REPORTAJE

Las vacaciones de los escritores: desconectar sin dejar de pasar páginas

A punto de despedir el curso literario y de bajar la persiana hasta el 31 de agosto, ‘Abril’ ha preguntado a una decena de autores qué relación mantienen con la lectura durante las vacaciones

Julio Llamazares, Laura Fernández, Miqui Otero, Rosa Ribas, Andreu Claret

Julio Llamazares, Laura Fernández, Miqui Otero, Rosa Ribas, Andreu Claret / ARCHIVO

Inma González

Empecemos con un tópico (para compensar, unas líneas más abajo haré una confesión): la relajación y el tiempo libre propios del verano invitan a leer. Pero si tu trabajo consiste, precisamente, en pasar gran parte del año leyendo, quizá en vacaciones lees menos (o más), o tienes costumbres que casi son manías, o te decantas por otros géneros, o prefieres el e-book al papel porque es más ligero para viajar, o cambias de rutinas y en vez de hacerlo tomando notas lo haces con los pies metidos en la piscina, o te pones con aquellos libros que has ido reservando durante el año (o los años) para cuando tuvieras tiempo… 

"Yo ya no guardo libros para el verano… yo me guardo libros para otra vida", afirma Julio Llamazares. "Tengo una mesa donde escribo y, a medida que me van llegando libros, voy poniendo encima los que me interesan. Cuando ya tengo un parapeto delante y no veo el salón, los coloco en otro lado con la esperanza de que en vacaciones leeré más y sacaré adelante un poco de esa lectura pendiente", revela el escritor leonés (Vegamián, 1955).

Tras unos meses frenéticos promocionando su última novela, Vagalume (Alfaguara), este año quizá se le han acumulado más de la cuenta y es consciente de que «lo que caracteriza al verano es la fugacidad», así que no podrá leer «todo lo que quisiera», pero no faltarán los libros de poesía. "En verano me gusta mucho leer poesía, quizá porque es la estación del pensamiento abstracto. Durante el año tengo que leer muchos libros por trabajo, por compromiso… así que cuando llega agosto intento desconectar con literatura pura", añade. 

Sin caer en los clichés

Desconexión. Eso es la que buscan la mayoría de quienes han elegido el mundo del libro como oficio a la hora de elegir una obra –o, mejor dicho, varias– para leer en verano. Y la historia no siempre tiene que ser ligera y acontecer en los meses más calurosos del año. De hecho, Juan Tallón (Vilardevós, Orense, 1975) huye de "los clichés de los libros de verano" y todos los agostos lee "obras de Charles Dickens, o libros de escritores rusos, o una novela de John Irving, o una historia de Stephen King".

"Es un hábito que tiene una explicación: en vacaciones soy menos esclavo de las novedades y puedo leer durante más horas seguidas, así que estoy más abierto y con mejor actitud para leer novelas largas, que demandan más", argumenta. "Los escritores rusos no son precisamente ligeros, –añade el autor de Obra maestra (Anagrama), premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón–, pero yo voy con la apuesta más alta, dispuesto a estrellarme. Para eso está el verano, para estrellarse".

Coincide con él Miqui Otero (Barcelona, 1980): "Las vacaciones son una época que aprovecho para leer, por un lado, libros muy largos y con ritmos de lectura lentos, a los que mi día a día no me permite dedicarles tanto tiempo, y por otro, libros que se alejan de este momento y de este siglo, que construyen un mundo lejos, tanto espacial como temporalmente, incluso en cuanto a la estación del año. En resumen, libros que me permitan meterme en otra realidad".

El padre de Simón (Blackie Books) ya tiene hecha su selección desde febrero: "En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, la traducción de Pedro Salinas que ha editado Alianza en un estuche". "Casi me da vergüenza confesarlo –prosigue– porque si quien lea esto no se lo cree pareceré un cretino y si se lo cree pensará que es una laguna imperdonable, así que, como es verdad, gran parte del verano lo dedicaré a repararla. En total son como 3.000 páginas, con poco diálogo, muy tupidas, y mi intención es llegar hasta donde me permitan las vacaciones". Si "bajo los adoquines está la playa", como se coreaba en mayo del 68 en París, el escritor barcelonés tiene claro que "bajo los tochos están las vacaciones".

