OPINIÓN

El fin de la biología

La capacidad de la IA de generar contenidos inventados que pueden poner en peligro la historia tal como la conocemos nos sitúa en un momento crucial. Este es un detalle relevante para decidir qué estrategia plantear para que sea eficaz, eficiente, rentable, ética y sostenible

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Un grupo de alumnos de un instituto barcelonés, durante una clase de ciencias.

Un grupo de alumnos de un instituto barcelonés, durante una clase de ciencias. / DANNY CAMINAL

Siguiendo la misión de anteriores artículos de encontrar la solución a la ecuación que rige la especie humana a partir del uso de la inteligencia artificial (IA), vamos a aplicar un antiguo artificio matemático, la reducción al absurdo. Para ello voy a retrotraerme a los orígenes del hombre, del ser humano, para hallar aprendizajes y respuestas que nos ayuden a entender el presente y predecir el futuro (como hace la IA).

Como nos recordó el gran maestro, biólogo y naturalista Félix Rodríguez de la Fuente: "Lo que nos diferenció de los animales hace 350.000 años fue el verbo, la palabra". Fue en ese preciso momento, cuando el Homo sapiens empezó su andadura separándose del resto de especies Homo erectus, Homo sapiens neanderthalensis, etcétera. (con los que compartía el 99% de los genes), que empezó la humanidad.

De igual manera, en la actualidad estamos en un momento crucial de la historia del hombre moderno, entendido como especie, debido a la capacidad de la IA de generar contenidos inventados (también llamados alucinaciones) que carecen de contraste, veracidad y supervisión, y que pueden llegar a poner en peligro la historia tal como la conocemos, en tanto y en cuanto no sabremos discernir entre realidad, aunque sea pasada, y ficción. ¡Absurdo!

Este detalle, aunque pudiera parecer nimio, es muy relevante para decidir qué estrategia plantear con vistas a desarrollar una IA eficaz, eficiente, rentable, ética y sostenible. No le vamos a exigir ni más ni menos que a cualquier otra estrategia transversal y transformadora.

Es realmente paradigmático que una tecnología creada por el hombre y que tantos beneficios ha aportado a la evolución de la biología moderna, como su contribución al conocimiento y la decodificación del genoma humano, la investigación de células madre, la biología-ingeniería y bio-tecnología en general… ahora sea capaz de poner en peligro nuestra historia, nuestros puesto de trabajo, nuestra creatividad e incluso nuestra cultura. Pero mucho más peligroso puede llegar a ser el efecto a largo plazo y a larga escala de una IH (inteligencia humana) destinada al ostracismo, al olvido, al trabajo residual o al mero rol de observadora mientras vamos alimentando una IA que ya es capaz de «pensar», y además de hacerlo bien y cada vez mejor.

En otras palabras, lo que estamos constituyendo (utilizando la verborrea notarial al uso) es una "hipoteca tecnológica". Porque lo que de verdad se suscribe es un contrato que nos condena inexorablemente a una dependencia, tecnológica por supuesto, pero también y posiblemente económica, financiera e incluso social. Es el típico error humano (de sobreestimar el corto plazo e infraponderar el largo) que tantos disgustos ha supuesto para la humanidad en forma de guerras, crisis financieras, hambruna en el tercer mundo y sobrepeso en el primero, entre otros.

Hace ya años que los primeros síntomas de este efecto ya se han hecho notar. De hecho ya son muchos los pediatras y pedagogos que alertan de la pérdida de capacidad cognitiva, atención, analítica y creativa que demuestran nuestros niños y adolescentes actuales debido a la paulatina introducción de la tecnología para sustituir funciones básicas que el hombre siempre ha hecho y nos ha permitido «evolucionar» como especie… solamente con el fin de hacernos una vida más cómoda, fácil, accesible y rápida.

Capacidades atrofiadas

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En Suecia e Irlanda por ejemplo, ya han decidido suprimir las tabletas y los móviles para volver a los libros físicos y fomentar la comunicación verbal. Incluso en las empresas industriales se están sustituyendo los dashboards interactivos (disponibles pero no utilizados) por las clásicas pizarras de Vileda para enfatizar la implicación de los responsables y conseguir la atención del equipo de trabajo para, por ejemplo, implantar mejoras en los sistemas de producción.

A este paso, si como especie vamos a elegir la opción de que cualquier tarea que conlleve un atisbo de esfuerzo mental va a ser delegada a un algoritmo, no nos extrañe que las excepcionales capacidades adquiridas con el paso del tiempo -pensar, escribir, calcular, crear, innovar- se queden estancadas y atrofiadas… dejando el camino libre a máquinas (y a animales) para superarnos. El precio de querer acelerar la evolución biológica utilizando equivocadamente la evolución tecnológica puede llegar a poner en peligro nuestra propia evolución, que nos ha traído, bien o mal, hasta aquí durante 350.000 años… Vale la pena seguir así 350.000 años más, pero sumando: HS (Homo sapiens)+IA = HAI (sí en japonés).