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España, como otros países desarrollados, se ha propuesto aumentar el peso del sector industrial en la economía y acercarlo al que tienen Alemania o los países bálticos.

España, como otros países desarrollados, se ha propuesto aumentar el peso del sector industrial en la economía y acercarlo al que tienen Alemania o los países bálticos. / BMW

¿Será esta la era de la reindustrialización? España, como otros países desarrollados, se ha propuesto aumentar el peso del sector industrial en la economía y acercarlo al que tienen Alemania o los países bálticos. No será una tarea fácil si no evolucionamos del concepto tradicional de 'industria' al de 'industria tecnológica'. El sector industrial crecerá en ámbitos como la tecnología, la robotización, la digitalización y los servicios complementarios como logística, mantenimiento, diseño, ingeniería, etc. Eso tendrá dos efectos. Por un lado, el crecimiento del sector no se contabilizará en el VAB (valor añadido bruto) que hoy denominamos 'industria' sino en el que denominamos 'servicios profesionales o tecnológicos' y, por otro lado, el proceso de robotización limitará la capacidad de creación de empleo del sector industrial en el futuro. 

Los datos ponen de manifiesto que este proceso de transformación ya ha comenzado. La industria manufacturera ha generado riqueza (VAB) a un ritmo anual del 1,3% durante la década 2012-22. Este crecimiento es el resultado de un aumento de la ocupación contabilizada a tiempo completo del 0,6% anual y de un incremento de la productividad del 0,7%. Por lo tanto, la productividad ha sido el principal factor explicativo del crecimiento de la actividad industrial. Al contrario que en el conjunto de la economía, donde el crecimiento de la productividad ha sido nulo o negativo por el fuerte crecimiento del empleo en sectores de bajo valor añadido. 

Este incremento de la productividad, vinculado al proceso de especialización productiva y de digitalización, es lo que está detrás del aumento de la competitividad de la industria, que tiene su reflejo en el mayor éxito reciente de la economía española: su balanza exterior positiva

La composición del PIB está registrando tres cambios que reflejan el aumento de la competitividad de la economía, el impacto de la digitalización y de las inversiones tecnológicas. La transformación silenciosa. El primer cambio es el fuerte incremento que han registrado las exportaciones de servicios no turísticos en los últimos años, entre los cuales destacan los servicios TIC, empresariales, transporte y servicios auxiliares a los bienes. De ser el 19,3% del total de las exportaciones a finales de 2019 a ser el 22,3% en el segundo trimestre de 2023. La ganancia de competitividad en sectores cada vez más internacionalizados, como son los servicios informáticos y empresariales, ha permitido que España tenga un superávit creciente en este tipo de servicios frente a los déficits que registran Alemania o Italia, con serios problemas de oferta. 

En segundo lugar, la composición de la inversión refleja un incremento del peso de la inversión en propiedad intelectual (innovación, R+D, patentes, tecnología), que ha pasado de ser el 16,4% de la inversión fija total en 2019 al 19% en el segundo trimestre de 2023. Sin duda los fondos europeos Next Generation han podido impulsar este crecimiento, pero la pandemia también lo ha acelerado. 

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El tercer elemento que ha aumentado su peso en el PIB es la depreciación del capital. El gasto en reponer el capital depreciado para mantenerlo en funcionamiento (depreciación) es lo que explica el incremento del peso del excedente bruto de explotación (beneficios empresariales) en el PIB durante los últimos cinco años. Esto es resultado tanto de un mayor aumento de la inversión en propiedad intelectual frente a la inversión en equipo e infraestructuras, como ya he apuntado, unido a que la tasa de depreciación del capital intangible es hasta cinco veces superior a la del capital físico. 

Los tres elementos son una muestra de la transformación silenciosa que se está produciendo en la estructura productiva de la economía, ligada a los efectos de la economía digital y la robotización de la industria. Si queremos reindustrializar el país, habrá que seguir impulsando esta transformación, con apoyo de los fondos públicos, con generación de más talento, con eficiencia en la aplicación del conocimiento digital sobre la actividad industrial, y con menos cargas burocráticas en la gestión pública. Solo si el gran ecosistema de empresas digitales que existe en nuestro país consigue transformar y expandir el sector industrial, estaremos un poco más cerca de la economía alemana.