TRAGEDIA EN VALENCIA

Vidas rotas 7 días después del incendio: "Mi hija no quiere ver el edificio"

El trance de tener que volver al edificio calcinado para que los bomberos rescaten sus enseres ha dejado a gran cantidad de vecinos muy afectados

El edificio de Safranar de viviendas sociales ya está casi lleno y las familias esperan que las primeras ayudas lleguen a su cuenta corriente

Una semana de la tragedia en Valencia: se cumplen siete días del incendio mortal en Campanar

Fernando Bustamante

Rai estaba viendo una serie con su hija, Miguel estaba trabajando, Mónica atendía en la farmacia, Joaquín estaba echando la partida en el bar, Volodymyr salió a hacer la compra, Carlos preparaba el servicio de cenas de su restaurante… Personas normales con vidas normales. Pero a ninguna se les olvidará lo que estaban haciendo el día que se truncaron sus vidas por el incendio de Campanar

Lo perdieron todo en unos minutos. En unas horas supieron que diez personas que no tenían que morir perdieron la vida, entre ellas un niño de dos años y un bebé de 8 días, encerrados en el baño abrazados a sus padres. El revestimiento de la fachada (que resultó ser combustible) convirtió el edificio en una gigantesca tea que ardió rapidísimo y dejó a los bomberos que se jugaron la vida sin opciones en muy poco tiempo.

El último momento

J. estaba de pie en la acera viendo el edificio arder mientras su hija, que estaba dentro, se despedía por teléfono de su padre, consciente de que iba a morir. D. oía por última vez la voz de su madre, también atrapada en una de las viviendas y que también acabó falleciendo. Son personas rotas desde entonces.

Aquello fue hace exactamente hace una semana, el momento en que 131 familias perdieron la vida normal que ahora tanto añoran y otras perdieron a sus seres queridos. Desde entonces, todo ha ocurrido a la velocidad de la luz, como el fuego, la solidaridad del barrio o los flashes de las cámaras de los periodistas. También la respuesta de las autoridades.

M., que prefiere mantenerse anónimo, va a entrar este jueves a su vivienda social de Safranar y ya tiene en su cuenta corriente las primeras ayudas de la Generalitat. Él no es uno de esos casos prioritarios, al contrario, así que supone que si a él le van a dar las llaves es porque la nueva finca estará llena. Eso le alegra dentro de la tragedia, y agradece con el corazón el trabajo del ayuntamiento a través de los servicios sociales y de los bomberos.

"Me dio un vuelco al corazón"

Él está separado y tiene una hija, que justo ese día no estaba en el piso y ahora se ha instalado en casa de su madre. Una semana después no ha vuelto a la zona: "Mi hija no quiere ver el incendio, quiere estar lo más lejos posible porque no puede soportarlo", cuenta.

M. por su parte, tuvo que ir ayer a la zona a intentar que los bomberos rescataran algo de su piso. "Vi el edificio y me dio un vuelco al corazón. Fue muy duro y no quería estar allí, pero era lo que tocaba...", explica. Las pocas esperanzas que tenía se desvanecieron cuando bajaron los bomberos y le contaron que no habían podido recuperar nada del que fue su hogar.

El garaje con su moto está intacto, como el trastero, pero las cosas de valor las guardaba en el piso. "Yo no tenía caja fuerte, algún reloj bueno sí, pero no me duele tanto como haber perdido los recuerdos de una vida. Las fotos de algún viaje especial o regalos que me hicieron personas a las que quiero mucho. Todo eso ha ardido", lamenta.

El juez autorizó el pasado miércoles que los afectados pudieran acceder a sus pisos, pero de momento la inseguridad del edificio no lo permite. A la pregunta de si volverá a pisar su vivienda, Miguel no sabe responder. "Es una pregunta que no paro de hacerme estos días... Te diría que no. No quiero ver los restos del sitio donde dormía o de mi salón. Necesito empezar a pasar página", cuenta.

Campanar está roto

José, uno de los propietarios de la finca, se ha quedado hecho polvo cuando, al acudir este jueves, los bomberos han hecho una videollamada desde su piso calcinado para enseñarle que no queda nada que salvar. "Me vuelvo sin nada, con las manos vacías, además de tener que revivir todo otra vez", cuenta.

El barrio de Campanar está roto y el edificio, ahora un amasijo de hierros negro y vacío, es un recordatorio perpetuo de la tragedia para los vecinos. Todos intentan coger otra ruta si tienen que pasar por delante para no entristecerse más e intentar seguir con sus vidas, los que no pueden hacerlo caminan a paso ligero hasta su portal para exponerse lo menos posible.

Si uno pregunta a los alrededores de la finca la enorme mayoría de personas son periodistas, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, trabajadores de aseguradoras y, sobre todo, gente de otros barrios de la ciudad. No hay nadie del barrio alrededor del edificio. No quieren verlo.

A gente como MónicaAmalia Teresa no les queda otra. Las dos primeras regentan locales en esa calle y la tercera es vecina del edificio de al lado, así que no puede evitar verlo. Según ha podido saber este periódico, una gran cantidad de vecinos y vecinas de la zona han pedido asistencia psicológica, o bien a servicios sociales o bien a psicólogas que se prestaron voluntarias los primeros días para dar terapia gratisEn la escoleta a la que asistía el niño de dos años que perdió la vida las trabajadoras salen aún con la cara descompuesta, en la puerta alguien ha puesto un par de peluches y una flor. El edificio calcinado de Campanar es una enorme cicatriz que se ha abierto en Valencia. La herida tardará mucho en curarse, pero la marca se quedará para siempre.