PERFIL

Joy Williams, lo raro es vivir

La escritora estadounidense parece llegar a la conclusión de que el ser humano dedica casi todos sus esfuerzos a distraerse de su final

La escritora estadounidense Joy Williams

La escritora estadounidense Joy Williams / EPE

Dídac Peyret

Hay terrores que te aturden mientras duermes y te transportan a un estado de irrealidad al abrir los ojos. Leer a Joy Williams (78 años, Chelmsford) es como levantarse de una siesta demasiado larga. Te invade el desconcierto; una mezcla de irritación, culpa y desasosiego que te acompaña lo que queda del día. En ese territorio fronterizo construye su universo esta escritora que vive en el desierto de Arizona, escribe a máquina en moteles y viaja por todo el país con sus dos perros en un Toyota. El terror de Williams nos interpela porque se mueve en los límites de la realidad. Una experiencia donde todo pasa por el filtro de esas gafas negrísimas, enigmáticas, que siempre le acompañan y proyectan su distancia con un mundo donde no encaja. 

Sus frases te dejan en un estado de ensimismamiento, como si deshuesara el lenguaje y deformara lugares comunes añadiendo significados abiertos. Adentrarse en La rastra, su primera novela en 21 años, resulta abrumador. En ella nos abre un mundo inabarcable de ecoterroristas geriátricos, niños que hablan como adultos y adultos más salvajes que los animales. Sus teorías te obligan a releerlas y tratar de orientarte; apuntan a nuestro mundo pero se elevan al universo de las ideas. Hay algo opaco y fascinante en lo que no terminamos de entender.

Williams, hija de un predicador, nos transporta a una tierra devastada por unos humanos que tratan de ser dioses. “Hemos excedido la capacidad de la Tierra y eso es maravilloso. La batalla ha terminado, hemos vencido al mundo”. Es una Tierra sin recursos habitado por hombres abocados a una alienación despiadada. “La alienación se ha vuelto un arte, una destreza social, igual que la apatía, que se ha vuelto muestra de refinamiento”. 

MENSAJE IMPLACABLE

Williams es implacable con su mensaje: el ser humano es incapaz de cambiar. Pero usa ese mundo post-apocalíptico para preguntarse qué nos hace humanos. Khristen es la protagonista de la novela, una niña que según su madre nació, murió y resucitó. Una persona “destinada a vivir cosas extraordinarias” y orientar a los humanos en un futuro incierto. Aunque, en realidad, termina vagando huérfana sin más respuestas que los demás. Williams plantea lo absurdo de la existencia y su insignificancia. “Todo era borrado para hacer sitio a otra cosa: así funcionaba el mundo”.

También los márgenes difusos entre los vivos y los muertos. Cuando hay una pérdida los vivos deambulan y los muertos se resisten a desaparecer del todo. “En su infancia había albergado durante un tiempo la idea de que cuando moría alguien a quien apreciabas, eras tú quien desaparecía. Qué estupefacta se debió de quedar cuando se esfumaron todas las personas de las que se había rodeado”. Williams parece llegar a la conclusión de que el ser humano dedica casi todos sus esfuerzos a distraerse de su final. “Avanzamos de abrigo en abrigo hacia un final temible en el que nunca pensamos”.

'La rastra'

Joy Williams

Seix Barral

320 páginas. 19,90 euros