Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Nadiuska, y otras víctimas del mercado de la carne
El imperio Atresmedia debería colocar la docuserie en abierto cuanto antes
Ferran Monegal
Por consejo de nuestra compañera Inés Álvarez me he sumergido en la plataforma Atresplayer para ver la docuserie ‘El enigma de Nadiuska’ que acaban de colgar. Es un trabajo demoledor. Es a la vez un grito, y un retrato, sobre aquella generación de artistas del destape, usadas, exprimidas y luego tiradas al contenedor de los objetos gastados.
El talento de la directora Valeria Vegas, sumado a Lavinia (Cristina Vicente y Rubén Mayoral), productora que sabe hacer bien las ecografías documentales, nos ofrecen tres capítulos sobre esa enigmática mujer que todavía hoy se discute si es alemana, rusa o polaca, que aterrizó en España en 1971, y que fue la primera reina del destape. Se dice que fue la primera en enseñar las tetas en el cine, que fue la primera famosa en desnudarse para la revista Interviú, y que llegó a estrenar tres películas al mes, una gesta inigualada. Siempre obligada a desnudarse en todas sus intervenciones cinematográficas, hoy, y desde hace 20 años, está recluida en un psiquiátrico. "No está loca, la volvieron loca" se advierte en el documental. Y se rastrean culpables. De entrada el entonces poderosísimo manager Damián Rabal, que fue su fabricante. La transformó en icono sexual. La primera en el mercado de la ‘carne’. La ‘pupila’ más principal de su ‘cuadra’. La que le proporcionaba mayores dividendos. Hasta el día en que ella quiso volar por su cuenta y ‘el fabricante’ decidió destripar la muñeca y aniquilarla. También el productor y director cinematográfico Ignacio F. Iquino –turbio personaje según este documental– contribuyó a atormentarla en sus sospechosos rodajes.
El capítulo 2 es fundamental. Eleva la mirada y enfoca, por primera vez en televisión, el paisaje humano de ‘las otras Nadiuska’ de aquellos años. Sara Mora, Sandra Alberti, Yvonne Sentis, Carmen Platero, Jenny Llada, Josele Román... Quizá algunos de ustedes las recuerden con imprecisión. Ellas sí saben lo que tuvieron que pasar. Y lo han contado. Desde ir a un ‘casting’ de trabajo y encontrarse con el productor en batín, en un apartamento cuyo mueble más relevante era la cama y una botella de champán, hasta formar parte, sin saberlo, de ‘books’ fotográficos como oferta sexual de pago para poderosos personajes. Esta docuserie es importante. Cuenta lo que el destape tapaba. El imperio Atresmedia debería colocarla en abierto cuanto antes.
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