POLÉMICA

'Supernanny' aún no se ha estrenado y ya se pide que acabe: "Las imágenes de los niños que salen les perseguirán durante años"

Ione Ibarra e Irene Montero piden a RTVE "hacer una reflexión seria sobre el formato" por la exposición de los menores

Rocío Ramos-Paúl.

Rocío Ramos-Paúl. / RTVE

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Supernanny, el programa que "acompaña a familias en el complejo reto de educar y criar a sus hijos", vuelve a la televisión española, esta vez a la pública. Su adelanto ya ha mostrado lo que las y los espectadores en España verán a lo largo de varios capítulos: menores y familiares en situación de crisis. Sale, por ejemplo, la escena de un niño mordiendo un sofá y pataleando mientras chilla. Otro está pegándole puñetazos a su progenitora. Hay una niña enrabietada y varios hermanos que parece llorar al unísono. También hay padres desesperados y una salvadora: la psicóloga Rocío Ramos-Paul.

El programa se estrenó por primera vez en España el 24 de febrero de 2006. Por aquel entonces, la normativa de protección al menor en el ámbito audiovisual era distinta. Por eso ahora, activistas por la protección de la privacidad de los menores o políticos, como Ione Ibarra o Irene Montero, piden a RTVE "hacer una reflexión seria sobre el formato" para "garantizar los derechos de la infancia". Es decir, a su intimidad y honor.

"Esos niños no saben que están siendo grabados, ni que están expuestos en esa situación ante millones de personas. No sé si no somos conscientes de la repercusión y de las consecuencias que pueden tener para ellos esas imágenes, que no solo van a ser emitidas en televisión, sino que van a circular por internet", asegura la activista Medianoche en su canal de YouTube.

Ahí recuerda cómo otros youtubers utilizaron clips de un pequeño que salió hace años en el mismo programa diciendo una ristra de insultos y palabrotas, bastante recurrentes en redes sociales, y que terminaron por tener consecuencias para la vida del pequeño tiempo después, incluyendo burlas en el colegio. Hace poco, coincidiendo con el anuncio de la vuelta de Supernanny, su vídeo se volvió a hacer viral.

Porque ese es el gran problema que exponen los profesionales en protección de la infancia: que las imágenes que salen en la televisión a día de hoy van mucho más allá de su emisión en la caja tonta. Pueden convertirse en memes en redes sociales, en cortes para otros vídeos, en burlas en sus centros educativos. La huella digital que deja en niños que son mostrados como 'problemáticos' les puede llegar a pasar una factura que todavía es difícil de cuantificar.

Imágenes que quedan grabadas

Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia, explica que entre el derecho a la intimidad del niño y el derecho a la información debe primera el interés superior del menor siempre. Es algo que está recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño, en nuestro ordenamiento jurídico y en algunas sentencias. "Hay que valorar si la participación en el programa beneficia al niño o se está utilizando para otro tipo de fines y puede tener consecuencias perjudiciales para él o ella", indica. Por ejemplo, en su dignidad.

"En programas de televisión hay dos dimensiones especiales. Una es que [las imágenes] van a estar distribuidas de manera masiva, llegando a un público muy amplio, por lo que es claro que puede tener un impacto en el futuro del niño o la niña. La otra es que queda grabado. Son testimonios que permanecerán recogidos y que les puede afectar en el futuro a su propio desarrollo", añade.

Con todo, la retirada de las imágenes en casos como este, en la que la distribución de las imágenes de las niñas y niños se hacen con autorización de sus representantes legales, es algo compleja. La persona afectada puede demandar cuando sea mayor de edad para reclamar lo que considere, pero habrán pasado muchos años para entonces. Antes, podría haber actuaciones.

Cancelación en Portugal

En Portugal el programa duró poco por eso mismo. Allí levantó una gran polémica entre el público, organizaciones de defensa de la infancia y psicólogos, que consideraban que existía un gran riesgo de violación de los derechos de los menores. Tales fueron las críticas que la Fiscalía decidió abrir una investigación. Al final, un tribunal de Lisboa decretó que solo podía emitirlo si distorsionaba la voz y la imagen de los menores que aparecían. La cadena no lo aceptó. En enero de 2018, y apenas una semana después de su estreno, la Supernanny portuguesa se cancelaba.

