PERFIL

Gabriela Escobar Dobrzalovski, la intimidad que asusta

Su novela 'Si las cosas fuesen como son' se rebela contra la romantización de la familia y la figura de la madre

La escritora uruguaya Gabriela Escobar Dobrzalovski

La escritora uruguaya Gabriela Escobar Dobrzalovski / Jeannette Sauksteliskis

Dídac Peyret

“Dicen que cuando en una familia nace un escritor esa familia está acabada. En realidad la familia saldrá adelante sin mayor problema, como siempre ha ocurrido desde la noche de los tiempos, mientras que quien acabará mal parado será el escritor en su desesperado intento de matar a madres, padres y hermanos, solo para volvérselos a encontrar inexorablemente vivos”. Veronica Raimo ya avisa en este arranque fulgurante de su novela Nada es verdad (Libros de Asteroide) que la herencia familiar supera voluntades y funciona como un bumerán: siempre vuelve.

En los últimos tiempos son muchas las autoras que han explorado la familia como material de terror o amenaza. Escritoras como Sara Mesa, Margarita García Robayo y la añorada Aurora Venturini han desmenuzado sus códigos, desviaciones y  secretos: ¿cómo atraviesa nuestra identidad lo que se quiere ocultar, lo que da vergüenza? ¿Dónde ubicamos aquello que tanto nos esforzamos en querer desplazar?

Gabriela Escobar Dobrzalovski (Montevideo, 1990) se plantea todas estas cuestiones en Si las cosas fuesen como son (H & O). "Si te fijás, siempre han habido historias con familias difíciles, pienso en La Teogonía de Hesíodo, Caín y Abel en la Biblia, las obras de Shakespeare. ¿Qué es para mí la familia? Aquellos con quienes comparto apellidos y, también, mis amigas más cercanas y algunas exnovias”.

Escobar explora la figura de las madres imperfectas con un personaje negrísimo, la Tumbona. “Ella pasaba golpeándote, su cadera contra tu hombro, a veces gritando permiso rato después de haberte tumbado”, recuerda la protagonista. “En la novela, hay una madre que se alimenta de sus hijos, los convierte en algo parecido a un bonsái, pequeño, inútil, ornamental. Si invierto la imagen aparece algo que vi una y otra vez: esposos que parecen hijos, convierten a su pareja en su madre, la madre que cocina, lava y resuelve aquello que no aprendieron a hacer por sí mismos”, asegura la autora.

Una escritura fragmentaria

Escobar se nutre de la poesía para crear imágenes que te conectan con algo casi físico. También de una escritura fragmentaria que tiende a ser más un diario de reflexiones que una historia hilvanada. “Si escribo la historia en fragmentos es porque así me la contaron. Mi familia es un calidoscopio detonado, nadie quiere agacharse a juntar los pedazos”, apunta la narradora en la novela. Igual de tajante se muestra Escobar con los debates sobre la autoficción: “La escritura tiene materialidad y vale por sí misma, no es la mímesis de algo que ocurre fuera de ella. Una novela no está en deuda con la realidad”.

La escritura tiene materialidad y vale por sí misma, no es la mímesis de algo que ocurre fuera de ella. Una novela no está en deuda con la realidad

Gabriela Escobar Dobrzalovski

— Escritora

Adentrarse en ese libro tiene algo de incómodo: como colarse en una casa donde asistimos sin ser vistos a una intimidad que asusta. “Papá es una mala palabra. Mamá lo decidió así”, recuerda la protagonista. Estamos ante una casa donde no corre el aire, un espacio cerrado a la voluntad de la Tumbona. “¿Qué hizo la madre de la madre de mi madre para que la madre de mi madre haya hecho lo que hizo y mi madre haya sido la que fue y la que es?”, se pregunta la narradora. Pienso en la huella de la familia como en la frase que reivindica Sabina Urraca en el prólogo. Una especie de inevitabilidad, un lugar inestable en el que “resbalamos hacia lo que somos”. 

Pequeño cuestionario Proust

¿Cuál es el estado más común de tu ánimo?

Monja vampiro en secreto éxtasis. 

Principal rasgo de tu carácter…

Hermafrodita.

Qué cualidad aprecias más, y cuál no soportas, en los demás…

Aprecio el tacto, el oído, la intuición, el humor. No soporto la prepotencia ni la demagogia.

Tu principal defecto…

Son muchos y no hay uno principal. La exageración, el disgusto por las tareas que requieren una motricidad muy fina. 

Una virtud sobrevalorada…

Ser humano y tener un currículum brillante.

Tú idea de la felicidad… 

Ver animales enormes, escuchar o bailar música, descubrir un texto que me guste, los pianos rotos que suenan a percusión, una isla llena de ninfas, que termine el abuso del sector inmobiliario, que este mundo heterosexual asuma su pulsión homoerótica.

'Si las cosas fuesen como son'

Gabriela Escobar Dobrzalovski

H & O

126 páginas

17,90 euros