Entre clásicos y «piscineros»

Sí se permite "cosas más intrascendentes" Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963), sobre todo tras pasar gran parte del año presentando Nuestros muertos (Tusquets). "Libros piscineros", los llama: "En verano siempre me decanto por libros que necesitan más tiempo y que no tienen por qué ser novedades. Pero como un mes de descanso da para mucho, a veces también cae alguna de esas novelas poco exigentes, perfectas para cuando estás achicharrada y tienes el cerebro bajo mínimos". Aunque recalca: "Pero tiene que estar bien escrita, porque si está mal escrita, o mal editada, o mal traducida, no puedo leer, me pone de mal humor. El contenido y la forma tienen que estar cuidados, no es algo contradictorio, ya por respeto al lector, aunque este lea en la piscina o la playa y el libro se moje o se manche".

Precisamente, eso es lo más parecido a un paraíso de lo que Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983) disfruta en vacaciones: "Estar junto a la piscina leyendo un libro". En su caso, suele decantarse por obras que ha postergado durante el año porque no llega a todo lo que se edita y le interesa –solo en 2022 se publicaron en España más de 92.000 libros con ISBN–, pero la autora de Puro glamour (La Navaja Suiza) confiesa que le gustan especialmente "los libros que suceden en verano, como El bello verano de Cesare Pavese y El libro del verano de Tove Jansson". "Me pasa lo mismo con las películas: en verano no apetece ver una que pase en plenas Navidades", apostilla.

Juan José Millás, Inés Martín Rodrigo, Juan Cruz, Aloma Rodríguez y Juan Tallón

Juan José Millás, Inés Martín Rodrigo, Juan Cruz, Aloma Rodríguez y Juan Tallón / EPE

Laura Fernández (Terrassa, 1981) también está deseando que llegue el momento de apagar el ordenador para cambiar de rutinas. "Una de las cosas que más me gusta del verano, por no decir la que más, aparte de las vacaciones, es que te puedes bañar, salir del agua y ponerte a leer. De hecho, el día de mi cumpleaños, el 5 de julio, siempre me reservo un rato para ir a la piscina o la playa", asegura la autora de La señora Potter no es exactamente Santa Claus (Random House). Y tiene incluso "escritores de verano": ·Cuando me gusta un libro en verano, el siguiente quiero leer otro de ese mismo autor. Me pasa con A. M. Homes y John Carpenter, por ejemplo. Y cuando ya no hay, porque ya los he acabado todos e incluso he leídos sus novedades en inglés porque aún no han llegado a España, lo paso mal y tengo que encontrar otro autor de verano".

Su obsesión la ha llevado a viajar allí donde va con los Diarios de John Cheever. "Cuando hace años solo estaban publicados en Emecé, en Barcelona solo había una biblioteca que los tenía, la de Nou Barris, y cada verano iba a la biblioteca, los sacaba y estaban conmigo esos meses… No sé si por El nadador, aunque en ellos habla más de patinar sobre hielo, pero me gustaba tenerlos en casa y leer trazos de su vida. Y ahora que tengo la edición de Random House hago lo mismo: los tengo en la mesilla de noche, leo algunas páginas de vez en cuando y si me voy de viaje los meto en la maleta".

Volver a leer lo ya leído

A Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948), en cambio, es Albert Camus el autor que le huele a verano. "En el primer libro suyo que leí, El revés y el derecho, hay una frase –‘el sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento’– que tiene que ver con el verano y que ha marcado mi vida hasta hoy. Además, tiene un libro que se titula El verano y todo en sus obras parece ocurrir en verano", explica.

El periodista y autor de Mil doscientos pasos (Alfaguara) es sobre todo de relecturas –"estaría leyendo otra vez lo que ya leí: Jorge Luis Borges, Jorge Edwards, Sergio Ramírez…", revela– y, en este momento, más de los escritores hispanoamericanos actuales que de escritores españoles: "Creo que se educaron leyendo literatura más o menos clásica; en cambio, los de aquí se han educado creyendo que ya lo leyeron todo y para hacer testimonio buscan lo más parecido a la crónica, cuando para la crónica ya está el periodismo. Para la literatura está la música y, lamentablemente, a veces no suena".

