Estado, que le toco gestionar con Adolfo Suárez la grave crisis de estanflación de los años setenta, que aprobó los pactos de la Moncloa y la reforma fiscal y a los ocho meses dejó el ministerio. Este nuevo equipo económico, mucho me temo, continuará la senda que comenzamos en el año 2000.