OPINIÓN

La ruleta dejará de girar = LTSB

Para facilitar la implantación de la inteligencia artificial, resulta recomendable aplicar la receta ‘late tech, smart brain’, es decir, la lenta y progresiva adaptación a las nuevas tecnologías

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Un técnico trabaja en la cabeza de un robot humanoide en una feria en Ginebra

Un técnico trabaja en la cabeza de un robot humanoide en una feria en Ginebra / 'activos'

La amenaza a largo plazo más acuciante que se desdibuja de los nuevos avances en una inteligencia artificial (IA) mal aplicada por personas con poca inteligencia humana (IH) es el freno a la misma línea evolutiva del ser humano. Provocará la entrega del desarrollo cognitivo a los algoritmos en lugar de enfocar su uso como un brillante camino a recorrer juntos, hombre y máquinas (o robots). 

Justamente hace poco días, durante el Sonar D+ en Barcelona, tuve la oportunidad de ver y escuchar a Kate Darling, experta mundial de ética robótica, donde parangonó los robots a los animales (especialmente las mascotas). Y tiene mucha razón, porque el comportamiento es muy similar: unos y otros actúan para ayudarnos, obedecernos, satisfacernos y hacernos felices, siguiendo su instinto los últimos, y su programación, los primeros.

Por tanto, si aplicamos a la inteligencia artificial las mismas reglas que han funcionado para domesticar al lobo y convertirlo en el "mejor amigo del hombre", deberíamos conseguir unos resultados extraordinarios, sostenibles, de crecimiento compartido y aprendiendo unos de otros.

Relación jerárquica

Estas reglas se traducen en aplicar la misma relación jerárquica a hombre-máquina que la que hay entre hombre-animal, ya que el trabajo que yo, como humano, quiero hacer con la IA se basará en un "yo mando y la IA obedece". Así como en los casos de mayor complicidad y vinculación entre animal y persona la relación se convierte fácilmente en amistad y amor para siempre, la relación entre humano y maquina no se podrá basar en la confianza, será necesario definir pautas y fijar límites para que las conductas de autoaprendizaje automático de los algoritmos se queden en un nivel de control y sumisión y que sus acciones-reacciones sean coherentes con nuestros valores como sociedad. Exactamente como hemos hecho durante muchos años con algunas razas de animales domésticos, donde ahora su supervivencia depende de nuestra voluntad de alimentarlos y cuidarlos a cambio de su incondicional compañía y fidelidad.

En firmas de servicios, la IA ayuda a hacer más eficientes tareas repetitivas como el tratamiento de mucha documentación

Y aquí nace otro problema, aún sin plantear ni resolver… No existe un consenso sobre cuáles son esos límites no franqueables por la inteligencia artificial. Cada país, sociedad o grupo tiene sus propios valores y esta dispersión hace más débiles a los humanos y más fuerte a la IA. Aunque también es cierto que los hombres, cuando nos hemos visto amenazados, siempre hemos sabido encontrar los puntos comunes para conseguir sobrevivir…

Para dar un paso en este sentido y facilitar la implantación de este proceso de acompañamiento y adiestramiento, recomiendo la siguiente y simple receta: late tech, smart brain (LTSB): "lenta y progresiva adaptación a las nuevas tecnologías (especialmente la inteligencia artificial), para que el cerebro humano siga evolucionando en su capacidad cognitiva".

Es una receta apta para todos los públicos, ámbitos de actividad, geografías y empresas. En las escuelas por ejemplo, se está demostrando que un método académico que compagina soportes tradicionales, como escribir de puño y letra y leer libros en papel, potencia áreas del cerebro que no se activan de igual manera con sus homólogos digitales. En los hospitales, los médicos están cambiando su modus operandi, tanto en la fase de diagnosis como en la operatoria, gracias al haber incorporado progresivamente las nuevas tecnologías, hoy en día incluso ya imprescindibles en ciertas intervenciones de neurocirugía y operaciones remotas, donde el cirujano, a quilómetros de distancia del paciente, maneja un robot médico.

Efecto mariposa

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En la agricultura, un ámbito aparentemente tradicional, la inteligencia artificial ya se utiliza para predecir y optimizar cosechas, trabajar con tractores autónomos y conseguir mayor y más sostenible producción. En empresas de servicios, la inteligencia artificial está ayudando, por ejemplo, a hacer más eficientes las tareas repetitivas de tratamiento de grandes volúmenes de documentación (incluida la lectura e interpretación), dejando a los humanos las tareas de mayor valor añadido.

Para llevar a cabo la LTSB con éxito basta con que cada uno aplique la receta en su casa, en su empresa, en su universidad, en su área de influencia… Y aprovechando el efecto mariposa -"sistemas caóticos o dinámicos no lineales", en su vertiente científica- enunciado por Edward Lorenz en 1963 y ampliamente demostrado, por ejemplo, con estudios sobre el movimiento del zooplancton o del krill en los océanos, deberíamos poder influir en el ecosistema global. Es solo cuestión de números, ¡grandes números!