En cambio, como cada verano Andreu Claret (Acs, Francia, 1946) no necesita cruzar el Atlántico, literariamente hablando, para ponerse en modo vacaciones. "Parte del descanso lo paso muy cerca de Francia, en la Cerdanya, y tengo un rito: además de los libros que releo porque quiero reinterpretarlos y los que leo por primera vez con el afán de conocer más a algunas voces nuevas, voy al otro lado de la frontera y compro un libro francés en francés, que no tiene por qué ser el último éxito, en una pequeña librería, aunque creo que ha cerrado y este año tendrá que ser en un súper, porque allí los súper venden de todo, también best sellers, los Goncourt... Yo soy francés de nacimiento, mi cultura es francesa, y esta tradición es un cordón umbilical que me mantiene unido a ese país. Este año toca L’énigme de la chambre 622 (en Alfaguara, en castellano), de Joël Dicker», cuenta el autor de Paris erem nosaltres (Columna / Planeta), Premi Ramon Llull 2023. 

Lo que tenga que ser será... o no 

Tampoco se siente agobiado por las novedades Juan José Millás (València, 1946). "En mi casa de vacaciones, en Asturias, tengo libros que, por lo que sea, me ha dado pereza leer en Madrid pero que juzgo interesantes, de modo que cada verano suelo descubrir uno o dos, incluso tres. Son libros que en su día no me sedujeron pero de los que sospechaba que escondían un interés que en ese momento era incapaz de descubrir", destaca el autor de la reciente Solo humo (Alfaguara), una novela corta que pone en valor la capacidad de la lectura para salvarnos. "Soy un lector desordenado, tanto en invierno como en verano, y me voy de vacaciones con pocas intenciones", asume. "Lo que tenga que ser será". 

No es esta una frase que se le pueda aplicar a Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983), premio Nadal 2022 con Las formas del querer (Destino)y que en junio publicó, como "un acto de responsabilidad", Una homosexualidad propia (Destino). "Soy muy estricta con mis listas de propósitos literarios", afirma. ¿También en verano? !Siempre leo todo lo que me propongo. Lo que ya sí que me permito es dejar un libro si no me gusta. Hay poco tiempo y demasiado para leer", especifica. "En verano leo mucho, pero igual que el resto del año. Y siempre leo lo que me apetece en cada momento, me da igual el género, si es que semejante cosa existe en el mundo literario, porque yo solo distingo entre novelas y libros de no ficción. La lectura, para mí, es un placer y, por lo tanto, está ligada al ocio, al disfrute, a la desconexión… a la vida".

Como comer otra vez Nocilla

Y he aquí la revelación... Los estíos de la adolescencia de Llamazares los marcaron las novelitas del Oeste de Francisco González Ledesma, alias Silver Kane, y Marcial Lafuente Estefanía: "Eran las que se vendían en el pueblo donde pasaba el verano, todos los chicos las leíamos y después las cambiábamos por una peseta". Ribas, en cambio, cuando echa la vista atrás piensa en los agostos que pasó pegada a los libros de Agatha Christie y que no se atreve a releer porque no quiere que pierdan su magia: "Sería como volver a comer Nocilla, seguro que no está tan buena como la recuerdo".

Millás aún evoca el verano en el que se topó con Fiódor Dostoyevski y Crimen y castigo: "Debía tener unos 15 años y me marcó muchísimo". Claret agradece a un profesor de Geografía que le descubriera los libros de viajes, descubrimientos y aventuras, una pasión que se acentuaba en vacaciones y que con los años le llevó "a vivir y trabajar en casi todos los continentes". Y la que aquí escribe pasó de niña muchos agostos en el pueblo acompañada de Enid Blyton.

Eso sí, tras negociar el número de volúmenes que se podían meter en el coche, un Seat 124 blanco, pues no cabía ni un alfiler más y el trayecto –más de mil kilómetros, de Barcelona a Galicia– era muy pesado. Tanto me gustaban con apenas 10 años los libros de Los cinco y Los secretos que más de una tarde, mientras los mayores dormitaban con el Tour de fondo, me escapé por la puerta de la huerta y caminé unos 300 metros, hasta las primeras casas que aparecían en el camino, en busca de aventuras. Sin duda, nunca habrá mejores vacaciones que aquellas de niña acompañada de un libro en el pueblo.

Lo que se llevarán en la maleta

JULIO LLAMAZARES: "En verano no tengo ningún criterio selectivo, actúo por instinto y por las cosas que me van llegando y me apetece leer, pero sobre todo me gusta abandonarme a la poesía. Este año tengo en la lista dos títulos de sendos amigos: uno es La belleza del caminar (Eolas Ediciones), de Avelino Fierro, y el otro es Va oscureciendo (Hiperión), de Alejandro López Andrada. Son dos como podría decir otros dos".

