HE VENIDO A HABLAR DE MI LIBRO

Marta Jiménez Serrano, escritora: "La escritura no entiende de la distinción entre ocio y negocio porque no es ninguna de las dos"

Los relatos de 'No todo el mundo', su último libro, ofrecen una visión caleidoscópica del amor que nace y muere en la gran ciudad

La escritora Marta Jiménez Serrano, autora de 'No todo el mundo'

La escritora Marta Jiménez Serrano, autora de 'No todo el mundo' / Robert Ramos

Marta Jiménez Serrano

Cada vez que termino un libro pienso en todos los lugares en los que se ha escrito, en todos los sitios en los que me ha acompañado, encriptado en un archivo de Word dentro de mi ordenador portátil. El lugar en el que lo empecé y el lugar en el que lo terminé. 

La escritura de No todo el mundo comenzó en mi antiguo piso de la calle Granado, en un saloncito que daba a un patio interior desde el que veía un muro y una enredadera. Yo estaba soltera y el piso estaba siempre desordenado. Allí escribí Cuando yo la conocí, el primero de los relatos que existió, el undécimo en el índice final.

Terminé No todo el mundo en Buenos Aires. Me iba a ir de vacaciones, pero la escritura y las vacaciones se llevan mal, o más bien la escritura no entiende de la distinción entre el ocio y el negocio porque no es ninguna de las dos cosas. Yo ya no estaba soltera y el piso estaba siempre a oscuras, así que mi ordenador y yo nos íbamos a los cafés de la ciudad y pasábamos las mañanas, o las tardes, o a veces las mañanas y las tardes, escribiendo.

Cualquier otro novio se habría hartado de mí, pero yo tengo uno que, para bien o para mal, me sigue a los cafés y abre él también su ordenador. Este libro se escribió también conversando con él mientras caminábamos de Palermo a San Telmo, pateando las largas cuadras de la ciudad hasta gastar las zapatillas y también la cabeza: venga, ya, vamos a sentarnos a tomar algo. Escribí tres relatos en un mes y estaba contenta porque eran distintos, porque completaban bien el libro, porque ya casi estaba.

Entonces me despedí de mi novio, cogí mi maleta y mi portátil y me subí al avión de vuelta a casa. Me acomodé en el asiento, desplegué la mantita roja, me puse la almohadita detrás del cuello, cerré los ojos. Durante el despegue y el aterrizaje los dispositivos electrónicos deberán permanecer apagados, y pensé en mi portátil, dentro de su funda, conteniendo los archivos de Word que serían No todo el mundo, y abrí de golpe los ojos y caí en la cuenta de que los tres nuevos relatos no se los había enviado por email a nadie, y que si el avión se estrellaba, caía al mar o explotaba, el libro se perdería para siempre.

En el caso de tener que usar la rampa de evacuación, siga la senda luminosa, pero yo ya no veía senda luminosa en ningún sitio, se me instaló la ansiedad en el pecho y entonces deje todo su equipaje de mano y quítese los zapatos de tacón, y miré mis zapatillas gastadas y me vi abrazada a mi ordenador gritando ¡No me bajo! ¡Sin el ordenador no me bajo!, y me vi al borde del llanto jurándole a la azafata que tenía que bajar con el ordenador, y luego me agobié pensando que, en caso de sacarlo del avión, tendría que salvarlo del mar, porque yo puedo mojarme y sobrevivir pero mi ordenador no, y así, definitivamente así se escribió este libro: pensando ansiosamente en él a todas horas, pensando en él más que en mí, hasta el día feliz en que se mandó a imprenta.

No todo el mundo

Marta Jiménez Serrano

Sexto Piso

212 páginas

18,90 euros