OPINIÓN

¿Qué pasa en la empresa?

Hay directivos que solo se preocupan de la eficacia, de que se consigan los resultados que se proponen. No importa el esfuerzo que tengan que hacer los que allí trabajan

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Apocapoc BCN, un laboratorio urbano sostenible

Apocapoc BCN, un laboratorio urbano sostenible / Laura Guerrero

Las personas dedicamos prácticamente un tercio del día a nuestra actividad profesional, sea esta la que sea. Por esto el ambiente que encontramos en el trabajo es algo importante y que nos afecta. Y hay lugares de trabajo donde se está muy a gusto y otros lugares en los que solo pensar que tenemos que acudir ya nos pone de mal humor. Son lugares tóxicos ¿De qué depende el ambiente del sitio donde trabajamos? Pues depende de las relaciones que allí establecen unas y otras personas. Y más en concreto del ambiente que generan los directivos del lugar.

Hay directivos que solo se preocupan de la eficacia, de que se consigan los resultados que se proponen. No importa el esfuerzo que tengan que hacer los que allí trabajan. Solo se miran los resultados. En otros lugares los directivos están pendientes de crear las condiciones que permitan desarrollar el trabajo con tranquilidad. Con exigencia, por supuesto, pero sin agobiar. Y entre estos dos extremos se dan todo tipo de intermedios.

Para que la gente trabaje a gusto, para que vaya ilusionada cada día al trabajo, para que rinda, además de que haya profesionalidad es necesario crear un ambiente amable en el lugar de trabajo. La variable más importante de la que depende la rentabilidad de una empresa, a mi juicio, es la productividad de los empleados. Productividad entendida como el cociente de las ventas anuales de la empresa dividido por el número de empleados. Este es un indicador al que todas las empresas tienen que prestar atención. Ver su evolución en el tiempo y ver su comparativa con las empresas de su mismo sector.

El compromiso

Pues resulta que la variable de la que más depende esta productividad de los empleados es precisamente su compromiso. Empleados comprometidos son muy productivos. Empleados poco comprometidos trabajan lo suficiente para cumplir, pero no se exceden. No ponen ni ilusión ni empeño, y así es su productividad.

Los empleados se ilusionan con su trabajo en la medida que los jefes los valoran

¿Y de qué depende el compromiso de los empleados? Pues este compromiso depende fundamentalmente de cuáles son los valores de las personas que dirigen la organización. Si la dirección está pendiente solo de la cuenta de resultados, importándole poco cómo se consiguen estos resultados, será muy difícil que se active la ilusión de los empleados.

Los empleados se ilusionan con su trabajo en la medida que los jefes los valoran. Si sienten que importan al jefe. Si no importan, si no son importantes, ¿para qué poner esfuerzo en realizar bien su trabajo? Y los empleados calibran cuánto importan a los jefes viendo cómo los jefes tratan a cualquier persona de la organización. Porque cómo se trata a cualquier persona es como van a ser tratados ellos. Un colega mío, antiguo profesor del IESE, solía decir que le bastaba ver cómo los directivos de una empresa trataban a los recepcionistas para saber cómo era esa empresa.

Los jefes tienen que ser humanos, y un humano se equivoca. Por lo tanto, una característica de los buenos jefes es reconocer sus errores, rectificar y pedir perdón a aquellos que hayan perjudicado esos errores. La humildad y la justicia son dos cualidades necesarias en un buen jefe. Como un buen jefe sabe que se puede equivocar, es condescendiente con los errores de su gente, pero se preocupa de que aprendan y que no los sigan cometiendo.

Dar alas

Hay jefes a los que yo les llamo Míster no. Ante cualquier propuesta o sugerencia la contestación es "no", empequeñecen a su gente. En cambio, otros dan alas, antes las sugerencias suele haber un "sí" o por lo menos un "vamos a considerarlo".

Un buen jefe es exigente. El buen rollo a base de todo vale tiene poco recorrido, uno acaba siendo injusto con unos y con otros al conceder cosas por las que no se puede pasar. Ante todo, profesionalidad. Si no hay profesionalidad, todas las sonrisas y todas las concesiones no sirven para nada. A la gente nos importa mucho nuestro trabajo y queremos realizarlo bien. Un jefe que no exige lo que es razonable exigir acaba exasperando a los buenos profesionales.

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Lo dicho para la empresa sirve también para las familias. Una familia es también una organización en la que las relaciones humanas son especialmente importantes. Valorar a las personas dentro de nuestra familia. Exigir con cariño a los hijos, de acuerdo con la madurez que les corresponde a la edad que tienen es necesario para hacer de ellos personas maduras y responsables. El buen ambiente de una familia requiere quererse.

Un último apunte. Exigir perfección a las personas es inhumano. Todos tenemos derecho a equivocarnos. Nadie es perfecto. Eso sí, los errores hay que intentar evitarlos, y cuando los hayamos cometidos rectificar y aprender. La empatía, pensar en los demás, hará que nuestras organizaciones sean más acordes con lo que somos las personas. Todos queremos trabajar y vivir en ambientes agradables. Y recuerdo que esto es compatible y requiere una razonable exigencia por parte de cada uno. La blandenguería no conduce a ninguna parte.