OPINIÓN

Productividad, empleo, salarios y crecimiento empresarial

España necesita que 5.000 compañías, tan solo el 0,3% del parque total, pasen de tener 50 trabajadores a más de 250 para competir con nuestros socios europeos. Y para ello hay que tener un plan 

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Archivo - Dos trabajadores en una fábrica de vehículos

Archivo - Dos trabajadores en una fábrica de vehículos / Rober Solsona - Europa Press - Archivo

Tras la Guerra Civil en 1939, Franco impuso el modelo económico autárquico de Mussolini, similar al que impuso Perón en Argentina. En 1952, permitió a EEUU controlar el estrecho de Gibraltar y España volvió a ser un país alineado. En 1954, el Fondo Mundial Internacional (FMI) y el Banco Mundial diseñaron un plan de estabilización para sacar a España de la autarquía. En 1957, sin reservas de divisas, situación similar a la de Argentina hoy, Franco cedió y el Plan de Estabilización se implementó en 1959. Desde 1960 hasta 2000, España fue uno de los países más exitosos en adaptarse a la globalización y a la UE.

La entrada en el euro nos permitió acceder a los mercados de capitales internacionales y bajó drásticamente nuestros costes de financiación. El modelo del premio Nobel de Economía Robert Solow anticipó que España debería converger en renta por habitante al partir de niveles de capital más bajos que Francia y Alemania. Sin embargo, desde 2000, divergimos en renta por habitante con nuestros socios europeos que han tenido un bajo crecimiento y una caída significativa de productividad. Si nos comparamos con EEUU o países pequeños como nosotros como Irlanda, Taiwán, Corea del Sur e Israel la divergencia es mucho mayor.

¿Qué podemos hacer? En una crisis es clave tener un diagnóstico acertado, mantener la calma y actuar rápidamente y con eficacia. España se sobreendeudó con el exterior hasta 2008 para montar la mayor burbuja inmobiliaria desde Isabel la Católica y entró en una crisis económica, social, institucional y política en la que aún se encuentra inmersa. La clave es volver a aumentar la productividad, como hicimos desde 1960 hasta 2000. En ese periodo nuestra ventaja fueron salarios menores que nuestros socios europeos que hemos perdido; en Europa del Este y, sobre todo en Asia, hay países con salarios más bajos que los nuestros. Si España quiere volver a converger y aumentar su productividad, necesita mejorar el desarrollo tecnológico, la innovación y el capital humano.

Menos de 10 empleados

El problema de productividad en España está muy relacionado con el tamaño empresarial. Se concentra en las empresas de menos de 10 trabajadores, que tienen el doble de peso en el total que en Alemania y la mitad de productividad por trabajador que las microempresas germanas. Las empresas españolas de más de 50 trabajadores tienen niveles de productividad y competitividad similares a sus competidores en los países más desarrollados y pagan el doble del salario medio que las empresas de menos de 50 trabajadores. La cuestión es que tenemos muy pocas empresas de ese tipo. El peso de esas compañías en España es la mitad que el promedio europeo de los 27 países y una cuarta parte de Alemania.

Para alcanzar el promedio europeo, necesitamos que 5.000 empresas, tan solo el 0,3% del parque empresarial español, pasen de tener 50 trabajadores a más de 250. Si lo consiguen, crearán un millón de empleos directos y, si son multinacionales con fuerte efecto arrastre sobre su red de proveedores, pueden crear 1,5 o 2 millones y conseguir el pleno empleo, algo que no ha sido posible en toda la democracia. Además, doblarían el salario de esos trabajadores y reduciríamos drásticamente la desigualdad, la precariedad laboral y el descontento social, y sería la luz al final del túnel de la crisis institucional y política.

Es necesario diseñar un plan de país para apoyar a estas 5.000 empresas. Hay que modernizar el ecosistema tecnológico, actualizar nuestras universidades y avanzar en formación profesional dual. Y hay que aprovechar la gran oportunidad de los fondos Next Generation de deuda para desarrollar el mercado de capitales español para este tipo de empresas. El crecimiento empresarial, como nos enseñó el economista y ministro de Finanzas austriaco Joseph Schumpeter, depende del empresario innovador y en España ya tenemos ese tipo de empresarios. Pero la financiación es el oxígeno del crecimiento empresarial.

Viento y sol a favor

Además de los fondos europeos, España tiene las mejores condiciones de viento y sol de la UE y, por primera vez en desde el siglo XVIII, una energía más abundante y más barata que nuestros socios europeos. Este tema no está entre las prioridades de los partidos políticos en un Parlamento fragmentado y eso también es una oportunidad para sacarlo del debate político, que es radioactivo. Necesitamos seguridad jurídica y dejar de ser tan creativos con nuestra regulación energética, declararle la guerra a la burocracia que nos tiene paralizados y desarrollar una red de alta tensión adaptada a la nueva demanda de desarrollo industrial, que es muy diferente a la que existía con los combustibles fósiles.

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Necesitamos poner orden en nuestras finanzas públicas y reducir una deuda que consume ingentes recursos que deberían concentrarse en inversiones productivas en este tipo de empresas para crear más empleo y, sobre todo, mejores empleos. Necesitamos eliminar todos los impuestos absurdos que apenas recaudan y que generan una enorme distorsión para este tipo de empresas: impuesto sobre las transacciones bursátiles, sobre el crédito y la banca, sobre la producción de electricidad y las eléctricas, la tasa digital, etcétera. También eliminar las restricciones del uso de datos en inteligencia artificial para las empresas que los utilicen correctamente y protegernos de los que se consideren tóxicos.

El futuro es ilusionante y el pasado es incierto, pero necesitamos un plan y ponerlo en marcha cuanto antes. Los parados y trabajadores precarios españoles ya han perdido su paciencia.