CRÍTICA

'Euforia', de Carlos Marzal: un buen huésped del mundo

Tras 13 años sin publicar, el poeta regresa con uno de los poemarios del año

El poeta Carlos Marzal

El poeta Carlos Marzal / EFE

Juan Carlos Abril

Carlos Marzal (València, 1961) es uno de los poetas españoles más importantes de las últimas décadas. No en vano, consiguió el Premio Nacional de Poesía y el Premio Nacional de la Crítica con Metales pesados (2001). Sus libros se cuentan por éxitos: La vida de frontera (1991), Los países nocturnos (1996) y Fuera de mí (2004), con el que consiguió el Premio Loewe, entre otros volúmenes y reconocimientos. Tras 13 años sin publicar, regresa con uno de los poemarios del año, imprescindible y nada habitual -para los estándares- en cuanto a tamaño y extensión: 116 poemas en 256 páginas.

Dividido en cuatro secciones -I. Oigo voces, II. Ilusionismo, III. Un verano tenaz y IV. Yo te ajunto-, Euforia (Tusquets) hace justicia a su título, porque asistimos a un canto de la vida y por la vida, a una proclamación de la felicidad del ser, el ser-en-sí heideggeriano, a un entusiasmo de la existencia. "Mi escritura requiere un cierto clima,/ una temperatura del espíritu/ que se aproxime a la felicidad" (41).

El autor, que en 2021 cumplió 60 años, se autodedicó Voy a cumplir 60 (27-28), donde confiesa que, aunque ya haya recorrido seis décadas de vida, mantiene las mismas ilusiones que cuando tenía 18. La edad es solo un número absurdo. Del mismo modo, en el poema que da título al libro, Euforia, nos asegura que no quiere acoger esos otros desdoblamientos del yo que a veces nos pueblan, esos yoes menos pletóricos, para definirse o sentirse identificado con el yo de la euforia, desterrando cualquier otro. "Si viniese algún otro/ a desdecirme,/ para aguarnos la fiesta;/ si viniese el cenizo […]/ tiradme al río:/ no hay remordimiento" (85).

Apuesta al todo

Se trata de una apuesta constante al todo, un tono hímnico que canta una sucesiva explosión de vitalidad y optimismo. Desde esa posición, la voz lírica se expresa como de vuelta de todo en Dicciones póstumas (35-36): "Lo fúnebre no cabe/ en mi manera de entender el mundo,/ igual que el malditismo,/ esa simpleza/ de los temperamentos infantiles". Como vemos, el sujeto verbal se aleja de cualquier impostura o falsedad, cualquier pose culturalista o estereotípica, no ya como poeta, sino como persona, en una firme actitud de encontrarse en el mundo y sentirse realizado.

Sin lamentaciones y sin quejas, sin mirar hacia el pasado y sin amarguras, se declara póstumo en un sublime intento de revivir el tiempo extra que le queda, apurando el último sorbo de la copa, aunque sin agotar al personaje, como sí hizo Jaime Gil de Biedma. Marzal cree en la vida y en la poesía, haciéndonoslo saber en innumerables ocasiones. Y se arroga un carácter "temerario", cuando ya no tienes nada que perder, pues "la gran temeridad es estar vivo" (83). A manera de proclama: "No temo lo peor,/ no estoy temiéndome, // desde que decidí darme por póstumo" (84).

Marzal cree en la vida y en la poesía, haciéndonoslo saber en innumerables ocasiones

Marzal posee la conciencia vívida y nítida de que estamos de prestado, de que nuestra vida -como mucho- es apenas un instante en la inmensidad del tiempo universal, y de que no podemos desaprovechar esta oportunidad de gozar. El verano se erige como momento de la luz, esplendor y disfrute máximo. "Soy firme partidario/ de los días con sol […] Quiero decir que soy/ un buen huésped del mundo" (31).

Euforia posee una estructura interna doble, una enmarcada en el anecdotario, y otra anclada a esa voz que no se cansa de dar gracias. La recompensa de la lectura vendrá cuando asistimos a la habilidad del autor por extraer poesía de cualquier cosa que, por lo demás, no resulta estimulante: La lista de la compra (21-22) y Un baño al mediodía (251-252) serían dos ejemplos.

Muchos más textos podríamos citar en este magnífico poemario donde los temas se entretejen, dotándolo de dicha en el decir y profundidad. Pero me quedo con Las cosas (147-148), uno de mis predilectos, donde el poeta, con la mirada llena, sigue sin comprender la perplejidad del mundo, las contradicciones y la realidad que nos envuelve: "Nadie sabe en verdad qué son las cosas", asegura. Y lleva razón. Mucha razón.

'Euforia'

Carlos Marzal

Tusquets Editores

264 páginas

18 euros