ROSA RIBAS: "Este verano voy a hacer un segundo intento con El día del Watusi (Anagrama), de Francisco Casavella, que se me resiste; vamos a ver si esta vez entro. También voy a releer un libro que me gusta mucho, Yo serví al rey de Inglaterra (Galaxia Gutenberg), de Bohumil Hrabal, porque me pone de muy buen humor. Primero uno que no sé si me va a gustar y después uno que sé a ciencia cierta que me gusta".

JUAN TALLÓN: "Siguiendo mi tradición de leer cada agosto a un escritor ruso, este agosto casi seguro que me llevaré de vacaciones El Don apacible (RBA) de Mijaíl Shólojov y una novelita de Iván Turguénev, como Nido de nobles (Alba) o En vísperas (Alba). Además tengo preparada alguna novedad como El emisario (Anagrama), de Yoko Tawada; Perras de reserva (Sexto Piso), de Dahlia de la Cerda, y Edificio (Páginas de Espuma) de Ana García Bergua».

INÉS MARTÍN RODRIGO: "Voy a leer a Jennifer Egan, una autora estadounidense con un talento similar al de Jonathan Franzen pero muy desconocida en España. Recuperaré El tiempo es un canalla (2010) y seguiré con La casa del caramelo, que Salamandra publicará a principios de septiembre. Es la suerte que tenemos quienes nos dedicamos a esta pasión: podemos leer libros antes de que lleguen a las librerías. Y aprovecho para recomendar la trilogía del matrimonio Calloway (Al caer la luz, La buena vida y Días de luz y esplendor, en Libros del Asteroide) de Jay McInerney, un escritor al que adoro".

MIQUI OTERO: "Además de En busca del tiempo perdido (Alianza), de Marcel Proust, que empecé a leer demasiado joven como para afrontar un ciclo tan tocho, voy a meter en la maleta Amor sin fin (Muñeca Infinita), de Scott Spencer, un libro de finales de los años 70 que ya he empezado y que no entiendo que haya tardado tantos años en editarse aquí . Agradezco mucho a Laura Fernández que intuyera que me gustaría y me lo recomendara".

ALOMA RODRÍGUEZ: "Mi lista es interminable, pero me decanto por los Cuentos completos de Amy Hempel(Seix Barral), porque he leído ya algún relato suyo y me apetece un empacho de cuentos, y Baba Yagá puso un huevo (Impedimenta), de Dubravka Ugrešić, novela de la que me han hablado muy bien Bárbara Mingo y Gueorgui Gospodínov cuando lo entrevisté".

ANDREU CLARET: "Tengo un verano muy de Mercè Rodoreda, porque he leído la biografía que ha escrito Mercè Ibars y me ha creado la necesidad de releer algunos de sus libros, desde Aloma hasta Mirall trencat (Club Editor), y sus cuentos (Labutxaca); ahora que la conozco más haré una lectura diferente. Y dejaré tiempo para dos mujeres del actual panorama literario catalán: Irene Solà, con Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres (Anagrama), y Eva Baltasar, la voz más intrigante y novedosa, con Permagel (Club Editor)».

LAURA FERNÁNDEZ: "Desde hace por lo menos seis años, cada verano leo un libro de A. M. Homes, una autora que me encanta, y este toca The unfolding (Viking), que es la última novela que ha publicado y todavía no está en castellano. Y también en inglés voy a leer Drácula, de Bram Stoker, en una edición preciosa ilustrada por Edward Gorey (Union Square & Co.)".

JUAN CRUZ: "Entre otros, dedicaré parte de las vacaciones a Malte vive en mi jardín (Círculo de Tiza), de Pilar Orlando, que me lo han recomendado muchísimo como un libro que me hará cambiar de escritura –aunque a los 74 años es muy difícil cambiar de escritura– y El resto del mundo rima (Random House), de Carolina Bello, que en realidad es una relectura que voy a disfrutar mucho porque, en mi opinión, es una novela que tiene una sustancia literaria insólita en la lengua española en estos tiempos".

JUAN JOSÉ MILLÁS: "Quiero releer dos libros: la autobiografía de Carl Gustav Jung (Seix Barral), porque me impresionó en mi juventud y desearía reencontrarme conmigo mismo, y Helgoland (Anagrama), de Carlo Rovelli, sobre la teoría cuántica y el mundo subatómico, que me apasiona pero cuando lo leí en invierno me costó entenderlo porque me falta información".