INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Inteligencia Artificial: el inicio de una nueva era

El análisis de la inteligencia artificial no es ni tan bueno ni tan malo como lo pintan. Ante el miedo que genera solo cabe una estrategia: educación para saber potenciar la capacidad positiva que ofrece y mitigar, controlar y supervisar la negativa que puede provocar

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Qué es el chat GPT y cómo funciona la inteligencia artificial.

Qué es el chat GPT y cómo funciona la inteligencia artificial.

Mi inteligencia humana limitada, biológica y fruto de la evolución del Homo sapiens durante 300.000 años, utilizada para entender, ayudar, innovar y mejorar los negocios de las empresas en los últimos 25 años, me dice que el análisis que se está haciendo de los últimos hits de inteligencia artificial (IA) -Chat GPT, RA, human-shaped robot, etcétera- no es completo, ni pedagógico, ni justo con esta tecnología.

La gente que nos dedicamos a esto de la IA desde hace muchos años la vivimos y la explicamos de manera muy diferente a como se está trasladando a la opinión pública, tanto desde las grandes empresas newcom, que lógicamente buscan cómo potenciar su inversión en desarrollos cognitivos, como desde las grandes consultoras y expertos del sector, algunos de los cuales vaticinan hecatombes bíblicas que vendrán provocadas por unas aplicaciones sin control de la nueva IA.

Por mi experiencia en trabajar con grandes empresas, pymes y start-ups, la IA no es ni tan buena ni tan mala como algunos la pintan. Igual que otras tecnologías que, al salir del ámbito científico o militar, llegaron al gran público -las más recientes para no remontarnos al Pleistoceno: el PC (1975), el móvil (1983), internet (1989) y el big data (2000)- y dieron lugar a una revolución porque pusieron de manifiesto que la velocidad de absorción, digestión y adaptación del ser humano es mucho más lenta que la velocidad con la que la tecnología disrumpe el statu quo.

Conocer mejor

De todas formas, estos fuegos artificiales no nos tienen que distraer del verdadero valor que ha aportado y sigue aportando la IA a prácticamente todos los sectores de la industria, la salud, la investigación, la educación, la cultura… Ha permitido en todos ellos conocer mejor al cliente, al paciente o a la célula. Ha facilitado el análisis rápido y profundo de problemas complejos y, por ende, ha hecho tomar mejores decisiones para optimizar la calidad de vida, la sostenibilidad del planeta y los resultados empresariales, entre otros.

Pero estos casos de uso aún quedan muy lejos de la mayoría de las pequeñas y medianas empresas que siguen siendo el motor de la economía de este país. Con algunas de ellas, de los cuatro puntos cardinales de la Península, he tenido la oportunidad y el privilegio de poder compartir las ventajas y los inconvenientes de la IA. Y en casi todos ellas he encontrado un patrón común: el desconocimiento de la aplicación real, concreta y tangible de la IA en su propio negocio.

Demasiadas veces los agentes sociales toman la postura defensiva del miedo… miedo a lo desconocido, miedo a lo que no se acaba de entender, miedo a las consecuencias finales de la inusual capacidad de estas nuevas herramientas cognitivas. Ante todos estos miedos solo cabe una estrategia sensata e inteligente: la educación. Y cuando hablo de educar no me refiero a las nuevas generaciones que ya han nacido rodeadas de IA, sino a aquellas bandas de la pirámide poblacional (el 37%, según el estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística en 2022) que hoy en día son las que toman las decisiones importantes y que no conocen o no entienden la nueva IA. Es importante reciclar a todos estos hombres y mujeres para que conscientemente sepan potenciar la enorme capacidad positiva que ofrece la IA y mitigar, controlar y supervisar la enorme capacidad negativa que puede provocar una IA cuando se encuentra a su libre albedrío.

¿Es acaso la digitalización un virus que hay que neutralizar? ¿Y la globalización es una enfermedad a extirpar? Evidentemente, cualquier avance, sobre todo tecnológico, conlleva cambios bruscos, desigualdades, amenazas y riesgos, pero en casi todos los casos es el hombre que creó la tecnología el responsable de no poner los medios para que los ciudadanos y la sociedad en general acojan y utilicen estos avances en pro del bien común y para la mejora del estado del bienestar.

Reclamar el cambio

Y en esta ecuación, los gobiernos, las empresas y las grandes fuentes financieras tienen mucho peso a la hora de suscitar y facilitar el proceso de cambio. Por su parte, los ciudadanos de a pie tenemos la responsabilidad de reclamar este cambio de enfoque a los que nos gobiernan, nos proveen y/o nos financian. 

Esta tecnología facilita un análisis más rápido y más profundo de problemas complejos con el fin de tomar mejores decisiones

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¿Qué es de esperar para todos ellos a corto plazo y de aquí a 10 ó 20 años? ¿Qué vamos a hacer como sociedad para que pase o no pase? No podemos seguir esperando que pasen las cosas como por arte de birlibirloque… véase el medio ambiente, la brecha de género y la más preocupante y creciente brecha entre el primer y tercer mundo y, dentro del primero, entre ricos y pobres.

Como indican algunos expertos y gurús del tema, nos encontramos en el principio de una nueva era. Depende de nosotros y de nadie más que sea una era biológica y no solo tecnológica. ¿Manos a la obra?