Para que algo así ocurra en España, "habría que ver que el caso claramente atenta a la dignidad del niño o niña y que va en contra de sus propios intereses", indica Ibarra que, si bien evita hablar de este caso concreto por desconocer cómo puede llegar a afectarles, indica que "no es un producto televisivo que les parezca el más aplaudible" por lo que les está llegando hasta ahora.

Código de Autorregulación

El principio 1 e) del Código de Autorregulación sobre Contenidos Televisivos e Infancia de RTVE pide "evitar la utilización instrumental de los conflictos personales y familiares como espectáculo, creando desconcierto en los menores" en horario protegido (06:00 a 22:00 horas), mientras que RTVE expone en su página web que, entre los casos a los que se enfrentará Supernanny hay "una casa en la que los berrinches y los nervios a flor de piel están a la orden del día, un matrimonio en crisis por las formas opuestas de educar a sus hijos, una familia numerosa cuya dependencia a las pantallas pasa factura o un hogar en el que los hermanos están en pie de guerra".

Nacho Guadix, responsable de Educación y derechos digitales de UNICEF España, lamenta que en los medios de comunicación tengan más cabida este tipo de formatos, donde se exponen casos problemáticos, que aquellos en los que salgan "chavales haciendo cosas positivas". "Al final, la construcción de la visión de la infancia como un problema también nos debe reflexionar como sociedad. Si solo somos capaces de proyectar la infancia cuando tiene algún tipo de trastorno, dificultad o en momentos especialmente vulnerables, no le estamos dando el valor social que debería tener y, sobre todo, cómo sus derechos les reconocen".

"No se trata de una cuestión de paternalismo ni de caridad: es que son ciudadanos de pleno derecho -prosigue-. Están en un proceso de maduración y todo eso nos tiene que hacer ver cómo les preguntamos, cómo participan y cómo proyectamos su imagen porque, si no, podríamos estar contribuyendo a generalizaciones que no ayudan ni contribuyen a resolver problemas ni a tener un valor propositivo de la infancia".

Hacer partícipes a los menores

Por eso, Guadix apunta a que, dentro de ese derecho a la identidad, a la intimidad y al honor, lo primero que hay que hacer es preguntarles si quieren participar en filmaciones o en imágenes que se van a compartir. "La participación es el derecho que tienen los niños recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño que menos se cumple en países como el nuestro. Y no hay un límite de edad, si bien es cierto que está vinculada a su nivel de maduración", afirma. Una vez más, en el caso de que aún no puedan expresarse, o no puedan hacerlo con demasiado criterio, habrá que decidir en torno a su interés superior y al principio de prudencia. En este sentido, indica que hay que preguntarse si "es mejor para el menor es que salga en la tele o no salga en la tele". O, en un programa como este, "cómo minimizar la parte del espectáculo en beneficio de la parte del acompañamiento familiar, que desde luego resulta más interesante".

Respecto a esto, el portavoz de UNICEF España cree que las familias necesitan tomar medidas informadas sobre la imagen pública de sus hijos, algo minoritaria en televisión pero cada vez más extendida en redes sociales. "A lo mejor no se manejan o no han considerado esos daños que a medio y largo plazo puede tener esa exposición temprana", razona.

Es lo que piensan muchísimas personas que, pese a no haber visto aún la nueva temporada de Supernanny, están seguras de que tendrá consecuencias en los menores que participan en ella. Ya hay varias campañas abiertas para pedir firmas con el objetivo de que se cancele, "independientemente de que los familiares se hayan prestado a colaborar desinteresadamente con el programa". Consideran, entre otras cuestiones, que "explota la imagen de los niños y niñas para un rendimiento económico directo o indirecto de la productora del programa" y que "genera una huella digital de personas menores de edad que es muy difícil de limpiar" y que "muestra situaciones de malestar de las criaturas, de conflicto o escenas privadas".