Opinión

Hiperglobalización y descontento social

Las soluciones populistas, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, nunca arreglan los problemas de la ciudadanía y acaban generando otros nuevos que antes no existían

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Las protestas de los agricultores son una muestra del descontento social con las leyes europeas.

Las protestas de los agricultores son una muestra del descontento social con las leyes europeas.

Desde la incorporación de China al circuito de comercio mundial, en 1980, el mundo ha vivido uno de los procesos más intensos de integración económica de su historia, un fenómeno que se ha denominado hiperglobalización. Asociado a ese proceso se ha producido también uno de los periodos de mayor crecimiento tecnológico de la historia con el desarrollo de las comunicaciones, de internet y ahora de la inteligencia artificial (IA). La pobreza extrema en los países emergentes se ha reducido radicalmente desde entonces y el empleo ha seguido creciendo en los países desarrollados, pero un porcentaje de ciudadanos de estos países ha visto empeorar su nivel de vida y son los perdedores del fenómeno.

En Europa, el empleo apenas ha crecido desde 1980 y la renta por habitante se ha incrementado menos que en Estados Unidos. Además, se concentran buena parte de los perdedores de la globalización y la crisis social y política es mayor. El fenómeno se ha traducido en un aumento significativo de votantes de extrema derecha que tienen una posición muy populista contra las instituciones globales y europeas, así como contra la Agenda 2030 para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La península Ibérica era la excepción, pero en 2018, tras la moción de censura, Vox subió con fuerza y ahora en Portugal la extrema derecha ha conseguido hacerse con el 20% de los votos

Portugal fue uno de los países que más sufrió durante la crisis del euro de 2010, pero desde la llegada de Antonio Costa al poder en 2015 ha tenido unos datos macroeconómicos muy positivos. El PIB y el empleo han crecido con fuerza y la inversión empresarial ha aumentado el triple que en el promedio europeo desde entonces. Es cierto que las recientes elecciones lusas estuvieron condicionadas por un caso de corrupción y la dimisión del primer ministro, pero, ¿ayuda la economía a explicar el descontento y el fuerte aumento de un partido populista de extrema derecha?

El rescate de la troika en 2011 forzó a Portugal a acometer profundas reformas económicas que ayudan a explicar los buenos datos macroeconómicos posteriores pero también el descontento. Portugal diseñó un sistema de incentivos fiscales y regulatorios muy atractivos para la inversión extranjera que han funcionado con éxito y que ayudan a explicar el fuerte boom de inversión empresarial y de crecimiento del empleo. Sin embargo, buena parte de esa inversión ha sido en inmuebles y se ha concentrado en el centro de Lisboa y de Oporto.

Yo viajaba frecuentemente a Lisboa durante la crisis de 2008 por trabajo y me encantaba pasear por la zona de la Baixa y la plaza del Comercio, pero muchos de sus edificios estaban muy degradados y en muchos casos apuntalados para evitar riesgos de colapso. Hoy el centro de la ciudad parece un decorado de película tras la enorme cantidad de inversión que ha entrado, principalmente en hoteles y también en edificios enteros de apartamentos para alquiler turístico. Para el turista, tanto Lisboa como Oporto, son destinos maravillosos y eso explica su éxito, pero muchos portugueses parece que no piensan lo mismo.

En Europa, el empleo apenas ha crecido desde 1980 y la renta por habitante se ha incrementado menos que en Estados Unidos

Los precios de la vivienda se han disparado, especialmente los del alquiler. El alquiler turístico es mucho más rentable que el alquiler convencional en estas ciudades de éxito, pero reducen drásticamente la oferta para los locales y suben radicalmente los precios por encima de la subida de sus salarios, empeorando significativamente su nivel de vida. Los inversores en alquiler turístico persiguen rentabilizar de su inversión y están dispuestos a comprar esos pisos a precios muy superiores a los locales. Ambos efectos han expulsado del centro de las ciudades a muchos portugueses que vivían de alquiler y hacen inaccesible esas zonas para los jóvenes que buscan su primera vivienda, lo que ayudan a explicar el descontento. El fuerte aumento de la inflación de los dos últimos años, muy por encima de los salarios, también es una explicación.

Otros ejemplos

Hacer el diagnóstico del descontento es más sencillo que buscar soluciones. En California, pusieron una fuerte limitación del desarrollo de pisos de alquiler turístico antes de la pandemia de covid y han conseguido frenar la dinámica pero no bajar los precios y hacer más accesible la vivienda para los locales. En la ciudad de Nueva York, acaban de prohibir el alquiler turístico para periodos inferiores a un mes y aún no hay estudios fiables que permitan saber cuál ha sido el efecto sobre la oferta y los precios de los alquileres.

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En Alemania hay una regulación estricta sobre el crecimiento de los precios de alquiler pero las principales ciudades germanas tienen el mismo problema. Las políticas intervencionistas de Ada Colau en Barcelona sacaron del mercado mucha oferta de alquiler, hundieron la inversión en construcción de nuevas vivienda y la accesibilidad a la vivienda en la ciudad es mucho peor que cuando llegó al ayuntamiento en 2015.

Las soluciones populistas tanto de extrema derecha como de extrema izquierda nunca arreglan los problemas y acaban generando nuevos que no existían. Los ciudadanos del mundo hemos mejorado nuestro nivel de vida desde 1980, también los de los países desarrollados. Pero es evidente que los cambios son tan profundos y van tan rápidos que muchos ciudadanos tienen externalidades negativas del fenómeno de la globalización de la revolución tecnológica y son la causa principal de la crisis social y política en la que nos encontramos.